Ya luego por los años de 1980- 1985, empezó con el acompañamiento técnico que ofrecían las entidades del Estado. Sin embargo, ella precisa, que los campesinos eran muy reacios a cambiar su manera tradicional de trabajar la tierra. De manera que los técnicos que querían llegar con su conocimiento, tampoco les fue fácil encontrar oportunidades para expandir su conocimiento y más aún para que fuese puesto en práctica. Esto es algo que con el tiempo, ha venido cambiando. Como la mayoría de los interlocutores indagados, Doña Ofelia, cuenta que su padre y sus hermanos en un principio preparaban sus propios abonos. Recuerda bien, que ellos quemaban ciertas maderas, y la ceniza y el carbón obtenido, se mezclaban con estiércol de vaca, se le agregaba otras materias orgánicas si había y con eso se fertilizaba. "Yo no recuerdo en ese entonces ver llegar a la finca los bultos de fertilizantes como se ve hoy en día. Parece que con el paso del tiempo, la tierra ha venido perdiendo su vigor natural y ya hay que ayudarle con lo químico. Pero desgraciadamente en la actualidad, se ha abusado de los fertilizantes químicos, pues mucha gente, intentando aumentar la producción ha desbalanceado el equilibrio natural y hoy el suelo es más exigente. El desconocimiento humano sobre las relaciones positivas con el suelo ha deteriorado el suelo y el entorno. Los productos que se sacaban de la finca eran vendidos en la plaza de mercado del pueblo. El maíz casi no se vendía. Para las familias campesinas, el maíz era considerado como "alimento para todo el año", hasta que volviera la próxima cosecha de maíz. El maíz, pues, era para la casa. El maíz, se sembraba el día de la Candelaria, por allá en el mes de Febrero. Variedades de maíz sembrado, recuerdo el Capio y el Amarillo. Luego llegaron el blanco y variedades que trajo el ICA. Del capio se sembraban lotes muy pequeños. En cambio del amarillo, se sembraban extensiones grandes, este servía para elaborar arepas, mazamorra, productos consumidos por la familia tradicional. Una vez cosechado el maíz, se encalaba (se le echaba cal) para prevenir el gorgojo, y luego se amarraban dos o tres mazorcas con su propio capachito y se colgaban de las vigas de la casa. Así colgaban toda la cosecha. Se colgaba en turegas". Continuaba diciendo; "las familias campesinas tenían una horqueta larga, muy valorada en ese entonces, para bajar las tureguitas de maíz. El maíz se desgranaba manualmente, pero algunas veces, se echaba dentro de un costal y se golpeaba con un garrote de madera. Si bien muchos adelantos actuales han reemplazado recipientes y empaques para manejar más fácilmente los productos agrícolas, hay referencias muy claras de la gente que nos cuentan del claro sentido de sostenibilidad de las épocas pasadas. En las plazas de mercado, en los graneros y tiendas de barrios y veredas era común encontrar otras medidas para los pesajes y medidas de los granos. Quizá como avanzan los tiempos y las estrategias de sostenibilidad y preservación de los entornos, se pueda volver a utilizar utensilios que servían para esos fines sin contaminar como se hace hoy en día. Doña Ofelia refiere que “existían antes unos cajoncitos de madera llamados cuartillos, en los que se vendían los granos. Mi papá llevaba el cuartillo cuando se iba a vender el maíz. Esta era la medida para vender y comprar. Cuartillos, puchas. En mi casa, el huevo era para el consumo, pero de vez en cuando se llevaba los que había para vender. En esta vereda quizá había unos 15 o 20 productores.
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