de una riqueza que para el pueblo inka constituyera un enorme botín. Ante la ostensible inconsistencia –de la que obvia e implícitamente se hace eco–, Rostworowski 67 explica entonces que dicha riqueza habría sido la suma de “los bienes logrados anteriormente por [las hordas chankas de pillaje] en acciones de rapiña”. El parche, sin embargo, resulta todavía menos feliz. No sólo porque no parece históricamente sólida esa imagen de “Uscovilca y sus 40 ladrones”, en la que por ningún lado aparecen –ni habremos de encontrar– los ricos pueblos del entorno ayacuchano que habrían sido víctimas de dicha rapiña. En las fronteras del área ayacuchana la única población donde podía considerarse que había riqueza era la costeña Chincha. Pero no hay la más mínima evidencia de que los chankas hubieran estado acosando y saqueando a los chinchas antes de arremeter contra el pueblo inka. Así las cosas, ¿de dónde reunieron entonces los presuntamente rústicos, rapaces y carapintados chankas la enorme riqueza con la que se terminó alzando Pachacútec? ¿Será necesario explicitar que robando sistemáticamente a los campesinos pobres del entorno inmediato de Ayacucho, que por cierto también eran chankas, mal podía reunirse riqueza, y menos todavía riqueza considerable? El artificioso recurso de la rapiña tribal o “bárbara”, grotescamente deja de reconocer la verdad histórico–social e histórico–económica. Esto es, que el pueblo chanka que en el siglo XV –3ª guerra– arremetió contra los inkas, tenía un territorio, una población y una riqueza agrícola y ganadera tan grande como la de los éstos.
a la vista, y con contundencia, ¿para qué plantear inútiles hipótesis de ficción cinematográfica? En este gran capítulo de la historia andina, el grave desaguisado de la historiografía tradicional se origina desde que: 1) no se quiere admitir que el Imperio Wari, él sí, como todos los imperios en la historia de la humanidad, fue rapaz con los pueblos a los que sojuzgó; 2) que éstos, con legítimo derecho, acometieron contra él una gran guerra revolucionaria de liberación, y; 3) entre los pueblos que se liberaron de la hegemonía de la élite imperial chanka estuvieron pues los propios campesinos chankas. Negándose a admitir esto y aquello, la historiografía tradicional ha tenido entonces que “inventar” “bárbaros” para explicar la caída del Imperio Wari. Y, para tres siglos más tarde, ha “inventado” que, a pesar del tiempo que había transcurrido, ese mismo pueblo de “bárbaros”, sin un ápice de progreso, fue el que asomó ante el Cusco en el siglo XV. No, las cosas han sido bastante más coherentes, y bastante más simples: –
miles de campesinos chankas contribuyeron a la liquidación del imperio que construyó su élite, y participaron del saqueo de la sede imperial.
–
tres siglos después, sus herederos –que constituían una nación tan grande y rica como la inka– intentaron conquistarla pero, contraproducentemente, fueron derrotados y luego conquistados, contribuyendo con su patrimonio territorial, material y humano, a duplicar la riqueza del pueblo inka, catapultándolo así a la conquista de todo el territorio andino.
Así, el botín material, territorial, agrícola y ganadero –porque difícilmente puede imaginarse de otro género–, apareció aún más cuantioso de lo que efectivamente debió ser. Porque siendo poblaciones numéricamente equivalentes, la riqueza de los triunfadores quedó virtualmente duplicada. Y de la noche a la mañana, lo que todavía era más significativo. Y a ello debe agregarse que el triunfo militar permitió a los inkas, además, apoderarse de miles y miles de prisioneros de guerra, hombres y mujeres que, de suyo, por mil razones, constituían una enorme riqueza efectiva. Y, potencialmente, generadora de más riqueza. Por si no estuviera del todo claro, las conjeturas históricas se plantean allí donde hay vacíos de información –económica, social, etc.–. Pero allí donde está
De Sechín a Pachacútec En otro orden de cosas, vale la pena recordar aquí, además, que en Los abismos de cóndor, Tomo I, hemos advertido del muy probable remoto origen geográfico del nombre “Pachacútec”, tanto por la presencia de la “ch” como de la terminación en “ec”.
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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