ULRIKA 62 REVISTA DE POESÍA
EL LEGADO POÉTICO DE
NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA
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ISSN 0120-7669
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JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA CIUDAD DE BOGOTÁ
Niall Binns Fernando Linero Rodolfo Ramírez Soto Rocío Ágreda Piérola Luis Merino Zamorano Antología de los poetas invitados. Breve muestra.
DISPONIBLES EN LA CASA DE POESÍA SILVA CALLE 12C N. 3-41, BOGOTÁ DIRECCION@POESIABOGOTA.ORG PUBLICACIONES@POESIABOGOTA.ORG CALLE 41 No TELÉFONOS: 604 4000 – 301 743 03 79
Ulrika
REVISTA DE POESÍA
Ulrika Editores Licencia Mingobierno No 00918 ISSN 0120-7669
DIRECTOR Rafael Del Castillo M. CONSEJO EDITORIAL Jotamario Arbeláez, Fernando Linero Montes, Evelio Rosero, Pedro Badrán, John Fitzgerald Torres, Óscar Pinto Siabatto, Guillermo Molina Morales, Eugenia Gorriño y Rafael Del Castillo. COLABORADORES COLOMBIA Miguel Méndez Camacho, José Luis Díaz-Granados, Federico Díaz-Granados, Juan Felipe Robledo, Juan Gustavo Cobo Borda, Samuel Jaramillo, Luz Mary Giraldo, Eugenia Sánchez Nieto, Maruja Vieira, Clara Mercedes Arango, Gustavo Adolfo Garcés, Rafael Berrío, Sara Del Castillo, Ernesto Durán Strauch, Giovanni Gómez, Mariela Del Castillo, Rosaura Mestizo, Darío Sánchez Carballo, Dufay Bustamante, Hellman Pardo, David Reinoso, Leonardo Cano, Fabián Rodríguez, Carlos Satizábal, William Ospina, Yirama Inés Castaño, Edgar Trejos. ARGENTINA Paulina Vinderman, Marcos Silber, Osvaldo Picardo, Héctor J. Freire, Esteban Moore. BOLIVIA Jorge Carlos Ruiz de la Quintana, Milenka Torrico. BRASIL Affonso Romano de Sant’Anna. COSTA RICA Armando Rodríguez Ballesteros, Rodolfo Dada, Osvaldo Sauma, Norberto Salinas, María Montero, Nerina Carmona. CUBA Efraín Rodríguez Santana, César López. CHILE Eduardo Llanos, Jaime Quezada, Tomás Harris, Teresa Calderón, Tamym Maulén. ECUADOR Edwin Madrid, Iván Oñate, Iván Carvajal, Aleyda Quevedo. ESPAÑA Luis Miguel Madrid, Jesús Munárriz, Jordi Virallonga, Rodolfo Häsler, Juan Pablo Roa, Sergio Laignelet. ESTADOS UNIDOS Armando Romero, Mercedes Roffé, Paola Cadena, Juan Carlos Galeano. MÉXICO Margarito Cuéllar, José Ángel Leyva, Carlos López, Marco Antonio Campos, Luis Aguilar. PERÚ Ricardo Silva Santisteban, Luis La Hoz, Enrique Sánchez Hernani, Luis Alonso Cruz. REPÚBLICA DOMINICANA Neftalí Eugenia Castillo, Alexis Gómez Rosa URUGUAY Washington Benavides. VENEZUELA Rafael Cadenas, María Antonieta Flores. COORDINACIÓN EDITORIAL
Eugenia Gorriño
DIRECCIÓN DE ARTE
Gustavo del Castillo M. DIAGRAMACIÓN
Vanesa Yepes S.
