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Florencia E. Mallon
cabal de las limitaciones del programa agrario velasquista. Y finalmente los campesinos, de alguna manera tratando de abrirse lugar entre las fuerzas del gobierno, la FEPCA, y sus gobiernos comunales, reaccionarían en diversas formas en diferentes subregiones, dependiendo no solamente de factores históricos al interior de las comunidades, sino también de las técnicas organizativas de los diferentes dirigentes vanguardistas. Al enfocar el caso de Andahuaylas, el presente trabajo no pretende presentar datos empíricos nuevos ni análisis teóricos acabados. Constituye, más bien, una primera reflexión, un borrador o propuesta inicial para un trabajo más largo y más amplio, todavía por hacerse. En el contexto de este volumen me atrevo a presentar los materiales de Andahuaylas en un contexto nuevo, y tratar de sugerir algunas posibles explicaciones de cómo y por qué la experiencia andahuaylina llevaría a los participantes hacia un encuentro inicial relativamente positivo con el senderismo más "blando" de los comienzos de los años ochenta. A mi argumento lo mueven varias hipótesis. La primera es que Sendero Luminoso sale en forma orgánica, aunque exagerada, de los debates y las tendencias centrales de la izquierda peruana de los años setenta. La segunda es que la práctica política senderista en las comunidades su poca profundidad frente a las instituciones comunales, su poco respeto de los procesos internos, su manipulación violenta de la población campesina indígena también tiene raíces en la relación problemática de la izquierda con la cultura indígena. La tercera hipótesis es que una parte del milenarismo senderista de ese impulso hacia la guerra popular como transformación casi religiosa que resolverá con sangre las contradicciones al interior de las clases populares nace también de procesos y frustraciones profundos que formaron parte cabal de las movilizaciones populares izquierdistas durante la "primera fase" velasquista. Andahuaylas servirá, pues, de laboratorio para explorar estas hipótesis. Es un buen caso, no solamente porque constituye el segundo teatro de guerra senderista, después de la zona del Río Pampas en Ayacucho, sino que también porque uno de los dirigentes máximos de VR en Andahuaylas, Julio César Mezzich, se pliega temprano a las filas senderistas y aparentemente dirige la columna que entra primero en la zona. Y finalmente, aún Lino Quintanilla, en la época antes de su muerte prematura, ya se había salido de VR y buscaba otra militancia que le sirviera mejor en su búsqueda incansable por la justicia agraria. Podríamos debatir, por tanto, qué habría pasado si Quintanilla no hubiera muerto. Hay buenas razones para pensar que él, también, hubiera terminado en Sendero; su viuda pasó dos años en la cárcel acusada de senderista.2 2
Correspondencia personal con Rodrigo Montoya, editor de las memorias de Quintanilla y amigo personal de la familia.