CUENTO
Amor de estación
Arturo Mendoza Peña
F
ernando ingresó a la estación Félix Cuevas de la Línea 1 del Metrobús, como lo hacía cotidianamente, de lunes a viernes, casi de forma monótona. Tomó su cartera, sacó su tarjeta y recargó 50 pesos, lo justo para los pasajes de los días restantes de la semana. Cruzó los torniquetes con un caminar pausado. Se paró a esperar la llegada del autobús, en el tercer espacio justo después de la compuerta destinada para mujeres y personas de la tercera edad. Con audífonos puestos y la paciencia que le daba salir temprano de casa, se quedó aguardando. Al llegar la unidad, ingresó y se colocó en la parte de la articulación entre los dos camiones que conforman un metrobús; se recargó sobre un sostén allí ubicado. De pronto notó la presencia de una dama que lo observaba fijamente. Fernando se sonrojó y le sonrió, provocando la misma reacción en ella. Al pasar de las estaciones la unidad fue abordada por más gente, lo que provocó un tropel y que se perdieran de vista. No supieron dónde bajó cada uno.
Al día siguiente, la rutina de Fer se repitió: ingresó a la estación y se colocó en el andén, en el mismo espacio que habitualmente ocupaba. Pero ese día la música no sería su acompañante, pues olvidó los audífonos en el buró de su habitación. Este pequeño detalle le permitió observar a su alrededor, y vaya sorpresa que se llevó. En el espacio destinado a mujeres aguardaba la misma dama del día anterior. Parecía como si lo estuviera esperando. En ese momento arribó el transporte y lo tomaron. Para volverlo todo más familiar ambos se dirigieron al mismo lugar, el de la articulación, como si se hubieran puesto de acuerdo, sin saber que normalmente se paraban en aquel rincón. La escena se repitió así durante los días subsecuentes, ambos ya se esperaban inconscientemente, querían verse como dos amigos, aunque simplemente eran un par de desconocidos inesperadamente atraídos uno al otro. Cruzaban miradas, se buscaban con un simple vistazo y corroboraban que fueran dentro de la unidad.
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