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“E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, sí me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras del mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que le pidió”. 1 Crónicas 4:10 Rev. Clemente Vergara

LA ORACIÓN DE JABES El nombre Jabes significa: “El que produce dolor” o “el seco”. Aquel hombre había nacido en unas circunstancias muy dolorosas para la madre, la cual estuvo a punto de morir dando a luz. Cuando la madre recibe a su criatura en sus brazos, suele olvidar los dolores sufridos durante el parto; no obstante, al escoger aquel nombre, la madre de Jabes perpetuó aquel parto doloroso. En una etapa de su existencia, Jabes analizó su situación espiritual, y llegó a pensar que no había alcanzado una plenitud espiritual a la cual aspiraba. Su vida espiritual estaba seca y vivía en una continua agonía. Sin embargo, Jabes entendió que no podía continuar en aquellas condiciones de aridez e infructuosidad, y decidió que su vida debía dar un giro de ciento ochenta grados. No era bendecido ni era bendición para nadie. A pesar de todo, Jabes era un hombre de oración, y las Sagradas Escrituras recogen aquella plegaria poderosa que presentó a Dios; la cual la encontramos en 1 Crónicas 4:10, la Palabra de Dios nos dice de la siguiente manera: “E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, sí me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras del mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que le pidió”. La oración de Jabes se puede dividir en cuatro solicitudes: 1) Bendición; 2) ensanchamiento del territorio; 3) protección divina y; por último, 4) fuerzas para no dañarse. Asimismo, hay hombres y mujeres en las iglesias que solamente han gozado de un crecimiento espiritual reducido, de sequedad, de esterilidad, y sin producción de frutos. Amado lector, es hora de que, como Jabes, usted le pida a Dios que le ensanche su territorio espiritual, y le adentre en una etapa de fructificación abundante. No obstante, tenga siempre presente que la expansión del territorio espiritual requiere de nosotros que rompamos con antiguas estructuras establecidas. Asimismo, debemos de estar dispuestos tanto a explorar como a conquistar nuevas áreas espirituales que nunca antes habíamos alcanzado. La expansión espiritual es, por consiguiente, un proceso doloroso y

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de sacrificio; pero, aun así, las satisfacciones que derivan de ella siempre son mayores a los sufrimientos que la han generado. Dios le otorgó a Jabes lo que pidió, y éste pasó de ser un desierto espiritual a un oasis de bendición. La Palabra de Dios señala que Jabes vino a ser “más ilustre que sus hermanos” (1 Cr. 4:9). Una persona ilustre es una persona que destaca por sus grandes virtudes y hazañas, y Jabes nunca lo había sido anteriormente. En efecto, éste había sido, en cierta manera, traumatizado por el nombre vergonzoso que le había tocado llevar –“dolor” o “seco”–. Sin embargo, aquel hombre fue sabio, y pidió simultáneamente expansión de su territorio y una humildad mayor, previniendo así el riesgo de ensoberbecerse. La expansión espiritual nunca ha de convertirse en un motivo de autosuficiencia y de orgullo con respecto a los demás. En su oración, Jabes pidió a Dios que no se dañara cuando él hubiera ensanchado su territorio. Ciertamente, es un hecho muy frecuente que, cuando Dios ensancha el territorio espiritual de una persona, su cabeza también crece, y se envanece. En ocasiones el crecimiento espiritual puede llegar a ser contraproducente, ya que nos lleva hacia el mal. En efecto, Dios aborrece la soberbia, y el libro de los Salmos dice: “Mas al altivo mira de lejos” (Sal. 138:6). Para protegernos de la soberbia, tenemos también otra arma de protección: el agradecimiento. Cuanto más cerca nos hallemos de las cimas espirituales, tanto más vivamos de rodillas, dándole gracias a Dios porque sabemos que es Él quien se manifiesta a través de nosotros. Recordemos, en el Nuevo Testamento, de un joven llamado Timoteo, él era un predicador fervoroso que, en numerosas ocasiones, acompañó a Pablo en su ministerio. Sin embargo, la iglesia informó a Pablo de que Timoteo era un ministro demasiado joven para ejercer la función pastoral, y que estaba un poco apagado. El apóstol Pablo, pues, le escribió de inmediato una carta a Timoteo, indicándole que el problema no radicaba en su juventud, y que ese no era un motivo suficiente para que éste no fuera un ejemplo para sus mayores: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo…” (1 Tim. 4:12-13). El problema del joven Timoteo era que éste había descuidado el don de Dios que había en él: “No descuides el don que hay en ti...” (1 Tim. 4:14-16). Pablo exhortó al joven Timoteo, diciéndole que avivara el don que estaba en él; que rogara al Espíritu Santo que soplara sobre las brasas de aquel ministerio apagado, para que él mismo reviviera por el poder del Espíritu de Dios. Amados, busquemos siempre ser renovados espiritualmente, busquemos siempre estar en oración.


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