OLVERA ︱ REVISTA DE LA REAL FERIA DE SAN AGUSTÍN Texto: Antonio Pérez Guerrero
Eduardo en su lugar de trabajo, el jardín de la calle Victoria.
RECORDANDO A UN GRAN PERSONAJE
E
ste año me he ocupado de traeros la vida de un insigne personaje, que me viene a la memoria de mi infancia. Me estoy refiriendo a “Eduardo Gitano”, como cariñosamente todo el pueblo de Olvera lo conocíamos. Su verdadero nombre fue Eduardo Flores Reyes. Nació en el seno de una familia humilde en el año 1916 y vivió hasta el 2006. Fue hijo de Antonio y de Encarnación; fruto de este matrimonio nacen cinco varones y dos hembras.
134
Eduardo, como muchos otros de su época, nace en unos años muy duros, donde los productos de primera necesidad y más elementales no estaban al alcance de cualquier familia. En cuanto a los estudios, más de lo mismo, casi inexistentes. En el año 1946 aproximadamente, contrae matrimonio con Doña María Rayas, con la que no tuvo descendencia. Tras hablar con su sobrino Ramón, pude descubrir algunos detalles más de la vida de Eduardo. Pude saber que era un forofo de las matemáticas y que además era autodidacta en este menester, salvo en las nociones básicas. Eduardo se defendía en la lectura y escritura, algo poco usual para los tiempos en los que vivió su infancia, pero era en las matemáticas donde encontraba una de sus pasiones.
Según me pudo contar su sobrino, siempre iba con un manojo de papeles doblados en el bolsillo de su camisa, que también le servía de cartera al cogerlo todo con una goma elástica. Estos papeles estaban repletos de problemas matemáticos que extraía de un antiguo libro de texto, en concreto, una enciclopedia de grado medio, que aún conserva su sobrino. Me comenta que a las mínimas de cambio, cogía su manojo de papeles y le dictaba un problema matemático, con la peculiaridad de que casi siempre le repetía el mismo. Este problema empezaba así: «Una fuente tiene 8 caños, los cuales han manado...» Mientras me contaba esto pudimos coincidir con Luisa, otra de sus sobrinas, que al escuchar esto, no tuvo más que decir: «es verdad, me acuerdo de ese problema». Sin duda se trataba de un rasgo característico en la vida de Eduardo que era imprescindible incluir en este artículo, ya que formaba parte de su día a día. En cualquier momento se le podía visitar en su casa de la calle Pilar y encontrarlo sentado a la mesa haciendo cuentas rodeado de la multitud de canarios y jilgueros que tenía en su casa, otras de sus aficiones. Le encantaba la ornitología, algo que compartía con su esposa María Rayas.