Revista de poesía "Ulrika" 23

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Destacamos aquí al,tunos de los libros de poesía publicados recientemente en nuestro país por las diversas editoriales que. como se,1ala Armando Rodrí,t11ez Ballesteros en su prólogo a la segunda edición de Postal de fin de siglo (Kolibro, 1995), ejercen esa suerte de resistencia /re/lle al ánimo mercantilista que impulsa a la mayoría de dichas casas del pensamiento y la palabra. Así, ofrecemos una muestra de uno de dos de los más recie111es libros de la colección Piedra de sol de la Coopera tiva Editorial Magisterio: El esplendor de la mariposa de Raúl Gómez Ja11i11, obra en la cual el poeta cereteano -como en otra suene de Colina de Spoon River- recrea los personajes que le han acompañado en sus diversas estancias en hospitales siquiátricos. y En la raíz del grito de Mauricio Contreras. De otra parte, con motivo de la reedición ampliada del ya mencionado volumen antológico Postal de fin de siglo. se incluye una selección de dos de los autores allí reunidos. Y. como es apenas obvio. no podíamos dejar de lado las últimas publicaciones que sobre poesía colombiana. ha realizado nuestro sello editorial: Bajo el ala del relámpago del poeta. narrador y ensayista Samuel Jaramillo y La due,ia del laberinto de Edmundo Perry, este último presemado por Piedad Bonnet. Al cierre de es/C/ edicirín se conocirí el resulwdo del Premio Nacional de Poesía versión COLCULTURA , el cual fue otorgado al poeta }()famario Arbeláez por w libro La casa de memoria, al cual pertenece el último texto publicado en este a¡wrtado.

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LA DUENA DEL LABERINTO Por Piedad Bonnet

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n tiempos de falsos epigramistas y furiosos ado radores del haiku , Edmundo Perry arremete con un poema de más de tres mil versos que son como una inmensa tel a de araña que nos atrapa, pues una vez dado el primer paso dentro del laberinto estamos condenados a errar en él ; extraviados como Muno , el poeta, y como él perpetuamente so litarios, somos alucinados por hallazgos que parecieran ser señal de una salida y que, co mo en el desierto, -esa versión del laberinto que otro poeta señalara- muestran su naturaleza falaz tan pronto pretendemos tocarlos. El viejo mito griego es reinventado por Perry a partir de la mirada que reconoce la total ausencia de lo sagrado: el hilo al que se aferra la mano se rompió hace mucho tiempo, y al final del poema nos espera la desconcertante revelación de que tampoco hubo nunca minotauro. Proteo es la divinidad del laberinto: todo allí es mudable, y lo uno se matamorfosea en lo otro en el vértigo de la palabra. Ese yo descaradamente autobiográfico, que incluso cuenta con dirección exacta en el poema, es y no es, pues es también el otro, con el que se confunde, e incluso la trinidad , como en el dogma y dos a la vez son cuatro, como dijera Freud, y así en un infinito juego de espejos en que nos reconocemos y nos desconocemos alternativamente. Y detrás de todo, sólo la soledad, gran protagonista del poema:

una de ellas soledades o las cuatro que con el tiempo aprendería a distinguir una a una, Ariadna una y una a una las cuatro soledades que son una

El poema se confiesa diván de sicoanalista, espacio de la asociación que nos conduce una y otra vez a los mi smos puertos a través de los poderosos leitmotiv que informan el poema; pero también pi scina donde buceamos sin tocar fondo; y a veces pareciera que el hilo al que débilmente nos aferramos fuera un camino de descenso hac ia ese lugar cuyo nombre ignoramos y al que el monóxido de carbono puede conducirnos con la misma suavidad que la mano deAriadna. La dueña del laberinto es un extraño, seductor poema en que la palabra tiene connotaciones múltiples y cada verso tiñe el anterior de un color nuevo y determina al sigui ente, en una cadeneta pacientemente tejida, nueva labor sie mpre a punto de deshacerse de una nueva Penélope. Construido como un inmenso collage en el que concurren la música de Mozart y los versos pe Góngora, de Machado, de Greiff y de algunos otros con las más prosaicas alusiones y las más pueriles representaciones del mundo moderno, este poema de Edmundo Perry está impregnado, con sabia conciencia, de esa sensibilidad muy contemporánea que emana de una ausencia de absolutos, o mejor, de una búsqueda de lo absoluto enturbiada por la miseria cotidiana; de esa mi seria que Bahmil Hrabal de una manera dramática plasmó en la «enorme cagada», la "cagada monumental »" que arrastra en uno de sus esquís la dulce Matilde, en imagen que nuestro poeta, dueño de un enorme sentido del humor, sé que gustosamente suscribiría. Todos, pues, debemos alegrarnos de este nuevo libro de Edmundo Perry, pero sobre todo, sus amigos, que corroboramos con cada obra su vocación indeclinable y lo acompañarnos, solidarios, por su muy personal y auténtico laberinto.


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