Cuenta con tristeza que por esa misma época su padre empieza a presentar problemas de la columna. Ese fue un momento decisorio, pues su papá, "era el que se levantaba a las 4 de la mañana a ordeñar, a limpiar los corrales de los cerdos, el que sembraba las "maticas" y legumbres, el que transportaba los productos en el carrito, el que recogía la aguamacita para los cerdos, el que llevaba los abonos pa´ la finca, todo". Precisamente cuando ella ya entraba a laborar nuevamente, su hermana se lleva al papá para el hospital, donde les dicen que tienen que operarlo. Ante esta eventualidad, decide cuidar a su papá, "el amor de su vida, como ella lo expresa enternecida". "Realmente fue muy duro. Eran días enteros cuidando a mi papá en el hospital. Yo me sentía agotada. Yo pase de vivir con mi esposo aquí en la casa a estar mucho tiempo en el hospital. Esa fue una etapa muy dura. Eso sin contar todo lo otro que me tocaba ver en la finca: ver a los animales y cultivos de papá, todo de pa´ tras, todo de pa, tras. Vacas y cerdos de pa´ tras. La finca se atrasó". La nostalgia, la tristeza y los recuerdos afloran a la memoria de Diana y con voz entrecortada nos relataba, que ella siempre anhelaba el momento en que pudiese ayudarle a su papá en las faenas cotidianas. Ayudarle a cortar la hierba, a cuidar los cerdos, a ordeñar. Pero que ese momento, le llego de la peor manera. Pues, ella siempre, se vio haciendo todo eso pero con su papá, no sin él. Al decir esto, su rostro, su mirada y sus palabras reflejan una fuerte desazón. LA PRIMERA CERDA ME DIO CERDITOS Y CON ESTOS CERDITOS FUI CRECIENDO Diana cuenta que hubo un momento en que su padre decidió no tener nada y empezó a vender los cerdos y las vacas. Así fue saliendo de todos sus animales. Cosa muy entendible, pues debido a su dolencia estaba casi que incapacitado para continuar con esa labor, que durante tanto tiempo había desarrollado con empeño. Así fue, que con la última cerda que la tenía, nacieron unos cerditos. Como él siempre le regalaba uno, separo la que más le gustaba y la dejo. "Luego esa cerda me crio y me dio cerditos y yo los vendí. Con 4 cerditos, me cogí unos pesitos. Con este dinero, mi esposo y yo pusimos a criar la cerdita otra vez. Esta vez no nacieron 4, sino 9, los cuales engordamos. Luego, nacieron y engordamos 15. Al vender estos últimos 15, compramos dos cerditas nuevas y las otras no las vendí porque ya no me querían quedar (preñadas) y las vendí para carne y me compre estas dos que ya me tuvieron 31. De esos 31, sobrevivieron 25 y ahí están levantándose y yo muy feliz, enamorada de esta vida”.
Foto cortesía de Diana María Sepúlveda
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