tantos pueblos atrasados y pobres de los Andes? ¿Acaso porque a su vez, también azarosamente, el pueblo inka saltó del yerro sistemático al acierto sistemático para caer nuevamente en una conducta cotidianamente errónea? ¿No resulta absolutamente absurdo todo ello? ¿No es obvio más bien que, manteniéndose constante el empuje y el espíritu de progreso del pueblo inka, fueron los distintos contextos por los que pasó los que explican los notables cambios o saltos que experimentó en el transcurso de su historia? ¿Y que es este mismo esquema lógico el que debemos aplicar para el caso de los distintos grupos –o fuerzas sociales– al interior de una sociedad, sea nacional o imperial? Pues bien, en el esquema que venimos proponiendo, la dirección en que actúa cada fuerza social apunta hacia los objetivos que el grupo quiere alcanzar, Y, complementariamente, todo parece indicar que la magnitud de cada fuerza social está directamente relacionada con la magnitud de los intereses que defiende. Si cada fuerza social actuara con absoluta libertad, sin ningún tipo de interferencia ni obstáculo –como si fuese la única protagonista en escena–, la consecución de sus objetivos sólo sería cuestión de tiempo.
Pues bien, durante el Imperio Inka todas las fuerzas sociales actuaban en el mismo escenario, disputándose el uso de recursos comunes en función de objetivos no comunes. En la práctica, concientemente o no, se obstaculizaban e interferían mutuamente. Es decir, y una vez más por analogía, constituían parte de un campo de fuerzas.
Fuerzas sociales
En ese contexto –asumiendo que los recursos disponibles fuesen suficientes–, que un grupo social pudiera preservar o no sus intereses, y alcanzar o no sus objetivos, o, si se prefiere, que un grupo tuviera “éxito”, dependía de:
a) la magnitud de su propia fuerza; b) la relación o proporción entre su fuerza y las restantes, y; c) la estrategia que desplegaba el grupo para, acumulando cada vez mayor fuerza, lograr que la resultante –o correlación final de las fuerzas– le resulte favorable; esto es, de valor positivo y orientada en la dirección de sus objetivos. ¿Qué ocurría en ese sentido con cada una de las fuerzas sociales identificadas en el Imperio Inka? ¿Tenían todas valor positivo superior a cero? ¿En qué magnitud? ¿A qué grupos y por qué les resultaba favorable la correlación final de fuerzas? ¿Permitía la estrategia de cada grupo potenciar su fuerza y alterar la correlación final? El examen de la situación social del Imperio Inka no puede prescindir además de reiterar el énfasis en la presencia, singular e intensa, de diferencias, divergencias y contradicciones de carácter nacional. Con centurias y milenios de vida independiente, cada pueblo se sabía diferente de los otros. El idioma, el territorio, el clima, sus comidas y bebidas, vestidos, artes, sus rezos, ritos y mitos, sus costumbres, prácticamente todo, distinguía y diferenciaba entre sí a los pueblos. A su turno, los accidentes geográficos se encargaron de marcar aún más la separación y la diferenciación. La cadena de los Andes aisló a los pueblos amazónicos de los cordilleranos, y a ambos de los costeros. La mayoría eran sólo amazónicos, o sólo cordilleranos o sólo costeños. Téngase presente que, por excepción, sólo la nación kolla, y sólo en una parte de su historia, controló territorios de costa, cordillera y selva.
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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