LAS VIEJAS CALLES DE LIMA

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Juan Bromley

Jirón Cañete Calles de: 235. No hay calle, 236. Matienzo, 237. Castilla, 238. Yaparió, 239. Chicherías, 240. Pampilla, 241 a 243. Prolongación de la Pampilla Como se observa, la traza regular de la ciudad solo subsistió en su parte más central, no obstante la preocupación del ayuntamiento de que las calles conservaran sus líneas rectas. El Convento de Santo Domingo, al ir extendiendo su área, cerró los jirones Santa y Caylloma. El Monasterio de Santa Teresa y antes el noviciado de la Compañía de Jesús dilataron la iniciación del jirón Apurímac. El Monasterio de la Encarnación, con su largo frente, cerró el jirón Chili. El curso del río, inclinándose hacia la ciudad en su recorrido, así como los tajamares que se hicieron en él, acortaron algunos jirones, como los de Tacna y Cañete. El edificio de la Recoleta Dominicana cortó en su extremo el jirón Camaná. En contraposición a todo esto, se habilitaron con edificaciones varios lugares colindantes con el río, de donde provinieron las calles, también de nombre actual, de la Penitencia, de San Ildefonso, del Tigre, de la Soledad, de Viterbo, La Barranca y Callejón de San Francisco. 2.2 EL BARRIO DEL CERCADO El año 1568 el gobernador don Lope García de Castro dispuso que los indios que vivían en la ciudad y en sus alrededores fuesen reducidos en un pueblo en el que podrían residir de manera mejor que en sus diseminadas rancherías, donde estarían más a cubierto de las extorsiones de que eran víctimas y donde podrían ser mejor enseñados y adoctrinados. Al efecto designó al corregidor Alonso Manuel de Anaya y al regidor Diego de Porras Sagrado para que determinasen el lugar más conveniente en el que se podría hacer el proyectado pueblo. Aunque se ha dicho que los terrenos escogidos para la fundación fueron de los pertenecientes a la encomienda de Cacahuasi, de propiedad del licenciado Rodrigo Niño, hallamos que ellos en realidad pertenecían a parte de la huerta del licenciado López Guarnido, huerta que a su vez integró la extensa chácara que desde la fundación de la ciudad obtuvo el veedor García de Salcedo y que luego pasó a su viuda Da. Beatriz Salcedo. A la propiedad de López Guarnido se agregó, siempre para el nuevo pueblo, otra huerta contigua de pertenencia de Antonio López en la que había, aparte de árboles – 108 –


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