Introducción a la Parte V Steve J. Stern
PARA 1995, LA GUERRA se había agotado. Una insurgencia que había afectado profundamente la política nacional y la vida cotidiana se redujo a luchas más esporádicas y fuera del escenario. Cinco o diez años antes, la insurgencia senderista dramatizó su alcance político: una capacidad, respaldada por su cohesión interna para destruir senderos alternativos, abarcar nuevas localidades y regiones en luchas por el control, y crear un aura de invencibilidad. Ahora, los rebeldes luchaban por recuperar el sentido de dirección y la capacidad de reclutamiento sin las cuales una campaña guerrera parecería inútil. La reelección del presidente Fujimori en abril como un presidente eficaz que sí puede hacer las cosas, contando con el respaldo de una gran mayoría, simbolizó el cambio en la situación. Obviamente, el punto de inflexión fue la captura de Abimael Guzmán el 12 de septiembre de 1992, durante una incursión en una casa segura de Lima, pero en ella hubo más de lo que se veía a simple vista. En primer lugar, la captura de Guzmán le ofreció a Fujimori y al estado una tremenda oportunidad para quebrar la mística de la efectividad atribuida a una insurgencia "científicamente" dirigida por Guzmán, un intelectual que se veía más grande que las personas normales, cuyas ideas y dirección exigían una lealtad absoluta. Con el transcurso del tiempo, el estado capitalizó la oportunidad con eventos públicos que lo redujeron a un ser humano falible y débil, un suplicante que pedía la paz a un presidente vencedor. En segundo lugar e igualmente importante, es que la captura fue un dramático episodio dentro de un proceso mayor de un trabajo de inteligencia intensificado, para identificar, capturar y desmantelar sistemáticamente la dirigencia senderista. Como lo ha señalado Nelson Manrique, este trabajo de inteligencia tuvo éxito. Las nueve décimas partes de los dirigentes más importantes fueron capturados en 1992, conjuntamente con Guzmán, en parte debido a que Sendero había sobreextendido su capacidad político-militar al "huir hacia adelante" (Manrique 1995b: esp. 22 [cita], 24). La dirigencia senderista había respondido a la difusión de la resistencia política campesina y a la organización de rondas en las provincias del centro-sur, no con una autocrítica de su visión o