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lat i nos
Una visita al Monumento Nacional César E. Chávez
Paz y una Renovación de Propósito
E
l pasado jueves, por fin, mi esposo y yo nos hicimos el tiempo para visitar La Paz, el lugar que Helen y César Chávez llamaron hogar en sus últimos años y donde ahora descansan. La zona es ahora un Monumento Nacional —hasta con un Centro para el Visitante. Sabíamos que el Centro estaba cerrado pero, sinceramente, esperaba que los jardines estuvieran abiertos. Para mi gran alegría, ¡las puertas estaban abiertas de par en par! El Monumento está ubicado en una pequeña modesta comunidad al pie de las montañas, llamada Keene. El sitio se ubica en un hermoso paisaje natural —enmarcado por colinas, arroyos, montañas y una gran cantidad de vida silvestre. Lo había admirado por muchas estaciones cada vez que subía por el paso hacia Tehachapi o más allá. Aparcamos cuando se acercaba el mediodía y el entibiaba el terreno y arrancaba pequeños brotes y capullos de su largo sueño View of the resting place of Cesar and Helen Chavez on the Monument grounds. Opposing page shows the humble hill that overlooks the site. Photos are courtesy of the author. Vista del lugar donde descansan Helen y César Chávez. La página opuesta muestra el humilde cerro que domina el recinto. Las fotos son cortesía de la autora.
26 Joaquín APRIL 2021
invernal. Mis fotos no le hacen justicia al lugar, ya que no pueden capturar el olor del aire limpio y fresco de la mañana ni la tierra fértil y húmeda. Tampoco el gorjeo de los pájaros y las carrerillas de las lagartijas saldrán en las imágenes. Con esto, solo me queda decirles que, excepto por el rugido del paso de un tren, el lugar es tranquilo y celestial. Estábamos solos en los jardines, sin prisa por estar en cualquier otro lugar que no fuera allí. Me paseé buscando y encontrando la promesa de esperanza y renovación. Nunca he dejado de asombrarme por el milagro de que las semillas broten y se conviertan en todas las cosas que nos sostienen. De alguna manera en este lugar, un lugar sagrado, el significado adquirió dimensiones mucho mayores. Me sentí honrada de visitar la tumba de esta pareja que luchó incansablemente por llevar esperanza y justicia a aquellos que literalmente hacen el agotador trabajo de alimentarnos cada día. Me sentí invadida por un tranquilo gozo al
ver el cuidado que se puso en mantener el patio y los senderos circundantes. No obstante, una parte de mí fue sintiéndose furibunda al recordar el continuo maltrato que sufren hasta hoy los trabajadores agrícolas en Estados Unidos y, especialmente, en el Valle de San Joaquín. Piense... cada vez que se lleve una verdura, una fruta o una nuez a la boca ¿se tomaría un momento para agradecer al ser humano que plantó, cultivó y cosechó ese regalo que tiene en la mano? Damos por sentado su trabajo mal pagado y agotador... ¿Quién cree que le pone las pequeñas ligas elásticas a sus paquetes de cebollas verdes? Cuando sentimos agradecimiento, no hay lugar para desear mal. Cuando estamos agradecidos, somos mucho más capaces de ver injusticias y el rol que jugamos en la vasta red de cosas conectadas en este planeta. Una vez que se reconoce la injusticia, ya no puede pasarnos desapercibida. Nuestra respuesta a las cosas reconocidas es lo que define nuestras vidas.