Foto portada: Archivo Niall Binns, 2017
Impresión: Dígitos & Diseños
Precio al público: $15.000.oo Los trabajos firmados se publican bajo la responsabilidad de sus respectivos autores, sin implicar necesariamente a la revista. direccion@poesiabogota.org
Contenido 3 5
EDITORIAL. El legado de Nicanor Parra en Iberoamérica
EL LEGADO POÉTICO DE NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA
6 Citología 15 Nicanor Parra y la trampa del teléfono 21 Nicanor Parra: un vecino desencantado que advierte la marea del tiempo 25 El espectro Parra en la poesía boliviana Nada es más antipoético que los poetas mismos». Reflexiones en torno al 29 poema «Manifiesto» de Nicanor Parra
POR NIALL BINNS
POR NIALL BINNS
POR FERNANDO LINERO MONTES
POR ROCÍO ÁGREDA PIÉROLA «
POR RODOLFO RAMÍREZ SOTO
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antipoesía, aquí ahora. Las Cruces, el antipueblo de Nicanor Parra POR LUIS MERINO ZAMORANO POEMAS DE NICANOR PARRA
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ANTOLOGÍA DE INVITADOS A LAS X JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA «CIUDAD DE BOGOTÁ» Presentamos una breve muestra seleccionada para esta edición; puede leerse a todos los autores en nuestra página web www.poesiabogota.org, y, a los invitados que ya han sido publicados, en ediciones anteriores de Ulrika.
En esta edición, poemas de Niall Binns, Tammyn Maulén, Ricardo Castillo, Rocío Ágreda Piérola, Gabriela Vargas, Gina Saraceni, Sandy Juhasz.
46 RESEÑAS 47 ÍNDICE DE AUTORES
EDITORIAL
El
legado poético de
Nicanor Parra en Iberoamérica
De la mano de las Jornadas Universitarias de Poesía, derivadas del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Ulrika ha emprendido una muy propia indagación en torno a la poesía y al poeta, en sus alcances y limitaciones, en lo que se refiere a la asunción apasionada de una forma expresiva cargada de la experiencia humana. Una forma expresiva que, como todas aquellas otras que se consideran integradas por la literatura y el arte, concita un diálogo con los asuntos propios del ser humano, desde lo estético hasta lo ético, lo filosófico, lo lingüístico, lo místico, el amor, el erotismo, lo político universal, lo cotidiano, lo ecológico… Empezamos, desde esa perspectiva de acercamiento, en el 2017 con la obra de José Emilio Pacheco (1939-2014), de su
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legado en Iberoamérica, para continuar ahora con el poeta (antipoeta) Nicanor Parra (1914-2018), en el marco de las X Jornadas Universitarias de Poesía. No es casualidad que en ambos autores la preocupación por la eficacia del lenguaje poético en particular y del lenguaje en términos generales impregne de una u otra manera el todo de sus obras: en ello se emparentan con otro grande de nuestras letras: César Vallejo (18921938). Los tres, desde diversas orillas o con distintos énfasis, dan testimonio del tortuoso y muchas veces ineficaz discurrir de la comunicación y del discurso humano, sobre todo el poético. Vallejo en Trilce lleva al delirio esa encrucijada, Pacheco mantiene esa impronta a lo largo de toda su obra –como bien dejan ver
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EDITORIAL: EL LEGADO POÉTICO DE NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA
los ensayos sobre el poeta que escribiesen para la revista Ulrika 59 el español Álex Chico, el colombiano Rodolfo Ramírez Soto y el mexicano Margarito Cuéllar–. Parra, por su parte, publica sus antipoemas abordando desde ellos, como señala acertadamente el poeta y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Niall Binns, la metapoesía (a partir de la ironía), la sociedad capitalista y la fragmentación del individuo de nuestros días, el laberinto de lo erótico y la sexualidad, las preocupaciones metafísicas, lo humano en su esplendor y en su caída… De una u otra manera todo ello es vislumbrado