Cuando Rojas Pinilla llego al poder yo ya tenía 2 hijos. Para mí Rojas Pinilla hizo mucho por la mujer, pudimos tener la cedula, trabajar y dejar de ser esclavas de los maridos. "Yo me case en el 48…cuando mataron a Gaitán". Cuando yo me case ya existían los lecheros, ya pasaban los carros a recoger la leche por las carreteras destapadas. Esos lecheros al mismo tiempo también llevaban gente, eran parecidos a los carros de escalera, de pura madera todo eso, pero más rústicos. Imagínese que se demoraban para ir a Medellín más de cuatro horas. Se usaban para ir hasta Medellín, cuando había alguna emergencia". Doña Alba se queda un momento pensando y luego comenta, que Rionegro ya lleva en su historia dos grandes incendios. El primero sucedió antes de la muerte de Gaitán y el segundo incendio fue poco tiempo después que ella se casó, casi un año después en 1949. En estos incendios se destruía para la posteridad valiosos legados de Rionegro. Poco después de casados mi marido y yo vivimos en San Antonio. Allí, él tenía una fábrica de zapatos, con 4 oficiales, 3 trabajadores, más la guarnecedora. Cuando nació el primer hijo estábamos muy bien. Pero en una de esas revueltas de la chusma, quemaron esta parte de Rionegro y ahí cayó todo lo que él tenía: toda la obra y el material. Con ese incendio todo se perdió. Quedamos en la cochina calle, en ese tiempo, nadie le respondía a uno por nada. Esos fueron tiempos muy "berriondos". Después de este acontecimiento, yo tuve que lavar hasta ropa ajena". Ante esa situación nos fuimos para Pereira, pero allá también "nos fue como a los perros en misa". Fue así como nos regresamos. La venida de Pereira aquí valió 100 pesos. Cuando nos devolvimos me traje una cocada de pollos, un pilón, y algunos productos, pues, allá cultivábamos café, plátano, yuca. Aquí llegamos donde mi papá. Pero luego mi suegro nos organizó vividero y nos mandó una vaquita pa´ que tuviéramos leche. Después un tío que nos apoyó mucho en Pereira, hermano de mi mamá, me dijo que me vendía la casita de acá del pueblo y así nos "emberracamos" a conseguir la plática. La casa valía $2.000. Para el negocio vendimos las gallinas, la vaquita, una radiola que teníamos de esas de ahora años, una maquinita de coser viejita, así ajustamos escasamente 600 pesitos. El padre Moreno nos mandó $1000 y una viejita vecina me presto $400, entonces ya llame a mi tío Pedro y le compre la casa. Por ese entonces, por ahí cerca de la casa, pasaban los carros de la Ceja, la Unión, Abejorral y llegaban hasta San Antonio, y seguían la ruta pa´ Medellín". La necesidad y la visión de negocio, se unen y le muestran a doña Alba la oportunidad de iniciar un emprendimiento desde su hogar. Para ello, que mejor manera de hacerlo, que apelar a los conocimientos y saberes legados por sus padres. Gallinas, huevos, arepas fueron la simiente bien abonada con la cual se da comienzo a la primera tienda de barrio de Doña Alba. “Estando ya en mi propia casa traje gallinitas, la casa no tenía solar, era un patiecito chiquitito pero ahí tenía yo un poco de gallinas. Entonces empecé a hacer arepas pa´ vender, y le digo, el día sábado y domingo me compraban como un verriondo y la gente decía, vea doña Alba, usted porque no me vende de su mercadito una chiquita de frisoles, venía siendo un cuarto de frisoles. Yo llegue a tener todos esos cajoncitos para la medida, la chica, la pucha, la media pucha y la cuartilla. Esos eran cajoncitos de madera filaditos 16