Los kollas del área circunlacustre, casi en permanente en sequía, estaban acostumbrados a los rigores de una vida de subsistencia, casi sin capacidad de inversión o acumulación. Y, de repente, sorpresivamente, se vieron obteniendo cosechas 10, 25 o quizá hasta 50 veces mayores, nada menos que sobre una superficie de casi 100 000 Km2.
La procedencia altiplánica de los inkas Si como todo parece indicar, efectivamente ocurrió ese “generoso y constructivo diluvio”, los excedentes que inopinadamente surgieron en tan vasto territorio debieron ser entonces gigantescos. En ese extraordinario contexto, los kollas empezaron a ejercer enorme y decisiva inIlustración Nº 1
Versión presunta de la Akapana de Tiahuanaco
fluencia en todo su entorno geográfico. Y muy en especial sobre el pueblo inka, su vecino noroccidental más próximo. Es posible pues imaginar a las poblaciones vecinas de los kollas, entre ellas a muchos ayllus del pueblo inka, llegar a la orilla sur del Titicaca, en territorio de lo que hoy es Bolivia, y participar en las jornadas de construcción con las que se levantaron los magníficos edificios megalíticos de Tiahuanaco, entre los que la pirámide de la Akapana es un magnífico ejemplo. Todo ello contribuiría a explicar una muy prolongada presencia en el Altiplano de pueblos de la periferia –voluntaria o forzosamente captados–, cuyos brazos –como veremos– efectivamente habrían contribuido entonces a levantar las monumentales construcciones que dispuso erigir la también fugazmente poderosa élite kolla. La inusitada y generosa coyuntura climática se habría prolongado muchas décadas. Y –según se estima hoy– habría vuelto a repetirse en torno al 800 dC. Es decir, ya fuera en una sola gran estadía, o en dos o más períodos, se habría acumulado en el Altiplano una permanencia inka muy prolongada. En ese contexto, es posible también imaginar a los comerciantes kollas, a la cabeza de gruesas tropillas de auquénidos, cruzando el territorio inka para intercambiar, más allá de sus fronteras, con sus pares que venían de Nazca. No es difícil tampoco imaginar entonces a los kurakas kollas –mallkus– imponer condiciones a los pueblos vecinos, incluyendo a los inkas por supuesto.
Fuente: – Stingl, Templos..., p. 233.
Vastos e incluso lejanos pueblos cayeron así, de manera sorpresiva e inevitable, bajo el influjo cruzado de kollas e icas. Inkas y
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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