o sugerido en los dos artículos de Binns con los que abrimos el dosier sobre Nicanor Parra que publicamos en el número de Ulrika que el lector tiene entre sus manos y que enriquecen desde su particular lectura Rocío Ágreda Piérola (Bolivia), Fernando Linero, Rodolfo Ramírez Soto (Colombia) y Luis Merino Zamora (Chile)... Quizá el punto de deslinde de Parra, su rasgo particular, esté cifrado en un aspecto que señala Binns en su libro Semblanzas (Editorial Eneida, Madrid, 2017) y es el de la fragmentación del individuo en nuestra era de «las comunicaciones» y desarrollos tecnológicos e industriales, y el cual se manifiesta en la poesía parriana en la divergencia continua entre el «hablante» del poema y su autor (y aun de su lector). «¿Qué asume cada uno de lo 4
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dicho en el texto? Sabemos lo que dicen sus hablantes poéticos (cambiantes, múltiples y contradictorios) mas no lo que proviene del antipoeta, cuánta es su crítica, cuánta su simpatía y cuánta su ironía…». De esta accidentada (y humana) dicción surge una crítica a la univocidad, ese gesto en el fondo arrogante del poeta que se toma muy en serio frente a los demás seres y lenguajes y que por su marca inequívoca de «autor» es tan caro al mundo de la Academia: Durante medio siglo La poesía fue El paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo Y me instalé con mi montaña rusa. Suban si les parece. Claro que yo no respondo si bajan Echando sangre por boca y narices…
El antipoeta se distancia así del poeta íntegro (monolítico), de la poesía de pequeño dios (en alusión al poeta como pequeño dios de Huidobro); de la poesía de vaca sagrada (quizás en referencia a Neruda); de la poesía de toro furioso (se dice que pensaba en De Rokha). Sobra decir que lo dicho no sólo implica a la poesía chilena: todos sabemos que en el universo de la poesía hay más pequeños dioses, vacas sagradas y toros furiosos, que antipoetas… Ulrika
Nicanor Parra en el Metro de Nueva York (1960). Foto: Allen Ginsberg.
EL LEGADO POÉTICO DE
NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA En la antipoesía se busca la poesía, no la elocuencia.
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Citología Nicanor Parra en su casa de Las Cruces posando junto a una de sus obras (ca. 1994). Foto: Colección Documentos Familia Parra.
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n POR NIALL BINNS
William Ospina: «Todos somos hijos de Gabriela Mistral y de Neruda, todos tenemos que discutir con Huidobro y con Nicanor Parra». A finales del siglo xix, la poesía chilena era un páramo. Marcelino Menéndez y Pelayo, al preparar su antología de poesía hispanoamericana para el cuarto centenario de la Conquista del Descubrimiento, ad maiorem gloriam del viejo tronco español de la raza, se sorprendió ante la ínfima calidad de la poesía que sus informadores le enviaban desde la rama más remota del antiguo imperio. Chile, concluyó, era un país de historiadores, pero sin poetas, y sería un error buscar en él «orgías de imaginación». ¿La razón? El carácter «positivo, práctico, sesudo, poco inclinado a idealidades» de sus progenitores, la mayoría de ellos vascos.
Un par de décadas después, con sus «Sonetos de la muerte», Gabriela Mistral, tan orgullosa de su sangre vasca, refutó para siempre al viejo académico de la lengua. Y Chile, el país de historiadores, se convirtió de un año a otro en el país de poetas por excelencia de la lengua. Mistral, Huidobro, Neruda, Parra... Los grandes poetas suben el listón. La gran poeta madre y el gran poeta padre exigen de sus hijos grandeza. Al poeta indiscutible hay que discutirle todo. Gabriela Mistral: «Parra será el futuro poeta de Chile». Así dijo Mistral, en uno de sus raros regresos al país natal, cuando pasó por la ciudad de Chillán en 1938 y oyó al joven Nicanor Parra recitar su «Canto a la escuela».
