Los siete cambios que nos volvieron locos Antonio Sola*
E
l mundo ha cambiado y, con él, el de la política. En este nuevo mundo que se empieza a construir ahora, hay que focalizarse en la generación de las nuevas reglas que lo regirán y que nos llevarán a una nueva construcción democrática: digital y directa, donde inevitablemente va a surgir la figura del líder digital. Se trata de una nueva democracia que destacará por su transversalidad, horizontabilidad y trazabilidad, que pondrá fin a la intermediación política como hoy la conocemos. De esta forma, avanzaremos hacia la conformación de gobiernos solidarios, altruistas, cooperativos que trabajen bajo la mirada compasiva que tanto necesitamos. Pero, ¿qué cambios nos han traído hasta aquí que debe tener en cuenta ese nuevo líder digital? Son siete. Siete cambios que nos han vuelto locos. El primero es ser consciente de que afrontamos la era de la politictainment. Para afrontarla con éxito, hay que resignificar la sociedad del espectáculo. No se debe entender como una mera colección de simples imágenes. Hay que asimilarla como la nueva forma de relación social mediada por ellas. En este punto, desde la política, es fundamental generar identidad de valor. El segundo cambio pasa por entender la evolución del concepto “pueblo” al de “público”. El líder digital va a enfrentarse al público, no más al pueblo, en una sociedad del espectáculo bien com-
prendida. Si en el siglo XX los políticos necesitaban masas, en el XXI necesitarán espectadores. Sí, espectadores, del latín: spectator o spectatoris, que significa el que tiene el hábito de mirar y observar, contemplar y determinar. Por eso, debemos reconstruir nuestras relaciones para entender que lo importante no es sacarnos fotos para Instagram o convertirnos a toda costa en influencers. En tercer lugar, la inteligencia colectiva se impone sobre la individual. Es fundamental creer en lo colectivo porque nadie sabe más que todos. Este nuevo mundo que ya afrontamos hoy trae numerosos retos que solos no seremos capaces de superar. Solos no pudimos, no podemos y no podremos. España necesita de Sudáfrica, que necesita de India, que necesita de Argentina, que necesita de Nepal, que necesita de Francia y así. Todos nos necesitamos. El cuarto punto es la necesidad de hablar y pedir el voto a la masa cerebral y no a la masa popular. Y esto no significa racionalizar el proceso de la decisión, sino más bien al contrario, entender que la emoción como conductor es la parte psíquico-física que alimenta la inteligencia que viaja al cerebro límbico para ayudarnos a escoger el camino que queremos transitar. La política, el voto, como otras pasiones de la vida, están hospedados aquí, y comprender nuestro cerebro para orientarlo es infinitamente mejor que aborregarnos como masa popular, que es lo que hasta ahora ha sucedido.