Doña Margarita también se acuerda que su padre hacia lo que se llamaba el bizcocho de teja. Él conseguía el maíz capio, lo molía y luego lo cernía y lo cernía, para sacarle todo el afrecho. Una vez que tenía toda la harina, lo iba remojando con mantequilla derretida y leche. Cuando ya podía armar la masa, formaba unas tejas por medio de una tela muy fina y las ponía al fogón en una cayana. Después que las levantaba de la cayana, las ponía a dorar en una parrilla. No había necesidad de escucharlo de sus labios, solo con ver la cara de doña Margarita sabia uno que este producto era muy bueno. "Eso quedaba rico, delicioso, decía, y uno lo echaba en el chocolate y allí se formaba como una coladita lo mas de bueno. Mi papá fue mucha la arepita de teja que hizo. También se le llamaba bizcochete".
Foto: Bizcocho de teja y pandequeso de maíz capio
Así como otros maestros de la tierra lo han mencionado, muchas especies vegetales que se utilizaron en el pasado han ido disminuyendo en nuestros días, incluso muchas de ellas fueron desapareciendo de los lotes y parcelas. Muchas de esas plantas sirvieron a nuestros padres y abuelos para suplir necesidades, les aportaron alimento y les sirvieron como medicinas. Hablar de estas especies en extinción es traer a la memoria un elemento más perdido de nuestro valioso patrimonio. Plantas como la maravilla, la mafafa, la arracacha, la yuca la batata o el azafrán de raíz, son recordatorios de nuestra biodiversidad en continua amenaza y peligro. "La planta de la maravilla aparecía por aquí, sus huevitos, se le echaban a los frijoles, era muy bueno, pero eso por aquí casi no se volvió a ver. Eso parecía un huevito de ajo". Mi papá hablaba mucho de otra planta que se llamaba la mafafa, eso picaba un poquito. Yo no volví a oír "mentar" eso. Por ahí se ve por ejemplo, la taruga de la arracacha, la yuca, la batata, poquito se ven, pero se les encuentra. La taruga de la arracacha se cocinaba, sobre todo la morada, eso quedaba así piernecita, con ella hacían un “hogao” con cebolla y tomate y a comer. Eso quedaba delicioso. Por aquí se buscaba mucho una planta que se llamaba azafrán de raíz, dizque para curar una enfermedad llamada hepatitis, por aquí se molía también los granitos del achiote para echarle al caldo y que quedara rojito. Todavía se hace el arroz con espinaca, con zanahoria o con remolacha, pa´ que quede de color". El referente de sus saberes agropecuarios es su padre. Con su padre aprendió doña Margarita el trabajo dela tierra, su padre era diestro en las prácticas agrícolas, con él tuvo la oportunidad de conocer la agricultura, así sembró lechugas, cilantro, cebolla. Estos eran los cultivos más frecuentes en las huertas de la vereda. Recuerda que hubo tiempos de escasez, que afectaron a muchas de las familias de la zona, en estas crisis, sus padres se veían sin que echarle a la olla. Fueron tiempos difíciles, dice doña Margarita, "a nosotros nos daban, agüita con sal y cebolla. Cuando había modo, le echaban un bizcocho migado". Luego con el tiempo, cuando se fue mejorando la situación, ya había arrocito y papitas. Recuerdo bien, continua recordando, que mi papá por lujo, nos llevaba dizque zanahorias,
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