Yo hice tumbar todo el barranco para poder ampliar la casa. Se le metió plata para tumbar todo eso. Nosotros nos pasamos siendo esto de bahareque. Recuerdo que todo esto eran unos pantaneros y huecos horribles en el invierno. Yo no me gastaba un peso mal gastado. Todo era para la finca. Tampoco había vías. Había caminos para los caballos, caminos de herradura y no eran por donde está la carretera hoy en día, era por otra parte. Eso era una "chamba" así de honda, y cada vez era más honda por todos los caballos que pasaban. Eso veía uno los caballitos, todos empantanados. De la casa vieja solo quedan las tejas". El regreso de nuevo a vivir al campo fue difícil y exigente. De mañana a tarde trabajaba con las máquinas de podar el césped. No tenía ni días de descanso. El trabajo era su única diversión. Cuando tenía algún respiro, ese tiempo se lo dedicaba de lleno a la parcela. "Cuando yo me vine pa´ ca, pa´ la finca, me vine a voliar guadaña y maquina plana. La máquina plana es manual, eso la prendía de 6 a 6. Empecé trabajando sábados y domingos por ahí en las fincas. Al principio le decía al hermano mío que me prestara la plata pa´ mercar en la semana, mientras me pagaban a mí. Luego le pagaba. Yo me hice de la nada, a mí me fue bien en la vida, trabaje duro, Me hice jornaliando. Nosotros sacábamos grama para vender, se sacaban los cuadritos de grama, los cespedones. Yo hacía hectáreas. Eso se podaba, se rompía, se sacaban los cuadros y luego a cargar todo y pegarlo. Había mucha gente trabajando en eso. Uno lo hacía por contratos. Yo era el mutilador. Aquí en la finca sembraba yo de todo. Mucha legumbre, salían unas lechugas así grandísimas, hermosas. Yo llegue a tener hasta 150 marranos aquí en la finca. Aquí tenía yo 5 personas para trabajar, cuando eso si había quien trabajara, eso era montándola y sacándole. Yo los dejaba aquí trabajando y yo me iba para la grama. A esta finca se le metió plata. Aquí compre bombas de electricidad para el riego. En un verano bien berraco, se prendía el motor y el agua llegaba a todas partes. Esto aquí era como una finca de locos, por las ganas de plata". Don Julio Cesar se queda pensando un momento, quizá recordando, porque al reanudar la conversación sonríe maliciosamente y dice: Recuerda que yo trabaje con Cadenalco. Después que me salí de allá, me fui a trabajar como conductor con las Empresas Públicas de Medellín. Trabaje con ellos 16 años. Precisamente con el carro que había comprado en Balmor. Ese carro, lo metí en ese trabajo. De esta manera inicia otra etapa de su vida. Otros saberes, otras experiencias. Trabajo pues, como conductor de los trabajadores de las Empresas Públicas de Medellín, él iba donde fuera. Cuenta que le tocaba meterse unos montes "ariazos" que nunca en la vida se había imaginado. Muchas veces salía en la mañana y llegaba en la tarde, o en la nochecita. Veía como los trabajadores llegaban a montar las torres en los montes". Yo le conseguí trabajo ahí a mi hija Diana allá. Cuando ella ya estaba trabajando en la empresa, me decían, esa hija tuya te gano, que mujer más verraca para trabajar, ella es más berraca que vos. Diana se subía a esos palos altos a poner las cajas, las cuerdas. Ella aprendió de todo. Todas las tres hijas mías trabajaron allá. El hijo mío, trabaja todavía con la empresa.
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