6 de septiembre de 2019
1941 Anto Gamunev
Su nombre es Greta Chapema. Es enfermera de profesión. Pero todos los días cuando se levanta se arrepiente de su decisión. Se persigna, reza un Padre Nuestro, un Ave María y una oración a su Ángel de la Guarda, como su madre le enseñó. Pero no cree en oraciones. Solo las recita. Todas las mañanas. Todos los días. “Padre Nuestro que estás en el cielo...” Parada frente a la puerta de un pasillo blanco fantasmal, Greta Chapema resalta como una mariposa negra en una planta de algodón. Levanta la cabeza, respira profundo y sonríe forzosamente. Con bandeja en mano, Greta entra en la habitación donde hay tres hombres. “Es solo un día más,” repite diariamente. Dentro del cuarto se escucha la fuerte voz agringada de un hombre que no para de hablar. De primera instancia se encuentra con Jesús Velázquez. Un joven militar que perdió la vista. -Velázquez, buenos días. Déme su mano derecha, por favor,- Greta utiliza una voz tierna. Velázquez la ignora. -Velázquez, por favor,- sube el tono. Sin respuesta alguna, Greta le pone las pastillas en su mano. Se aleja de su cama. Con gracia felina, Greta se dirige a la segunda cama. Frente a una ventana,
los rizos dorados de Shaggy Rogers no paran de brillar. Parece un ángel. Greta se detiene. Nunca lo había visto. Se siente atraída. Su acento es peculiar. -Bueino Velazcueez, yo terminar de contar luego del paisajey. Por ahoura contar de las tetas de la negra que nous vinou a cuidar,- comenta Rogers. Greta pierde el interés. Trata de desconectarse de los comentarios machistas que tanto odia. Le entrega sus pastillas y se aleja. -Perdón, de las tetas de la enfermerah. Son redounditas, firm. Estoy segurow que fueron hechas por Dios. Velazcueez de lo que te estás perdiendo, cuando se vire yo contar si tiene el culo grahnde, pero hacer después porque estar mirando mal,Rogers añade. Greta se dirige a la tercera cama. Ya Rogers se ha vuelto un murmullo. Parada junto a César Avilés, Greta observa la fotografía que él tiene en la mano. Es de otro hombre. Un joven piloto. Avilés no se percata de que lo están mirando. Con ojos aguados, pasa su dedo pulgar en forma circular sobre la cara del piloto. Greta comparte este sentimiento. Con pastillas en mano y un poco más cerca de Avilés, Greta toca el hombro de Avilés. Él despierta de su letargo. 82