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Pablo Neruda: «Este es el hombre / que derrotó / al suspiro / y es muy capaz / de encabezar / la decapitación / del suspirante». Cuando se publicó en 1954 Poemas y antipoemas, figuraron en la contraportada unas palabras elogiosas de Pablo Neruda. Desaparecieron a partir de la segunda edición, y la amistad entre ambos poetas se convirtió, con los años, en rivalidad. En 1967, en un caligrama titulado «Una corbata para Nicanor», Neruda tuvo la lucidez de ver el alcance de las propuestas antipoéticas. El alcance y la amenaza. Idea Vilariño: «Parra ha sorteado muchos de los peligros que acechan a los poetas suramericanos: la divagación, el formalismo y el intelectualismo, el vicio de las metáforas y del adjetivo por el adjetivo, y –el más difícil y más cercano– el influjo de Pablo Neruda». Los grandes poetas suben el listón, exigen grandeza a los jóvenes, pero en el caso de Neruda parece haber sucedido lo contrario. Al convertirse en el poeta por antonomasia de la lengua, Neruda avasalló a los jóvenes, los fascinó y les contagió, estrujó su imaginación, secó su inspiración, arrasó con su creatividad verbal. Tenía, además, el insufrible don de ser múltiple. Era el gran poeta del amor de la lengua, pero si no te gustaban los Veinte poemas de amor y una canción desesperada era el gran poeta político de la lengua, pero si no te gustaba España en el corazón era el gran poeta de América, pero si no te gustaba Alturas de Machu Picchu era el gran poeta de las pequeñas cosas, pero si no te gustaban las Odas elementales era el gran poeta de la vanguardia y la angustia existencial, y si no te gustaba Residencia en la tierra... pues algo fallaba en tu criterio. Para escribir después del padre Neruda, había que matarlo, leyéndolo mal como prescribía Harold Bloom en La ansiedad de la influencia. Según muchos críticos, la obra de Parra comenzó siendo no tanto anti-poesía como anti-neruda, y él mismo lo reconoció en una entrevista posterior con Mario Benedetti: «Neruda fue siempre un problema para mí; un desafío, un obstáculo que se ponía en el camino». Carlos Poblete: «Parra es la cabeza visible entre la falange de “guitarreros” que han invadido un sector de
la poesía chilena. Poesía epidérmica, efímera como todo lo que se nutre en la realidad del hombre». El libro Cancionero sin nombre se publicó en 1937 y recibió el importante Premio Municipal de Santiago. Nicanor Parra lo trataría más tarde con desdén: era un «pescado de juventud». Al intentar huir de la órbita nerudiana, se había adentrado en la de Lorca, aplicando el «método» del Romancero gitano al contexto chileno, con algún hallazgo pero también con los tics más intolerables de ese libro. Las palabras de Poblete, escritas en su presentación de Parra en una antología de 1941, hirieron al joven poeta incitándolo a cambiar.
«PARRA ES UN POETA ADMIRABLE. NADA MÁS IMPETUOSAMENTE LIBRE QUE SU VERSO». HERNÁN DÍAZ ARRIETA Víctor Castro: «Cuando Nicanor Parra vuelve de su viaje a Europa, nos entrega una poesía de ensayo, de insospechable humor inglés, donde Elliot [sic] mal digerido destruye todo lo “chileno” que se había señalado en su primera producción». Entre Cancionero sin nombre y Poemas y antipoemas pasaron 17 años y dos largas estancias en países anglosajones: en la Universidad de Brown entre 1943 y 1945; en la Universidad de Oxford entre 1949 y 1951. Los primeros antipoemas fueron escritos antes del viaje a Inglaterra, y tuvieron mucho más influencia de Kafka, del surrealismo y de la novela existencialista que de la poesía anglosajona. Eso cambiaría, sin duda, en los años de Oxford. En 1953, el antólogo Víctor Castro estaba al acecho de lo que veía como una pérdida de identidad nacional en Parra. Yo pienso, más bien, que este descubrió en Inglaterra vínculos insospechados entre el humor irónico del pueblo chileno y el ingenio cara-depalo de las élites de Oxford. Alone: «Parra es un poeta admirable. Nada más impetuosamente libre que su verso». Quién habría pensado que el crítico de poesía más influyente de Chile, Alone (Hernán Díaz Arrieta), celebrara en las páginas de El Mercurio la aparición de un libro tan agresivo, tan rupturista, tan deslenguado y tan insólito como Poemas y antipoemas. ULRIKA 62 |
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Braulio Arenas: «Tú eres algo así como un buen poeta mexicano». El poeta surrealista Braulio Arenas, figura máxima de La Mandrágora chilena, paró a Parra en plena calle para ofrecerle, con sorna, su apreciación de Poemas y antipoemas. Ya en los años cincuenta Chile se sentía el ombligo poético de la lengua. Decir poesía mexicana era decir: poesía que no valía nada. Jorge Cáceres: «Nicanor, usted ha hecho lo que nosotros no pudimos y queríamos hacer. Artaud estaría encantado». No todos los surrealistas concordaban con Arenas: ni el malogrado Cáceres ni Teófilo Cid, rey decadente de las noches de Santiago, que sentenció en una reseña que Poemas y antipoemas era «un libro que André Bretón amaría». El propio Parra hablaría, después, de los antipoemas como «surrealismo criollo». Violeta Parra: «Sin Nicanor no hay Violeta». Tras el éxito de Poemas y antipoemas, Nicanor decidió cambiar de rumbo y publicó La cueca larga (1958), un libro de cuatro poemas de octosílabos y Violeta y Nicanor Parra, en la carpa que aquella instaló en La Reina (1966). Foto: Exposición «Parra 100» (2014).
