entender–, ¿por qué en la primera oportunidad en que se pudo, la inmensa mayoría de los grupos transplantados salió en estampida, de regreso a su tierra de origen? ¿Fue acaso por ingratitud o estupidez que los pueblos andinos rechazaron la “sabia” política imperial? ¿No son acaso pertinentes y relevantes ambas preguntas? ¿Será necesario argumentar mucho para entender que, allí donde algunos de nuestros historiadores han visto “sabiduría” no había sino el equivalente de la más nefasta “satrapía oriental”? ¿Y para entender que, sin excepción, los hombres y mujeres de los Andes que fueron compulsivamente transplantados, estaban absolutamente convencidos de que, a costa de los rigores y vejámenes a que eran sometidos, los únicos que obtenían beneficio eran los miembros de la élite imperial inka? ¿Y que esa es razón absolutamente suficiente para que consideraran profundamente injusto al imperio y lo rechazaran? 363
Los yanaconas Las guerras, en el mejor de los casos, significaron diferir la ejecución del proyecto nacional de los pueblos vencidos. Y, a nivel individual, una modificación radical del sistema de vida de aquellos que, como mitimaes, fueron forzados a realizar trabajos colectivos en beneficio del pueblo conquistador. Sin embargo, en algún remoto momento de la historia de los pueblos andinos 364, algunos individuos fueron obligados a prestar a otro sus servicios personales 365. Esos “servidores” pasaron a ser llamados “yanaconas” –o “yanacunas”–. Según Caro-
lina Flores García, “los yanaconas parecieron originarse en la vieja Cultura Huari” 366. Es decir –diremos preservando la lógica de nuestra exposición y la coherencia de su nomenclatura–, durante el Imperio Wari. Es más probable sin embargo que surgieran antes, ya fuera en Tiahuanaco o en Moche. Quizá correspondió a los kurakas y a los mallkus –el equivalente de aquéllos en el aymara altiplánico–, ser los primeros en usufructuar el privilegio de contar con servidores personales 367. Los yanaconas o “gentes de servicio” 368, “criados”, “ayudas” o “auxilios” 369 –como tradujeron los primeros cronistas–, habrían sido también, tal como ocurrió en otras latitudes 370, una consecuencia de las guerras –como con certeza sospecha Del Busto 371–. En efecto, prisioneros de guerra 372 e individuos rebeldes de los pueblos conquistados, arrancados de su territorio 373, fueron convertidos en yanaconas. Afirma Murra que, “según la versión de la élite incaica, transmitida a los cronistas europeos, el origen de las poblaciones [de yanaconas] se remontaba a gente acusada de rebelde” 374 –obviamente entre los pueblos conquistados–. La historiadora Ella Dumbar Temple sostiene sin embargo que –rebeldes o no–, los yanaconas habrían sido “fruto de la tributación de los pueblos” 375. Mal podría negarse pues que, en definitiva, eran resultado de las guerras de conquista entre pueblos e incluso entre ayllus –porque es difícil imaginar que de otra manera se concretara tal forma de tributo. La institución del yanaconaje –cuyo nombre primigenio desconocemos–, debió tener pues un origen bastante anterior al Tahuan-
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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