OLVERA ︱ REVISTA DE LA REAL FERIA DE SAN AGUSTÍN Texto: Ignacio Díaz Sierra
“EN GUARDA Y DEFENSIÓN DE LA VILLA” LOS VECINOS DE OLVERA Y LA FRONTERA CON EL SULTANATO DE GRANADA
La fortaleza nazarí de Olvera fue conquistada en 1327 por Alfonso XI de Castilla. Tras su rendición, la población andalusí fue expulsada de la localidad y sustituida por un número indeterminado pero pequeño de colonos cristianos que se estableció dentro de sus muros. Olvera se convirtió entonces en uno de los principales enclaves fronterizos del Reino de Sevilla. A lo largo de unos ciento sesenta años, la villa y sus habitantes constituyeron la primera línea de defensa sevillana y una plataforma aventajada para lanzar expediciones de saqueo y conquista contra el sultanato de Granada. A pesar del alto grado de interés que la historiografía medieval española ha demostrado por el origen y la evolución de la frontera entre Castilla y Granada entre mediados del siglo XIII y finales del XV, es muy poco lo que se sabe sobre los hombres y mujeres que poblaron los asentamientos fronterizos castellanos. La escasez de fuentes textuales ha favorecido que se estudie de forma casi exclusiva la documentación que generaron la monarquía y la aristocracia castellanas al organizar la defensa de la frontera. El contenido de estos documentos tiene un carácter marcadamente militar que ha condicionado la producción historiográfica, principalmente interesada en cuestiones políticas y bélicas. En consecuencia, se ha construido una imagen unidimensional de los habitantes de los enclaves fronterizos, que han sido presentados como un conjunto variopinto de soldados profesionales, criminales huidos e individuos marginados, los cuales habrían estado dedicados únicamente a la guerra y habrían sido incapaces de realizar otras actividades económicas. Sin embargo, el estudio detallado de casos bien documentados como el de Olvera ofrece una imagen más compleja de las comunidades castellanas fronterizas. Los fondos documentales del ducado de Osuna de la Sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional contienen una gran cantidad de documentación de finales del siglo XV y principios del siglo XVI relacionada con Olvera en las décadas previas a la conquista de Granada en 1492. Como se verá a continuación, la villa no fue solo un enclave militar ocupado por soldados y delincuentes, sino que muchos de sus vecinos combinaron las tareas agrícolas con su papel de defensores de la frontera.
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1. LA VIDA EN LA FRONTERA La mejor forma de asegurar que las plazas conquistadas a los andalusíes permaneciesen bajo dominio castellano era establecer en ellas vecinos cristianos que estuviesen dispuestos a poblarlas y defenderlas. No obstante, la dureza de las condiciones de vida en la frontera obligó a la monarquía y a la aristocracia a adoptar medidas extraordinarias para conseguirlo. Principalmente se sirvieron de la concesión de exenciones fiscales y de la promesa de pagar un salario a los colonos para intentar retener un número mínimo de vecinos en estas plazas.
En 1327, Alfonso XI concedió a Olvera sus primeros privilegios fiscales mediante la emisión de una carta puebla, documento que fue confirmado por cada nuevo monarca castellano a petición de los señores de la villa. A las franquicias de la corona, se fueron sumando las concesiones efectuadas por los diversos linajes nobles que ejercieron su dominio sobre la plaza -los Guzmán, los Zúñiga y los Téllez Giróny por el obispado de Málaga. Pero todas las ventajas ofrecidas a los pobladores de Olvera, no lograron consolidar más que una vecindad de apenas sesenta vecinos. No fue hasta después de la conquista de Granada en 1492 que la población de la villa empezó a crecer de forma rápida y sostenida. Los señores de Olvera encontraron serias dificultades para conservar a la pequeña comunidad que se había establecido en ella a lo largo de los siglos XIV y XV. Las coyunturas especialmente adversas, como las épocas de malas cosechas o de enfrentamiento bélico, amenazaban con despoblar de forma permanente la fortaleza. Pero incluso en épocas de bonanza, la población de la Olvera bajomedieval parece haber estado caracterizada por constantes fluctuaciones. Un tanto por ciento muy elevado de los hombres que residieron en Olvera antes de 1492 procedía de otros lugares de Andalucía -como Morón de la Frontera, Utrera, Baeza y Alcaudete-, y muchos de ellos marcharon de Olvera durante o después de la Guerra de Granada para ir a residir a otros lugares -Ronda, Setenil, Loja, Vélez-Málaga. Además, muchos de ellos eran solteros en aquella época, o al menos dejaron a sus familias en sus lugares de origen al trasladarse a Olvera de forma temporal. Esto no quiere decir que en la segunda mitad del siglo XV no hubiera un vecindario más o menos estable en Olvera, integrado por grupos familiares que estuvieron asentados permanentemente o durante periodos largos en ella. Cuando los Téllez Girón compraron la villa al linaje de los Zúñiga en 1460, se juntaron para cabildo los alcaldes, alguacil y jurados de la localidad, así como varios “omes buenos e uesynos”; lo cual quiere decir que para entonces la administración concejil ya estaba plenamente constituida (AHN, Osuna). Igualmente, la documentación también hace referencia a la presencia de familias en la villa antes de la conquista de Granada. Por ejemplo, hay constancia de que al menos seis individuos que aparecen en documentos del siglo XVI nacieron en ella entre 1452 y 1478. También hay noticias de que algunos vecinos se establecieron en la villa con sus parientes. Es el caso del hidalgo Antón de Medina, que en los años 1470 se trasladó a Olvera desde su ciudad natal de Utrera con su padre y su abuelo. Uno de los aspectos más obscuros de la vida de comunidades fronterizas como la olvereña es la gestión que hicieron de sus tierras antes de la conquista de Granada. La escasez de pobladores y las razias musulmanas limitaron la extensión y los tipos de cultivos que se plantaban en el término de la villa. En periodos de guerra abierta, solo se sembraba junto a los muros de la villa “algund poquillo de pan” y “unos alcaçelejos para fazer paja para los cavallos”. Los vecinos aprovechaban el “tiempo de las pazes” para labrar partes más alejadas de sus territorios, pero ni siquiera en estas ocasiones se producía lo suficiente como para pagar el diezmo de la cosecha. Durante las tre-