Boletín Alas-OE #352

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TEMA DE LA SEMANA: Mujeres teólogas, obispas, sacerdotes…sueñan, luchan, viven 1. „Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana‟, de Ofelia M. Ortega (II): Leopoldo Cervantes-Ortiz La experiencia cotidiana de la mujer es, siempre, una experiencia de relación; por eso está más preparada para poder entender el sentido comunitario de la fe cristiana. Es lo que las teólogas latinoamericanas llaman ―la praxis del cariño‖. Es cierto que la mujer está más cerca de lo concreto, de los procesos vitales, y que su visión es más globalizante y unitaria; que trabaja más con categorías de relacionamiento que de distinción y por eso rompe con más facilidad el dualismo común del pensamiento occidental, eminentemente masculino. [1] O.M. Ortega La primera sección del libro Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana, de la Dra. Ofelia Miriam Ortega está integrada por 23 textos representativos de su reflexión con el paso del tiempo. Arranca desde algunos escritos a fines de la década de los años 70 del siglo pasado, como ―La mujer cubana, su papel revolucionario y su lucha por la liberación en el seno de la Revolución y en la iglesia‖ (octubre de 1979), un amplio recorrido por episodios históricos femeninos de América Latina. Desde entonces era patente su énfasis libertario al detenerse en diversos personajes: Micaela Bastidas, Josefa Ortiz, Juana Azurduy de Padilla, Manuela Sáenz, Ana Betancourt de Mora, Mariana Grajales… El enfoque era la liberación de las mujeres de sus cargas sociales y culturales. Con el triunfo de la Revolución cubana, las cosas comenzaron a cambiar y en ese punto se encuentra con las posibles aportaciones de la Biblia y la teología que, lamentablemente, en esa época eran vistas como auténticos obstáculos para el avance de las mujeres. El planteamiento era muy esperanzador ante las trabas para la realización de la misión eclesial de ambos sexos: ―Esta unidad, esta nueva humanidad, estará en proceso de integración únicamente cuando desaparezca del universo —creado y sostenido por Dios— toda discriminación, opresión, explotación e injusticia, que impida la liberación plena de la humanidad. Por eso la liberación precede a la unidad, y mientras no exista esa completa liberación, el ser humano no podrá formar la familia universal de que nos habla san Pablo en Efesios‖ (p. 31).

Son variados los registros del resto de los ensayos y artículos: ―Influencia de la herencia misionera en lo cultural‖ (1984, en donde cita su tesis de Maestría: Lectura materialista de la Biblia para los niños en la etapa infantil preescolar, 1984), Jesucristo, su resurrección y ascensión, Mujer y teología: una perspectiva latinoamericana (1991, aquí narra su labor como responsable en el Seminario Evangélico de Matanzas de Educación Cristiana, área que desapareció para quedar únicamente la de Teología), Ecumenismo del Espíritu (1995, una buena visión del diálogo con el pentecostalismo), entre otros. En El final de la cristiandad y la nueva forma de la Iglesia (2000, título que recuerda uno anterior de Richard Shaull, La forma de la iglesia en la nueva diáspora, 1964), afirma: Es necesario enunciar una visión del futuro donde existan nuevas maneras de hablar y de actuar, capaces de expresar las nuevas posibilidades sociales de transformación de la comunidad en favor de los más necesitados. Tenemos que escuchar el llamamiento que Dios nos ha hecho para volver a entrar en el dolor del mundo, como una posibilidad de renovación y salvación. Nuestra actividad misionera ocurre en el ámbito histórico de la dislocación, en el cual la pobreza, las guerras, el desempleo y la exclusión son comunes a todos los contextos (p. 96). Otros ensayos son: Encuentros y visiones (2001, largo recuento de su experiencia pastoral y educativa) El aprendizaje ecuménico: eje fundamental en la educación teológica de la mujer (2001, retrospectiva sobre su trabajo en el Consejo Mundial de Iglesias), Ministerio y poder: cambios en el ejercicio del liderazgo (2005), brillante exposición de los niveles requeridos para acceder a los liderazgos femeninos: bienestar, acceso, participación y control, en donde observa: Los estilos de liderazgo deben conformar unos modelos que sean inspirados en una perspectiva de la realidad que nos lleve a compartir la autoridad de la comunidad, ayudándonos así a cambiar el paradigma de dominación y a buscar alternativas para la búsqueda de un orden en nuestro mundo que sea menos doloroso para los seres humanos y toda la creación. […] La mayor participación de la mujer en el nivel de la toma de decisiones elevará el mayor desarrollo y adquisición de poder por las mujeres, cuando esta participación se utilice para lograr mayor control sobre los factores de producción, para asegurar la igualdad de acceso de la mujer a los recursos y la distribución de los beneficios.

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