¿Las
estrellas
38
?
mueren Por Ángel Fuentes
Me gusta observar el cielo y lo que éste cubre, sea de día o de noche. La vista que comúnmente contemplo está conformada por azoteas, cerros (destacando entre ellos El Chiquihuite), y claro, el cielo. Te transmite paz.
U
na noche subí a la azotea. Tomé el banquito y me senté. Había pocas nubes. El cielo contaminado me daba chance de ver una que otra estrella blanca y brillante. “¿Será que algún día se apagarán por completo?” Me pregunté. En eso, escuché pasos en la escalera metálica. Alguien subía. No, mejor dicho, varios subían. Volteé. “Y aquí la respuesta, master” dijo un hombre delgaducho con lentes y bata blanca que llegaba a la azotea. Cargaba un par de portafolios, unos rollos enormes y una computadora. Venía acompañado de otras tres personas, quienes traían cargando quién sabe qué tantas cosas. Me espanté, gente. ¿¡Pues quién no se iba a sorprender con la repentina llegada de unos desconocidos de facha científica a tu azotea!? Una persona colocó y prendió una lámpara de cine; luego puso una pizarra blanca; otra, colocó una mesa y luego acomodó en el techo una caja con muchas luces y botones; una mujer con atuendo formal, encendió un cañón proyector y el científico de ojos grandotes (por la alta graduación de sus anteojos), conectó su computadora a éste.