1 / De raza a clase: la insurgencia intelectual provinciana en el Perú
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El cacique es todopoderoso en su provincia. Su poder es ilimitado... una vez que se atomiza la base electoral, no hay resistencia posible. Luego viene la candidatura de un extraño, apoyado por el gobierno central y por las transacciones con el gamonal, que cede a sus demandas a cambio del plato de lentejas que representa una sub-prefectura (Valcárcel 19161917: 8).
El acuerdo entre el limeño y el cuzqueño terminaba con esta observación. Buscando la forma de transformar el proceso electoral que criticaban, el grupo político de Riva Agüero encontró la causa del problema en el "provincialismo" de los políticos y el de Valcárcel la llamó "gamonalismo". En ambos conceptos se trenzaban sentimientos raciales y juicios morales. La discrepancia estaba en que mientras que el "provincialismo" incluía a los intelectuales de provincias, con la categoría "gamonalismo" estos se excluían del diagnóstico limeño. Según los intelectuales del Cuzco, grupo al cual pertenecía Valcárcel, los gamonales eran los mestizos de pueblo, que carecían de la educación necesaria que ofrecía la ciudad, la universidad o el nacimiento privilegiado. Producto del cientificismo político, en ambas categorías los intelectuales adjudicaban a la educación la capacidad de crear individuos moralmente correctos, y por lo tanto superiores. Además de identificar a los gamonales como la causa de los vicios regionales, los provincianos levantaron acusaciones de "centralismo" en contra de los intelectuales del grupo aristocrático. La polémica entre "centralistas" y "regionalistas" (así se autodenominaron los provincianos) no era nueva. La novedad en el periodo de la Patria Nueva (1919-1930) fue el ambiente de "cientificismo político" que rodeó la polémica y el rol central de la educación en ella. Además de discutir políticamente, los provincianos insurgentes trabajaron activamente en sus regiones para mejorar las condiciones de educación en todos los niveles. Además de considerar que la contribución de los educados en universidades era requisito para el progreso regional, los intelectuales insurgentes pensaban que la generalización y aumento de los niveles de educación en el país contribuiría centralmente a la solución de los problemas político-morales que aquejaban al país desde las esferas más altas del gobierno, hasta las aldeas más pequeñas.5 En los primeros años del cientificismo político la educación universitaria catapultó a la nueva generación política. Desde un punto de vista totalmente compartido entre limeños y provincianos, la subordinación de los segundos disminuía si es que eran académicos. Asimismo, una de las causas de deslegitimación de los intelectuales limeños era que podían ser identificados como los continuadores del "trust del monopolio de la inteligencia y de la cultura en manos de la oligarquía" (More 1929) y por lo tanto como retardatarios y opuestos al progreso del país. 5
Sobre la proliferación de centros de enseñanza, de publicaciones y movimientos de reforma universitaria, véase Deustua y Rénique 1984.