Revista de poesía "Ulrika" 31

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POEMAS DEL LUTO YLA CELEBRACION

Héctor Juán Jaramillo

Se asoman a esta ventana de caras nuevas en el terreno poético tres figuras que aún no sobrepasan el nivel de ese gran viraje producido entre los 27 y los 30 años; y que parten al abordaje de los rojos bajeles y los buques fantasmas dibujados sobre el horizonte, desde el ambiente en continua ebullición de la Casa de Poesía Femando Mejía de Manizales. Puestos sobre la trayectoria que recorre un poeta como Mauricio Franco, sentimos que se eriza de esos temerarios desniveles y esos choques y saltos que aquí constituyen aquel fenómeno de violentamiento de un lenguaje que ha sido "apropiado" por una serie de creadores, generalmente los que abren brecha, para establecer contacto con ámbitos inexplorados de la sensibilidad y la imaginación. Toma de posesión que efectúa solo el autor, pero cuyas consecuencias se convierten en patrimonio universal. Y en la semioscuridad de un medio que se revela tan adverso para aquel por quien es factible recobrar la vieja calificación de sentidor, vislumbramos un descoyuntamiento cercano a esa tortura cuyo dolor arrojó de sí por primera vez César Vallejo, so38 ULRIKA

bre el cauce tortuoso de sus versos. Tormento que provoca el vacío afectivo del otro: tormenta por donde un hueco en el cielo hace llover "sal en mi pecho de babosa". Hacemos frente a un campo impregnado de sangre, donde esa angustia enfermiza que agudiza la sensibilidad del poeta alimenta con raciones de absurdo una agonía expresada en crujidos de imágenes destellantes como los ojos de un animal aterrado. Evocando la acometida de una desesperación que lo obliga a retorcerse, y que de ataque en ataque ha mellado sus garras, pero que no será domada nunca. Concluyamos: ésta no es una enunciación lineal de certidumbres sino el cuadro donde se anudan jirones de sentimientos que ahogan una voz estremecida por la ira. Un registro de la oscuridad que percibirnos a través de la acústica provocada en nuestro interior por ciertas resonancias intuitivas, (especie de murciélago dando vueltas en una caverna); expresión emotiva que acaso comprendamos mejor hacia un tercero o cuarto plano de nuestro espíritu desconcertado. Ante los espasmos de ese ser acuchillado por la existencia que esbo-

za Mauricio Franco, la voz de Juan Carlos Acevedo se alza con aire ceremonial, revestida de la elegancia y la atmósfera de solemnidad propias de quien siente repercutir en él la elevada entonación de los Salmos ¿Y no vislumbramos que va inmerso también en la oleada del retomo de la lírica, antiguo regalo con que unos dioses tentadores vuelven a agasajar a los hombres? Por eso vemos relampaguear otra vez la emotividad lírica, que apagó la antipoesía al pensar que se trataba de un incendio, y que cobra una nueva intensidad en el amanecer de la generación del nueve ~i3lo. De esta escena emerge un cultor de la palabra, que, como Juan Carlos Acevedo, se muestra desentendido de la tendencia a la informalidad y la trasgresión evidenciada a lo largo del tono secular asumido por los poetas de la modernidad. Sucede que transitamos una época modelada por las invenciones y experimentos, en que el lenguaje ha sido sometido a una acumulación de mutaciones en el laboratorio que lo des-


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