CURIOSITY
EN CLAVE DE MUY
LO QUE DICE LA CIENCIA SOBRE LOS MÚSICOS: ¿NACEN O SE HACEN? AUNQUE EXISTE UN COMPONENTE GENÉTICO, ES LA PRÁCTICA LO QUE PERMITE DESARROLLAR EL TALENTO MUSICAL Y ESE ‘OÍDO PERFECTO’ QUE TENÍAN MOZART Y FREDDIE MERCURY. os individuos permanecen sentados en una oscura sala esperando a ser sometidos a un escáner cerebral de resonancia magnética funcional. A la derecha, un abogado aficionado a la escalada y el rafting que dice escuchar rock en sus ratos libres, pero ni tiene conocimientos musicales ni tampoco ha tocado un instrumento en toda su vida. A su izquierda, un músico profesional que lleva veinte años tocando el piano, además de hacer sus pinitos con la batería y el ukelele. Ambos pasan unos cuantos minutos escuchando piezas musicales de distintos géneros. ¿Y bien? ¿Se detectan diferencias? Haberlas haylas, como las meigas. Investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) demostraron hace un par de años que hay diferencias sustanciales en la actividad del lóbulo frontal y el lóbulo temporal del cerebro del hemisferio derecho, que es indiscutiblemente más intensa en los músicos. Surge entonces la duda: ¿es fruto del entrenamiento o se trata de una habilidad innata? A estas alturas nadie discute que, la práctica (musical) no solo hace al maestro, sino que además modifica el cerebro. De acuerdo con un estudio reciente de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), bastan unas pocas clases de música para detectar un aumento del flujo sanguíneo en el hemisferio izquierdo. Porque, dicho sea de paso, hay que tener en cuenta que la música pone a trabajar a ambos hemisferios. El derecho se ocupa de procesar la canción y detectar el tono y la melodía, mientras que para procesar el ritmo e interpretar el mensaje necesitamos que entre en juego el izquierdo.
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AHORA BIEN, ¿PODEMOS DEDUCIR QUE CUALQUIERA PUEDE CONVERTIRSE EN UN MÚSICO BRILLANTE, DIGAMOS, CON DIEZ MIL HORAS DE PRÁCTICA? Parece ser que no. Otro estudio estadounidense basado en 850 parejas de gemelos y mellizos demostró que, aunque la práctica es importante, existe un componente genético indiscutible. En otras palabras: en gran medida la aptitud para la música es innata. Aunque, todo hay que decirlo, solo aflora si se practica concienzudamente. “Los genes son la semilla, la práctica hace que el talento se desarrolle”, concluían los investigadores. No acaba ahí la cosa. Hace unos meses, un estudio dado a conocer en la revista científica Journal of the Acoustical Society of America aportaba otro dato revelador. Pese a que a los seis meses de edad ningún crío ha recibido entrenamiento musical, cuando se les hace escuchar secuencias en tonos musicales mayores y menores, se observa que solo el 30 % los distingue –el 70 % restante no lo hace–.
¿Has notado alguna vez que, cuando escuchas una canción, hay algunos sonidos que te chirrían, sin que puedas explicar por qué? Cuando las secuencias musicales percibidas no terminan como cabría esperar, nuestro cerebro reacciona de inmediato, con independencia de si hemos recibido formación musical o no. Concretamente, las irregularidades en las secuencias musicales hacen que el cerebro produzca una respuesta específica y universal denominada negatividad anterior derecha temprana (ERAN, por sus siglas en inglés, que vienen de early right anterior negativity), según han demostrado Juan Manuel Toro y Carlota Pagès Portabella, del Centro de Cognición y Cerebro de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). La diferencia entre los músicos y los aficionados en este caso es que, cuando los primeros escuchan un final completamente inaceptable desde el punto de vista armónico, su cerebro responde con más fuerza que cuando oyen finales que simplemente resultan inesperados. LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS PODEMOS APRENDER A DISTINGUIR DÓNDE SE SITÚA UNA NOTA MUSICAL EN RELACIÓN CON LAS CONTIGUAS. A grandes rasgos, solemos percibir con cierta facilidad si un mi es más alto que un do. Sin embargo, solo uno de cada diez mil sujetos tiene lo que se conoce como oído absoluto u oído perfecto; o lo que es lo mismo, son capaces de identificar inequívocamente cada nota aislada de la escala musical. Eso les permite reproducir prácticamente cualquier melodía sin necesidad de una partitura y sin necesitar un primer tono de referencia. Un privilegio que compartían Michael Jackson, Mozart y Freddie Mercury, entre otros. Los neurocientíficos aseguran que esta habilidad reside en la corteza auditiva temprana, que es bastante más voluminosa en quienes poseen “el don”. ¿Innato o adquirido? Pues, nuevamente, la ciencia apunta que existe predisposición genética al oído perfecto, pero que el entrenamiento musical a edades tempranas es crucial para que salga a la luz. En el polo opuesto se encuentran las personas que sufren amusia congénita. Esto es: que desde que nacen son incapaces de reconocer tonos o ritmos musicales, e incluso de reproducirlos. Lo que les falla es la sustancia blanca que conecta el córtex auditivo en el lóbulo temporal con el giro inferior frontal. El problema tiene una prevalencia algo menor al 4 %. No debe confundirse con la amusia adquirida, causada en un individuo sano tras sufrir una lesión cerebral.
ESTOS ARTISTAS PIENSAN DIFERENTE 72
POR ELENA SANZ @elenasanz_
Tengas o no talento musical innato, recibir formación musical te sienta bien. Porque existen pruebas de que los músicos profesionales usan más efectivamente una técnica creativa llamada pensamiento divergente, que implica el uso simultáneo de la corteza frontal de ambos hemisferios cerebrales para encontrar soluciones múltiples e ingeniosas a problemas complejos. Dice Bradley Folley, neurocientífico de la Universidad de Vanderbilt (EE. UU.), que probablemente se debe a que “los músicos instrumentales suelen integrar diferentes líneas melódicas con ambas manos en una sola pieza musical, y eso supone ser capaces de leer simultáneamente símbolos musicales, que implican al hemisferio izquierdo, y de interpretar esa música escrita, para lo que interviene el derecho”.