a dialogar y producir transformaciones.12 Ello compromete al Estado, a la comunidad y a la escuela con los oprimidos, las mujeres, los indígenas, los afrodescendientes, las personas con discapacidad, la diversidad sexual violentada, y no con un tipo de educación que sustrae a las niñas, niños y adolescentes de sus condiciones históricas y sociales y los determina a ser depositarios de información cuyo valor social y económico se traduce en la forma de capital humano. Por ello, es fundamental conocer y reconocer las desigualdades que prevalecen en las niñas, niños y adolescentes y el horizonte de exclusiones que las acompañan. En el caso de América Latina y el Caribe, la pandemia ha hecho aún más evidente la gran desigualdad de la región. En México, el 51% de los niños, niñas y adolescentes viven en situación de pobreza. De ellos, 4 millones viven en pobreza extrema. La probabilidad de pertenecer a este último grupo se acrecienta si son parte de hogares indígenas, viven en zonas rurales, algún miembro de su familia tiene alguna discapacidad o la madre, padre o tutor tiene un nivel bajo de escolaridad. Una de las principales carencias que afecta a la población de 0 a 17 años es el acceso a la seguridad social. Ello se debe en parte a la alta tasa de empleo informal en el país y a que muchas familias no tienen acceso a programas de protección social.13
1.1 Acceso, cobertura y operación del currículo
12
Daianny Costa (2015), en Danilo R. Streck et al (coord.), Diccionario Paulo Freire, Lima, CEAAL, p. 405. UNICEF, Política social e inversión en la infancia. <Página electrónica: https://www.unicef.org/mexico/pol%C3%ADtica-social-e-inversi%C3%B3n-en-la-infancia> 13
13