Historia torcida de la literatura - Javier Traité

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historia torcida de la literatura

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planteándose gravísimos dilemas morales e intelectuales con la mirada perdida, pero lo cierto es que, cuando no estaban en guerra unos con otros o contra los persas, los griegos sabían ser tan cachondos como el que más. Prueba de ello es el insigne Aristófanes, autor de decenas de obras cómicas, como Las nubes, en la que, entre otras cosas, inventa el famoso gesto de mostrarle a alguien el dedo corazón; Lisístrata, en la que las mujeres de Atenas hacen una huelga de «piernas cerradas» amenazando a sus maridos con no echar un polvo hasta que dejen de guerrear; y muchas otras, donde se ríe de lo primero que se le ocurre (filósofos, políticos, soldados) en un combo mortífero de burlas crueles, chistes de pedos, humor rural y parodias estilo Mel Brooks. Promotores del empanamiento Pero la literatura griega no acaba con el teatro y la épica. Es mucho más. Por ejemplo, los helenos inventaron un par de disciplinas que hoy se han convertido en carreras universitarias en las que se cobijan centenares de soñadores, empanados, perdidos y vagos, y lo sé porque yo he pasado por ellas: me refiero a la filosofía y a la historia. La historia es una especialidad basada en el rencor y el no ponerse nunca de acuerdo. Si un grupo de historiadores tira de positivismo (escuela historiográfica para la que priman los hechos puntuales demostrados e inequívocos) entonces vienen los de los Annales y te joroban la fiesta con su historia social y la utilización de paparruchas como la antropología o la… ¡psicología! Si algunos autores hacen una historia de la guerra civil española dejando a los franquistas hechos unos zorros…, no te preocupes, que enseguida vendrán otros especialistas a hablar de la maldad inherente a lo republicano. Los historiadores hemos demostrado desde siempre nuestra total incapacidad para abordar la historia con un poquito de ecuanimidad y sentido común, y en cuanto alguno hace algo bien, enseguida viene otro a chafar su trabajo con alegría y desparpajo. Y esto lo aprendimos, sin duda, de nuestros maestros griegos, Tucídides y Heródoto. Siguiendo una línea cronológica, se diría que Heródoto fue el pionero, no solo en la labor de transcribir la historia y las cos-


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