EL LEGADO POETICO DE JOSÉ EMILIO PACHECO EN IBEROAMÉRICA
Los poetas heterónimos de José Emilio Pacheco n POR DARÍO JARAMILLO AGUDELO «¿Pensáis que un hombre no puede llevar dentro de sí más de un poeta? Lo difícil sería lo contrario, que no llevase más que uno». La frase es de don Antonio Machado o, con mayor precisión, de Juan de Mairena. El mismo Machado, según las cuentas de Alvar, tuvo diecisiete heterónimos, cada uno con su cara, su oficio y su cuna. Mairena, el más conocido, era profesor y había inventado una máquina de cantar; esto último no es exacto, aunque el mismo Machado lo diga alguna vez, pues más adelante se corrige y precisa que la máquina de cantar la inventó Jorge Meneses y aclara que «Mairena había imaginado un poeta, el cual, a su vez, había inventado un aparato, cuyas eran las coplas que daba a la
* Texto leído en el Colegio Nacional de México, en junio de 2015. 30
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estampa». En otras palabras, Machado tiene un heterónimo llamado Mairena, que tiene un heterónimo llamado Meneses, que inventa una máquina que es la verdadera autora de coplas como esa de Dijo Dios: brote la nada. Y alzó la mano derecha, hasta ocultar su mirada. Y quedó la nada hecha.
Aquí en México son varios los casos de individuos que alojan a varios poetas, como el Mardonio Sinta de Francisco Hernández o el Aníbal Egea de Vicente Quirarte. En Venezuela existió un Eugenio Hernández Álvarez, valenciano, cuyo nombre fue devorado por otro «yo» que se apoderó de su identidad y la cambió por Eugenio Montejo. Y este Montejo, el gran poeta venezolano, compartía su pellejo con Blas Coll, «un viejo tipógrafo de aspecto menudo y algo estrafalario» que vivió en Puerto Malo a principios del siglo xx. Poeta, filósofo,