Hacendera nº7_2018

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Hacendera I 2018

LA VIEJA FUENTE MARÍA GONZÁLEZ

Q

ué bonito era ver, antes de salir el sol y en los atardeceres de verano, a las mujeres y jovencitas bajar y subir por aquellas pendientes; cuestas llenas de piedras que llegaban hasta ella, con sus cántaros, barrilas y botijos a buscar el agua cristalina que manaba de esa hermosa fuente, para saciar la sed que se traía después de una jornada de trabajo. Era costoso, y sobre todo en invierno, cuando a veces había que hacer una senda entre la nieve; pero aún así era romántico y divertido, sobre todo para las jóvenes cuando se encontraban con los chicos, aunque algunos en mitad de la cuesta se divertían tirándoles el agua del cántaro. Se pasaba un buen rato de parola y donde algunas no tan jóvenes iban a media tarde con sus cántaros y se juntaban dos o tres, y charlando se les pasaba la tarde. Decían: “éstos días de mayo, días del diablo, ni aún tiempo ha’ hablar hay”. Volviendo a la fuente... es muy bonita con su cubierta tosca y grisácea. Tenía una boca siempre abierta, con sus tres peldaños que parecían tres lenguas. La fuente, todas las noches, se llenaba de agua para abastecer a sus vecinos. El rebosante de la fuente llenaba un pequeño estanque (o bebedero) donde los vecinos llevaban a los animales para matar la sed. Estaba rodeada de hermosos plantíos llenos de negrillos y álamos, de ver-

Todos querían ir a la fuente al atardecer, pues más de uno se enamoró ayudando a las chicas con los pesados cántaros, y como dice el refrán “cántaro que mucho va a la fuente, alguna vez llega a perder el asa” 28


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