Gentleman_198_octubre

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PORTADA

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EL LARGO ADIÓS DANIEL CRAIG SE DESPIDE DEL PERSONAJE QUE CAMBIÓ SU VIDA PARA SIEMPRE. SE VA CON LA CABEZA ALTA: ÉL TAMBIÉN HA CAMBIADO PARA SIEMPRE EL LEGADO DE JAMES BOND. TEXTO IRENE CRESPO

En la página siguiente, Daniel Craig en un momento del rodaje de Sin tiempo para morir. La nueva película de la saga Bond se estrena el 1 de octubre.

DANIEL CRAIG (CHESTER, INGLATERRA, 1968) NO PUDO NI TERMINAR su discurso de despedida antes de rodar la última escena de Sin tiempo para morir. La última, ultimísima escena de su última película como James Bond. Después de 15 años encarnando al personaje y cinco filmes, no podía abandonar aquel set sin decir unas palabras. Y las soltó, lo intentó, se lo agradeció eternamente a un equipo que, en muchos casos, le ha acompañado desde el principio, desde Casino Royale (2006), aquel título que no solo le dio la vuelta a su vida y su carrera, también abrió un nuevo camino para el personaje, para ese Agente 007 que es una joya más en la orgullosa corona inglesa. El cierre a su etapa Bond ha sido un poco interruptus. Sin duda, accidentado. El director Danny Boyle abandonó el proyecto a semanas de empezar por desacuerdos creativos; Cary Fukunaga (conocido por la serie True Detective) tomó el relevo poco antes de arrancar; un doble salió herido en un incen-

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dio; Craig se rompió la rodilla… y luego la pandemia, claro, que ha retrasado el estreno hasta en tres ocasiones, desde abril de 2020 a ahora. Un largo adiós. Así, la prensa anglosajona habló hasta de película maldita. La pausa entre Spectre (2015) y Sin tiempo para morir (estreno, 1 de octubre) es la segunda más larga en la historia de la saga. Ese impasse tuvo que ver con muchas cosas, pero, sobre todo, con cierto hartazgo del propio Daniel Craig hacia el personaje. Al acabar el rodaje de Spectre, con el ligamento cruzado de la rodilla roto y el cuerpo dolorido, en la primera entrevista en que le preguntaron si volvería a ser Bond, le salió del alma: “Antes rompería este vaso y me cortaría las venas”. Su habitual franqueza se abrió paso, aunque hoy dice que hablaban sus músculos destrozados, no su cabeza. Cuando se le enfrió se dio cuenta de que su interpretación del personaje, su giro sombrío, anclado a la realidad del siglo XXI, necesitaba un final a su altura. Y, por primera vez, en Sin tiempo para morir se involucró


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