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Ciudad hermosa María Méndez Méndez
I Exordio Y te engendré en mi vientre, ciudad hermosa, ataviada del azogue y del mercurio, recostada en las faldas del Abuga mientras el Cojitambo te resguarda. Yo desperté a la vida una mañana y te vi madurar poquito a poco, aún mantiene mi memoria aquel silencio de las noches que Azogues contagiaba. Sin embargo, en la madrugada se escuchaban voces tristes, lastimeras, que cantaban el pasar de los rosarios de la aurora reclamándole al Señor sus bendiciones. El olor al capulí, manzana y pulque las angostas callejuelas que yo he andado, los danzantes de enero y fin de año y el disfrute de los sábados feriados. Es seguro que yo nací en tu adolescencia cuando apenas disfrutabas tiernos años, las tertulias en el parque me recuerdan las retretas de las tardes de verano. Todo era amical y comarcano, el saludo cariñoso no faltaba, el aroma al chocolate me embriagaba y al venerado de los Burgos le adoraban.