OJ O
P O S M O
FÉLIX ORTIZ
AUTORITAS Y POTESTAS
Este poder no le venía otorgado por la posición o magistratura que ocupara sino por las personas, por la comunidad.
Muchos líderes cristianos siguen patrones de liderazgo que no son bíblicos y se parecen más a los culturales dominantes en nuestra sociedad que a los que emanan de la Palabra. Urge recobrar un modelo basado en Jesús y sus enseñanzas.
Félix Ortiz @fortizf Está casado y con dos hijos. Estudió historia y educación en la Universidad de Zaragoza, con una Maestría en Educación Cristiana, del Southwestern Baptist Theological Seminary de Texas. Autor numerosos libros sobre el trabajo con jóvenes.
Era el año 2008 cuando escribí por primera vez sobre la necesidad de repensar los modelos de liderazgo porque las nuevas generaciones no estaban dispuestas a aceptar, sin cuestionarlos, los modelos imperantes. Desde entonces la brecha entre los líderes y los miembros de las comunidades cristianas, no únicamente los jóvenes, no ha cesado de crecer y el tema, lejos de perder actualidad, se ha convertido en más urgente y más necesario. Ya estábamos acostumbrados al abuso de la autoridad en las diferentes esferas sociales, la política, la economía, la cultura, la educación e incluso la familia. La esfera de la fe no ha estado nunca al margen de esos abusos, sin embargo, hay un clamor creciente para denunciarlos y enfrentarlos y, consecuentemente, volver a patrones bíblicos de liderazgo. AUTORITAS Y POTESTAS En la antigua Roma habían dos términos asociados con el liderazgo: la autoritas y la potestas. La potestas servía para denominar el poder vinculado a una posición, cargo o magistratura y que emanaba de ella. Cualquier persona que ocupara esa responsabilidad quedaba automáticamente investido de un poder, mayor o menor en función de la importancia de esa magistratura. El carácter no era imprescindible
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para ejercer el poder. El líder podía ser totalmente corrupto y carecer de virtudes púbicas y privadas y, sin embargo, tener poder porque este iba vinculado a la magistratura y la persona que la ocupaba. Si además al poder la persona le añadía un carácter de honradez y honestidad pública y privada, eso era un valor añadido, tal vez deseable, pero para nada imprescindible. No hay que ir muy lejos en la historia para encontrar este tipo de liderazgo. De hecho, basta con echar una ojeada a muchos de nuestros gobernantes para encontrar ejemplos que los ilustran. Cuando escribo estas líneas, mi país España, está sumido en un torrente de casos de corrupción política, casos que salpican, sin excepción a todos los partidos importantes. Pero como el poder emana de la posición, del cargo, este acostumbra a venir acompañado de instrumentos coercitivos para imponerse. Yo puedo ser un político corrupto y robar el dinero público, sin embargo, tengo el poder para hacerte pagar tus impuestos y multarte o llevarte a la cárcel si no lo haces. Pero los latinos tenían otro término vinculado al liderazgo: autoritas. Esta palabra servía para referirse al poder que emanaba de la trayectoria vital de una persona. Era un poder vinculado a su carácter, su entrega, su dedicación al servicio público.
De hecho, podía darse el caso que en la persona confluyeran la autoritas y la potestas, pero también que la persona tuviera una buena dosis de autoritas y ninguna potestas, porque el sujeto en cuestión no ocupaba ningún tipo de cargo o autoridad pública. También situaciones en las que en una misma organización alguien detenta la potestas y otra persona la autoritas. Por decirlo de otra manera, uno es el líder formal y otro el moral. Las personas con autoritas carecían de todo tipo de poder coercitivo para imponer su voluntad, sólo tenían la autoridad moral que emanaba de su persona y la concedida por los seguidores. AUTORITAS Y POTESTAS EN LA IGLESIA Pienso sinceramente que muchos de nuestros líderes abusan de la potestas y carecen de buenas dosis de autoritas. Esto es peligroso porque las personas más y más comienzan a estar hartas de este tipo de liderazgo manipulador y abusivo que además se apoya en argumentos pseudobíblicos para continuar imponiéndose. Yo no estoy cuestionando el principio de autoridad, sino el derecho a ejercer la autoridad. Es evidente que la autoridad es algo establecido por la Escritura y Romanos 13 nos da buena cuenta de ello. Sin embargo, no es lo mismo el principio bíblico y el derecho a ejercerlo. Muchos líderes apelan a este y otros pasajes para apuntalar su poder y para negar el derecho a los miembros de su comunidad a cuestionar su liderazgo, su forma de pensar, sus iniciativas, etc. De hecho, no es raro oír que oponerse al líder es oponerse al