EL LEGADO POETICO DE JOSÉ EMILIO PACHECO EN IBEROAMÉRICA
La mitad del poema
Foto: Charol Gualteros, Biblioteca J.G. Cobo Borda.
n POR ÁLEX CHICO
En ocasiones nuestras lecturas se rigen por el azar. Los libros suelen conducirnos a nuevos libros, como en un juego de dominó en el que caen algunas fichas y otras se mantienen firmes, erguidas. Si es inexplicable el camino que hemos seguido para llegar a esas piezas, resulta igual de misterioso la ruta que trazamos para volver a ellas. Siguen ahí, tiempo después. Son imanes que tiran de nosotros con una fuerza que nos atrae directamente o a través de otros. En mi caso, creo reconocer algunas de las piezas que han acompañado a mi vida lectora. Una de ellas es José Emilio Pacheco. 10
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Recuerdo cómo llegó por primera vez. Hace poco más de quince años, cursaba materias de literatura hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Debió ser por aquel entonces cuando descubrí la poesía de Pacheco, a partir de las clases de María Ángeles Pérez López y Francisca Noguerol. De aquellos años y de aquella lectura recuerdo versos sueltos, imágenes, ideas que podría aplicar y asumir como una poética propia. Algo que confirmé más tarde, mientras leía con auténtica pasión a poetas extremeños, especialmente al escritor placentino Álvaro Valverde. En un texto en el que explicaba su visión de la poesía, echaba mano de un verso de Pacheco, este: «No leemos a otros: nos leemos en ellos». Un