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Ponciano del Pino
ses de apoyo senderistas. La guerra y el cambio en la composición de los militantes había afectado el aparato partidario-militar de SL. La coerción con que muchas veces habían sido enrolados los nuevos cuadros llegaba a sus límites, por el malestar y las formas de resistencia que se tejían en su interior, rompiendo el "anillo de hierro" de la amenaza del terror y del poder absoluto. Desde 1984 hasta 1988 las posibilidades de desarrollo y abastecimiento de los Comités Populares no habían tenido mayor dificultad. La alimentación estaba a cargo de la "masa", encargada de la producción de los alimentos y, por otro lado, el abastecimiento por medio de cupos de guerra y asaltos a los comerciantes y transportistas. Esta situación cambia notablemente cuando las FF.AA. y los CAC pasan a la ofensiva. Desde marzo de 1988, los CAC comienzan a organizar todo el valle del río Apurímac y a presionar sobre las mismas bases de SL, ubicadas en las cabeceras de montaña. El mayor control de territorios por la población organizada dificultará las posibilidades de sobrevivencia de los comités populares. Esta dificultad hará que la propia población comience a cuestionar la viabilidad del proyecto senderista. Frente a las crecientes dificultades cotidianas, las exigencias de la "masa" frente a los mandos harán evidentes niveles de resistencia que habían sido silenciados todos esos años. Esta situación obliga a SL a mejorar su sistema de control y vigilancia, de terror y dominación. Para Sendero, las bases de apoyo eran lo medular de la guerra popular, sin ellas no podían desenvolverse (Guzmán1988:16), menos desarrollar. A estas alturas, no sólo se le presentaba el problema de conquistar nuevas bases sino el de conservar las que tenían. A la presión externa se suman las dificultades internas. Frente a esta realidad, la respuesta de SL se daría en dos direcciones. La primera, mejorando su sistema de control y vigilancia, incrementando las sanciones y la violencia ejemplarizadora dentro de los comités populares. Toda la experiencia acumulada de represión contra la población ahora la volcaría hacia dentro, hacía las masas, para imponer una estructura totalitaria. La segunda, la más cruel, incrementando el horror de la violencia contra la población civil en general. La crueldad de sus acciones llega a niveles despiadados, al no diferenciar niños de adultos, mujeres de ancianos, civiles de ronderos. Dos frentes en la que el terror se convertía en el legítimo instrumento de poder y dominación. La irrupción del autoritarismo fundamentalista, entre mayo de 1985 y junio de 1986, abre una nueva etapa en el accionar regional de SL, al intensificar las acciones contra la población nucleada en los Comités de Defensa Civil (Granda 1989). Esta actitud ofensiva de Sendero, por el repliegue de la marina y el ejército (Del Pino 1996), cambia sustancialmente desde 1988-89. En esta nueva etapa, sus acciones no tienen un objetivo específico, las rondas, sino indistintamente la población civil en general pasa a ser su objetivo; asimismo, sus acciones tienen más un carácter defensivo, como respuesta a sus propias limitaciones. Esta actitud queda ejemplificada cuando días antes de las elecciones municipales