Hacendera I 2018
EMIGRANTES E INMIGRANTES,
EL VIAJE DE IDA Y VUELTA DOMINGA ALIJA más se supo, porque hasta mandar una carta o recibirla, era toda una hazaña. La situación tuvo que ser muy difícil, tanto que, incluso a día de hoy, cuesta imaginar.
C
omenzaré refiriéndome a los años 20 del siglo pasado, por tanto ya cien años atrás. Mis datos son solo de oírlo a mis antepasados. España era pobre de solemnidad, había pasado la primera guerra mundial y Valcabado, como otros pueblos, buscó salida emigrando principalmente a Hispanoamérica, sobre todo hacia Argentina, Cuba o República Dominicana. Solo en Valcabado unas 30 personas cruzaron el Atlántico. Normalmente las familias que se habían ido antes reclamaban a otros que les acompañaban en la aventura posteriormente. De todas estas personas solamente 4 ó 5 familias han
conseguido volver de visita en alguna ocasión a lo largo de la vida y aunque siempre han vivido con la añoranza de volver, al cabo de 50 ó 60 años viviendo tan lejos, la gente echa raíces en sus nuevos países, se casan, constituyen nuevas familias…o incluso por falta de medios económicos, ya no les es posible VOLVER. Al final prácticamente todos se ha quedado “por allá” come dicen ellos. El viaje de ida nunca se olvida, se alargaba hasta un mes en barco, mal comiendo, mal viviendo, sin dinero y sin ropa apropiada. Se decía que se iban para “hacer las américas”, pero en realidad pocos lo consiguieron. De la mayoría nunca
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Desde entonces hasta los años 50-60 del siglo pasado la gente se quedó en España pasando muchas necesidades. En Valcabado había dos o tres familias que daban algo de trabajo por cuatro perras y la comida. En esos años arrancaron el monte de Mestajas y roturaron el soto para poder sembrar remolacha y maíz. Allí trabajábamos, en la primavera entresacando remolacha a destajo para sacar un jornal y desde noviembre a febrero quitando mazorcas de maíz (por supuesto sin guantes ¡Que lujo!). Ida y vuelta andando, comiendo de fiambrera, al sereno, con una hoguera para calentar las manos y la comida, el terreno helado, un mal calzado. ¡Que frío pasábamos! Todavía creo que tengo secuelas; al menos en la mente. Fue muy duro. A partir de los 60 comenzó una nueva emigración, esta vez a las grandes ciudades de España (principalmente a Madrid, Barcelona y el País Vasco), a Europa (Alemania, Holanda, Suiza…) e incluso al Canadá. Todas estas personas se iban al extranjero