ICONOS
Jean-Paul Belmondo falleció el pasado 6 de septiembre a los 88 años de edad. Durante su carrera como actor, participó en más de 80 películas.
JEAN-PAUL BELMONDO
EL ENCANTO DE SER FRANCÉS UNO DE ESOS ESCASOS PERSONAJES CAPACES DE AUNAR a todo un país en torno a su figura. Lo dejó escrito en las redes sociales, junto a una incondicional loa, el presidente francés Emmanuel Macron: “En él nos encontramos todos”. En su socarronería, en su atractivo canalla, en su ingenio despreocupado. El actor Jean-Paul Belmondo murió el 6 de septiembre a los 88 años de edad, en su casa, como punto final a un cansancio vital que, según sus cercanos, se había apoderado ya inexorablemente de él. Cosas de la vida; nada que reprocharle a un destino al que Belmondo también había coseguido seducir. “A lo largo de mi vida lo he hecho todo y lo he tenido todo –dijo al recibir en 2016 el León de Honor de la Mostra de Venecia, el galardón más importante de su carrera junto a la Palma de Honor en Cannes en 2011–. No tengo remordimientos. He hecho todo lo que quería hacer y hoy amo las cosas que tengo: la vida, el sol y el mar”.
Nacido en París en 1933, hijo de un escultor y de una pintora que le acercaron los encantos de una vida bohemia, Belmondo se convirtió en emblema de la llamada Nouvelle Vague cuando rodó, bajo la dirección de Jean Luc Godard, Al final de la escapada. Pero no fue el cine intelectual de autor el que le convirtió en un icono para el público, que le quería por películas como El profesional, El incorregible, El hombre de Río, Borsalino o Uno de dos; también por El clan de los marselleses, Pierrot, el loco y otros muchos títulos entre los más de 80 que engrosan su filmografía hasta su despedida de las pantallas, en 2008, con Un hombre y un perro. Tras su muerte, toda Francia le rindió homenaje, con grandes titulares en todos los periódicos, con programaciones televisivas especiales, con un acto solemne en el monumento de los Inválidos. Porque con Belmondo no se ha ido solo un actor, sino un símbolo. María Rosa
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