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CARÁCTER DE LÍDER

WA L T E R H E I D E N R E I C H

¿DÓNDE ESTÁ EL VERDADERO PODER DEL LÍDER? PODER DE POSICIÓN

Walter Heidenreich Es argentino, pastor general de Iglesia Nazaret Central en Guatemala. Licenciado en Ministerio Pastoral del Seminario Bíblico Río Grande en Texas, con maestría en Liderazgo Pastoral de SETECA. Doctor en Ministerio Pastoral graduado del Seminario Teológico de Dallas.

Posiblemente al escuchar la palabra “poder” en algunos círculos cristianos puede sonar a algo negativo y sin relación a un siervo de Dios. Pero, el poder en sí es neutro porque puede ser usado para buenos o malos propósitos. Cuando a una persona se le otorga una posición, ya sea como gerente de una empresa o pastor de una iglesia, se le da cierto grado de poder. Ese es el poder que le da el puesto. A esto se le llama el poder de posición. Es necesario que el líder o pastor lo tenga. Este tipo de poder le permite a un supervisor o líder usar recompensas o advertencias para que sus subordinados logren los objetivos propuestos. Este poder posicional le da al líder la capacidad de tomar decisiones, que obviamente deberían ser siempre para el bien de la organización en la cual trabaja. El liderazgo no es sinónimo de poder, pero todo líder tiene poder. Entonces, ese poder de posición es necesario y todos los líderes lo necesitan, pero no es suficiente para llevar a los seguidores a pastos más verdes. Para esto se necesita el poder interno. A esto se llamará autoridad espiritual. En Latinoamérica podemos estar un poco confundidos de la forma de liderazgo que enseña la Biblia. El modelo que ha estado en muchos países es el del caudillo. En algunos lugares puede ser que se crea que es la manera correcta de pastorear a la gente. Es el

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modelo de un caudillo que tiene el poder absoluto para tomar todas las decisiones concernientes a asuntos económicos y espirituales. A muchos líderes les agrada la tentación del poder y acceden frente a ella. Al respecto, Henry Nouwen en su libro In the Name of Jesus afirma que esto se debe tal vez porque el poder ofrece un sustituto para la tarea del amor. Parece más fácil controlar a la gente que amarla. Muchos líderes cristianos no saben cómo cultivar relaciones sanas e íntimas y por ello optan por el poder y control. Entonces, un líder debe tener la posición otorgada, pero para guiar a la gente por mucho tiempo y llevarla a pastos cada vez más verdes, en salud y crecimiento, necesitará otro tipo de autoridad: la autoridad interna. AUTORIDAD INTERNA O ESPIRITUAL Este tipo de autoridad o poder interno es necesario para ser un seguidor de Cristo y lograr grandes cosas por largo tiempo. El líder gana esta clase de autoridad con el paso del tiempo y debe trabajar para ello conscientemente. Al mismo tiempo se considera que debe cuidar esta autoridad porque se puede perder por pecados sin tratar, falta de devoción, querer vivir independiente de Dios, etc. La autoridad espiritual o pastoral no tiene que ver con el poder o

control pues estos últimos se relacionan más con el dominio. En tal caso el poder se utiliza para lograr los propósitos personales. En cambio la autoridad espiritual se usa para que la congregación sirva más a Jesús. Por lo tanto, un líder debe buscar autoridad de pastor, no autoridad de mando. Es interesante observar que Jesús no tenía autoridad de puesto, aunque le decían “maestro”. Él no tenía ningún puesto en el liderazgo de Israel de aquel tiempo y tampoco tenía un puesto de liderazgo en la Sinagoga. Ante la sociedad no tenía ningún título que avalara o acreditara su liderazgo o enseñanza. Las personas que le escuchaban se dieron cuenta; por ello al finalizar el Sermón del Monte dijeron que: “… se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” (Mt. 7:28, 29). La pregunta es: ¿Por qué decían eso de él? ¿Por qué no decían eso de otros que lucían el poder? Los gobernadores y fariseos, por ejemplo, tenían el poder de posición o poder externo, pero no tenían autoridad interna o espiritual o, en este caso, autoridad pastoral. Ahora bien, todos los creyentes son iguales en valor e importancia. Nadie tiene autoridad para controlar la iglesia o dominarla. Como hermanos, servimos a la familia de Dios con diferentes habilidades y dones, pero no debe existir el dominio ni el control. Toda autoridad le pertenece a Cristo y ejerce su autoridad a aquellos que dependen de él.


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