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Der Himmel über Berlin Federico Vite
Ahora suena esa canción y es cuando pienso que protagonizo acciones simétricas. Estoy con una mujer que me hace recordarte. Aprecio la insistencia del destino: se llaman igual. A quien busco en mi mente lleva años fuera de mi vida; quien ahora dormita mientras aumento el volumen de la grabadora es un método para huir con displicencia de los parajes sentimentales impuestos por una separación violenta. El silencio se agrandaba cuando las volutas de tu cigarro ascendían hasta el techo de aquel departamento de la calle Große Hamburger, pequeñas frases de una sintaxis incandescente, pensamientos evaporándose rápido, destellos de una vida funesta. Suspirabas girando el rostro hacia el biombo. —¿En quién estás pensando? —intenté hurgar en tu corazón. —Ataques de ansiedad, marejadas sentimentales, ideas que terminan lacerando mi pecho. Recuerdo que charlamos en la cama, abrazados para mitigar el frío. Finalmente, yo también sufrí ataques de ansiedad, marejadas sentimentales. Eras un bosque repleto de árboles espléndidos que no le tenían miedo a la muerte. La mujer de ahora desnuda el tatuaje de la entrepierna: serpiente bífida buscando un árbol de gran follaje. Bosteza, el cabello largo y castaño oculta el rostro. Se parece tanto a ti, incluso en la voz grave. Esta noche cumpliríamos quince años de vida juntos; pero aquella madrugada, cuando los dos éramos una respuesta sentimental al ansia del otro, supe que tu intención no era seguir viva. Intuí la tragedia al ver cómo colocabas el cuchillo sobre tus muñecas delgadas, blancas y suaves mientras yo fingía que estaba completamente dormido. La mujer de mi cama se levanta rumbo a la cocina. Escucho que abre el refrigerador, pone un vaso sobre la mesa; el sonido del líquido golpeando el cristal crea
torre de marfil |
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