HÉCTOR J. FREIRE
El animalario
poético de
José Emilio n POR HÉCTOR J. FREIRE
Los animales se parecen tanto al hombre que a veces es imposible distinguirlos de este. K’nyo Mobutu …que andar por este mundo significa Ir dejando pedazos de uno mismo en el viaje. José Emilio Pacheco, “Fisiología de la babosa”.
Las maneras en que se comportan los animales, las formas en que hacen frente a la problemática de la existencia, es algo que desde sus orígenes ha fascinado a los hombres. «Los animales saben», expresó Samuel Beckett, frase seguramente compartida por el poeta José Emilio Pacheco. La presencia de todo tipo de animales, sean estos naturales o fantásticos-mitológicos, es más que significativa y emblemática a lo largo de toda su obra poética –que incluye no sólo poemas, sino también cuentos, novelas, traducciones y colaboraciones periodísticas–. Incluso para Pacheco, un verdadero «animal literario», cualquier animal «horrible», nunca carece totalmente de alguna cualidad interesante o atractiva. Y no una moraleja a la manera de las fábulas clásicas, sino una profunda reflexión sobre la vida misma.
A propósito, el famoso naturalista Gerald Durrell recoge en su libro Animales en general, una anécdota muy ilustrativa que puede servir de introducción a la problemática que nos ocupa, «animales en la poesía de Pacheco». Una mirada que ha despertado especial interés en muchos poetas argentinos, entre los que me incluyo. Tradición que se remonta a Juan José Arreola con la aparición de su libro Bestiario (1972), elogiado y difundido por Jorge Luis Borges, quien ya había escrito Manual de zoología fantástica, publicado en 1957 en México, por el Fondo de Cultura Económico. No olvidemos que fue el mismo Arreola quien editó en 1958 la primera obra de Pacheco, La sangre de Medusa, de marcada influencia borgiana, en su colección “Cuadernos del Unicornio”. En el citado libro de Durrell leemos: Recuerdo que una vez, en Grecia, cuando yo era muy joven, estaba sentado a la orilla de un riachuelo que discurría perezosamente. De pronto, salió del agua un insecto que parecía recién llegado del espacio ultraterrestre. Se abrió camino laboriosamente por el tallo de un junco. Tenía unos grandes ojos bulbosos, ULRIKA 59 |
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