IZASKUN LANDAIDA
LA PANDEMIA Y SUS EFECTOS EN LA IGUALDAD DE MUJERES Y HOMBRES
DIRECTORA DE EMAKUNDE-INSTITUTO VASCO DE LA MUJER
P
ara analizar lo ocurrido en nuestra sociedad desde el inicio de la pandemia generada por la Covid-19 y su incidencia en la igualdad de mujeres y hombres, es necesario partir de una premisa: Ninguna crisis afecta de igual manera a todas las personas. Siempre tienen un impacto negativo más significativo en aquellas personas que presentaban ya antes una situación de mayor vulnerabilidad: personas con trabajos precarios o sin empleo, personas sin hogar, personas con discapacidad o enfermedades crónicas, personas mayores, migradas, etc. Las crisis, la pandemia, tienen el poder de visibilizar nítidamente y magnificar las desigualdades preexistentes. Así mismo, la desigualdad de mujeres y hombres que persiste en nuestra sociedad explica que, dentro de estos grupos, las mujeres y las niñas estén más expuestas a esta crisis en términos de discriminación, violencia y vulneración de derechos. La pandemia de la Covid-19 ha impactado de manera diferente en mujeres y hombres, no sólo en términos de prevalencia de la enfermedad, sino en clave de consecuencias en el bienestar emocional, en las relaciones familiares, en la asunción de los cuidados, en el empleo, en los niveles de exclusión social, etc.
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Conscientes de esta realidad desde Emakunde publicamos el estudio “La igualdad en época de pandemia. El impacto de la Covid-19 desde la perspectiva de género”, disponible en nuestra página web, cuyo objetivo es ofrecer a los distintos agentes socioeconómicos algunas claves que ayuden a comprender mejor cómo y por qué la pandemia de la Covid-19 impacta de manera diferente en mujeres y hombres, así como ofrecer recomendaciones para adecuar las respuestas considerando la perspectiva de género y minimizar así las consecuencias negativas. Si algo nos ha dejado ver con claridad esta pandemia ha sido la importancia de los cuidados para el sostenimiento de la vida y, junto a ello, nos ha permitido ratificar que se trata de labores invisibilizadas, feminizadas y no suficientemente valoradas ni repartidas en nuestra sociedad. Hemos visto, por ejemplo, cómo con la llegada de la pandemia, las responsabilidades de trabajo doméstico y de cuidado en los hogares han aumentado. A las dificultades habituales de conciliación y la falta de corresponsabilidad se sumaron el cierre de los centros educativos, la interrupción temporal o modificación de algunos servicios de atención a personas mayores o con discapacidad, o la suspensión de servicios que facilitan la conciliación como actividades extraescolares o deportivas entre otras. Esta situación ha supuesto una “refamiliarización” de los cuidados, una vuelta a la