de su sumisión y docilidad colectiva, dependía la vida de los rehenes. El reclutamiento de hombres para las huestes militares 135, de mitimaes y yanaconas, y de aquellos que eran colocados como “carne de cañón” en las guerras 136; la captura de especialistas 137, y la captura de mujeres para asignarlas como acllas y mamaconas 138; todo ello neutralizaba los arrestos de belicosidad y potencial rebeldía de los pueblos conquistados. Pero además permitía engrosar el ejército y la fuerza de trabajo 139 al servicio del proyecto imperial. Las cínicas conquistas “diplomáticas” dieron pues grandes resultados en el proceso de expansión imperial. No obstante –adelantándonos al desenlace final–, sorprendentemente, durante la guerra civil imperial que precipitó la caída del Tahuantinsuyo, ninguna gestión diplomática, ni sincera ni ficticia, logró tener ningún éxito. En aquellas dramáticas circunstancias, en múltiples ocasiones los emisarios de las partes terminaron desollados vivos –refiere Del Busto 140–. O fueron “pasados a cuchillo” –registra Cossío del Pomar 141, que agrega– había “una sola respuesta para los dos bandos: la muerte”.
y prolongada resistencia que ofrecieron muchos pueblos andinos a la expansión del Imperio Inka. De allí que, erróneamente, hayan creído que todos los pueblos de los Andes aceptaron con pasiva docilidad la “Pax Incaica” 142. Sin embargo, y a la luz de cuanto habremos de ver, resulta harto cuestionable que –hoy en día–, se siga idealista y acientíficamente sosteniendo –como lo hace la historiadora Liliana Regalado 142a–, que “el dominio incaico se afirmaba justamente en el equilibrado manejo” de los siguientes factores: “la actividad bélica, la acumulación y distribución de productos diversos, el prestigio religioso, las alianzas, etc.”.
El primer gran triunfo bélico –recordémoslo una vez más –fue el que se obtuvo sobre los chankas que hacia 1438 dC habían intentado conquistar nuevamente el Cusco. En represalia, Pachacútec impuso a los invasores chankas cruel castigo que sembró terror y espanto. A ese respecto el cronista Cabello Valboa recogió los siguientes testimonios 143: Degolló a los principales, hizo clavar sus cabezas en las picas; a otros ahorcó o quemó, a otros empaló y desolló vivos; y reservó los cráneos para usarlos como vasos en sus banquetes... El historiador Riva Agüero no dudó en recordar que todo ello fue “de una atrocidad oriental asiria” 144.
Las más grandes e importantes conquistas y reconquistas se hicieron efectivas por la vía militar. Y dieron lugar a terribles represalias.
Sin desmedro de lo que hemos planteado en páginas precedentes –porque la precisión que vamos a recoger de Valdivia Carrasco no necesariamente contradice la de Garcilaso de la Vega–, planteamos aquí que muy probablemente esos feroces acontecimientos de represalia habrían sido los que dieron origen al rebautizo de la tierra chanka como “Aya Kucho”, que –según Valdivia Carrasco 145–, en quechua significa “rincón de los muertos”.
A despecho de sus grandes méritos y aciertos, Toynbee –como muchos otros historiadores, europeos y americanos–, desconocieron las evidencias de tenaz
En medio de las drásticas represalias que sufrieron, parte de los chankas se habrían salvado de ser exterminados huyendo e inter-
Las conquistas militares
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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