Saluda
Una Semana Santa aparentemente igual pero siempre diferente, renovada y auténtica
L
eón es ciudad de Semana Santa. Y hago esta afirmación rotunda porque la pujanza actual de las cofradías y hermandades leonesas, herederas universales de aquellas primeras agrupaciones de penitencia y pasión que se forjaron entre los siglos XVI y XVII, es un fiel reflejo de lo que sienten, por un lado, quienes visten la túnica- nuestros papones- verdaderos protagonistas de la conmemoración católica y, por otro, de todos aquellos que participamos y vivimos la Semana Santa desde calles y plazas, apostados en las aceras para contemplar y disfrutar nuestras procesiones. Una Semana Santa que no se limita a los ocho días pasionales sino que se extiende con generosidad a lo largo de las trescientas sesenta y cinco jornadas del calendario, sobre un amplio lienzo que aglutina a las dieciséis instituciones de “papones” fundadas en la capital, donde la más antigua -Nuestra Señora de las Angustias y Soledad- goza de una vida de cuatrocientos treinta y nueve años, y la más moderna -El Cristo del Gran Poderde algo más de veintitrés. El conjunto que representan todas ellas, desde el Sábado de Pasión hasta las primeras horas de la tarde del Domingo de Gloria, imbuye a la capital de una riqueza espiritual y patrimonial que los leoneses sienten como propia e inigualable. Nuestra Semana Santa despunta con la vespertina procesión de la Dolorosa, nuestra querida Virgen del Mercado, pórtico de la Semana Mayor en el afecto de los leoneses y comienzo necesario de la misma.
Cuántas tardes, cuántos años, recuerdo la impaciente espera en nuestra incomparable plaza del Grano de ese cortejo de fe, velas, rosarios, rezos y cánticos que acompañan a la Virgen de las Tristezas en una procesión que, al margen de las cofradías pero con el amor de todas ellas, se ha convertido en el prólogo de la conmemoración sagrada. Si tuviera que elegir un acto que simbolice nuestra Semana Santa, quizá me inclinase por la llamada de campanas del viernes de dolores que resuena con insistencia desde Puerta Moneda por todo el barrio del Mercado. Y con ese punto de partida, la ciudad de León se convierte en un hervidero de gentes y de afectos, donde se recuperan los amigos que vuelven en estas fechas, y donde familias enteras se reencuentran y se echan a la calle a vivir una Semana Santa plena, auténtica, nuestra, muy nuestra, y de todos aquellos que quieran compartirla con nosotros. La severidad, el respeto y la devoción, que priman en todas las manifestaciones procesionales, son seña de identidad que han convertido estas fechas en un lujo para la vista y en una necesidad para el alma de los que somos creyentes. Desde estas líneas, quiero aprovechar para transmitir mis mejores deseos a las cofradías y hermandades de la ciudad y, sobre todo, a los miles de ‘papones’ y ‘paponas’ que, con su presencia y esfuerzo, la hacen posible. También, para que, un año más, disfrutemos de una Semana Santa aparentemente igual pero siempre diferente, renovada y auténtica.
Me enorgullece revelar que soy esposa y madre de “papones” y “paponas y que a través suya me siento partícipe y artífice de esta bella realidad que tanto define nuestra tierra, y digo nuestra porque el amor a ella, después de 25 años, me hace sentirme, si me lo permitís, como una leonesa de derecho. Termino con las mismas palabras del pasado año, deseando a todas y cada una de las cofradías y hermandades, y a todos y cada uno de los leoneses y leonesas, que la Semana Santa sea de nuevo nuestro mejor escaparate para que cuantos nos visiten se empapen de lo que somos y representamos. Y, de manera fundamental, para que continúen apostando por esta ciudad y no tengan la menor duda en afirmar a su regreso, que, efectivamente, León, por derecho propio, es ciudad de Semana Santa. • María Teresa Mata Sierra Subdelegada del Gobierno de España en León
Semana Santa • León 2017
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