E
n este último año tomamos conciencia de lo cercana que está la muerte en nuestras vidas; muchas personas vieron partir a familiares y seres queridos en cuestión de días. La pandemia y el complicado virus que empieza a controlarse con dificultad son temas recurrentes. Nos asusta y preocupa el aumento del número de difuntos, y no es para menos. Pero, al parecer, no nos percatamos de que existen otros virus que, de igual forma, cada año acaban con la vida de muchos hermanos. Entre esas toxinas, el papa Francisco habla de la exclusión de las personas en la sociedad como resultado de políticas económicas que las consideran sólo en función de su utilidad o su productividad. En todo el mundo existe una realidad que excluye a las personas, obligándolas a vivir al margen y sin posibilidad de ejercer su derecho a un trato digno. Por muchas razones acaban en las calles, sin una morada fija, sin alimento asegurado, sin cuidado sanitario; son marginadas y despreciadas. Basta ver un poco más alrededor para comprobar los miles de niños abandonados que viven bajo los puentes, las personas marginadas que se refugian en la droga o el alcohol; otras son víctimas de la trata de personas; niños obligados a trabajar; niñas que se convierten en empleadas domésticas; personas sin estudios que son explotadas y tratadas como esclavas. En todos los continentes vemos a miles de hermanos obligados a dejar su tierra, sus hogares y sus familias para emigrar en busca de oportunidades de trabajo, con la esperanza de volver un día a gozar de una vida más digna. ¿Cuántos migrantes parten con ese sueño? Y les toca cargar con la dura experiencia de la exclusión y el desprecio en países que nunca llegarán a ser los suyos y en culturas en las que nunca acabarán por integrarse. El mandamiento que nos recuerda el Papa: «no matarás» se alza para que no seamos cómplices ni quedemos indiferentes ante el sufrimiento; nuestra grandeza está en incluir a los demás, reconociendo que todos tenemos la misma dignidad. La paz y la felicidad llegarán cuando creemos sistemas y modelos de sociedad en donde se les reconozca a todos los seres humanos el derecho a participar.
Francisco, el Papa misionero
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El virus
de la exclusión «Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y de la inequidad”. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión» (Evangelii gaudium 53).
MISIONEROS COMBONIANOS
Por: P. Enrique SÁNCHEZ, mccj
Esquila Misional
junio 2021