66
El ángel exterminador Francisco Juan Barata Bausach
M
e encontraba en un edificio de esos que proliferan hoy en día, multiusos creo que se llaman; la pandemia era algo que no facilita las gestiones, haciendo algunas cosas relacionadas con mi salud, cuando al pasar por una puerta vi un cartel que decía “SALA DE ESPERA”; como no tenía mucho más que hacer en esa mañana, decidí entrar y descansar un poco de los trajines del día. Entré en lo que era una salita muy acogedora, coquetona, no demasiado grande y en la que había otras cuatro personas sentadas, esperando, supongo. Me apoltroné en un cómodo sofá, demasiado cómodo para tratarse de un lugar oficial, con la intención de sestear algo. Pero los hados, esos putos compañeros del destino, tenían otras ocurrencias previstas para mí, y no me iban a permitir, (ni por ensueño), mi ansiado solaz, porque al poco tiempo, una señora, madura, atractiva pero tan repintada que parecía un tosco lienzo callejero, comentó en voz alta:
— No hay derecho, me tienen aquí más de dos horas esperando y nadie sale a darme alguna explicación al respecto. — ¿Qué es lo que usted está esperando señora? Preguntó con aparente interés un joven de color, negro porque verde no era, con su tapadera de su cerebro rapada al cero y unas gafas de sol muy oscuras. — No lo sé exactamente, contestó la señora con cierta brusquedad. Me dijeron que fuera a la sala de espera cuando pasé por recepción a recoger unos análisis y aquí estoy esperando.
HISPANIC CULTURE REVIEW