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rima asonante, herederos fieles de la tradición oral de la poesía popular chilena. Se trataba, indudablemente, de una bofetada en la cara de los que pensaban que un abismo separaba la poesía culta de la poesía popular. Parra sabía que muchos de los rasgos de la antipoesía –los contextos y personajes de la realidad cotidiana, el lenguaje coloquial, el humor popular, la querencia narrativa, la estructura dramática– eran injertos poéticos tomados de la tradición popular. No es casual que el diálogo entre Nicanor y su hermana Violeta Parra haya sido tan intenso. Había inquietudes en común, búsquedas compartidas. En LPs titulados El folklore de Chile, de 1958 y 1961, Violeta pondría música a dos poemas de La cueca larga: «La cueca larga de los Meneses» y «El Chuico y la Damajuana». Hernán del Solar: «Esto no ha sido jamás poesía, ni lo será mientras el mundo no reviente y ya no nos importen un comino ni la poesía ni la prosa». La publicación de Versos de salón en 1962 suponía una vuelta a la antipoesía, pero escrita ahora en vibrantes, agresivos endecasílabos en vez de en verso libre. El libro de 1954 había sorprendido favorablemente hasta a la crítica más conservadora;
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ocho años después, tras el paréntesis de La cueca larga, el éxito de Parra provocó una recepción más bien hostil. Padre Prudencio Salvatierra: «¿Puede admitirse que se lance al público una obra como esa, sin pies ni cabeza, que destila veneno y podredumbre, demencia y satanismo? Me han preguntado si este librito es inmoral. Un tarro de basura no es inmoral, por muchas vueltas que le demos para examinar su contenido». Las palabras del padre Salvatierra, de una reseña publicada en un diario católico de Santiago, maravillaron a Parra. Las envió en esos años, traducidas al inglés, a Allen Ginsberg, que las leería en voz alta –junto a otras descalificaciones igualmente pintorescas– cuando presentó al chileno en un festival poético en Estados Unidos. El público, al parecer, aulló su aprobación. Pablo de Rokha: «Los antipoemas inspiran lástima y asco». Pablo de Rokha era, qué duda cabe, un gran poeta; un gran mal poeta, quizá, si tomamos prestado el injusto dictamen de Juan Ramón Jiménez sobre Neruda. Después de años de lidiar con furia contra dos poetas tan imponentes como
Huidobro y Neruda, le espantó ver que un poeta más joven comenzaba a cobrar protagonismo. De Rokha era un maestro del insulto de gran calibre. Decía que Parra era «un pingajo del zapato de Vallejo»; que no era más que «un esnob plebeyo y populachero, no popular, un versificador en niveles abominables de oportunista».
Nicanor Parra, Miguel Grinberg y Allen Ginsberg (La Habana, febrero, 1965). Foto: Poetas del Fin del Mundo.com
Allen Ginsberg: «Parra es el creador de una poesía más explosiva, más sofisticada e inteligente que la de Neruda». Amigo y compañero de fatigas de los beats, y sobre todo de Ferlinghetti y Ginsberg, Parra encontró en este a su gran interlocutor. Sergio Ramírez: «Los antipoemas fueron esenciales en la transformación de la generación de los años sesenta, gracias a su sentido de la lectura y ruptura de cánones con humor y alegría». En el ambiente revolucionario de los sesenta, se pedía una poesía revolucionaria capaz de encarnar el espíritu de los jóvenes. A finales de la década, Julio Cortázar lo expresaría así: «Uno de los más agudos problemas latinoamericanos es que estamos necesitando más que nunca los Che Guevara del lenguaje, los ULRIKA 62 |
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quien Parra leyó con tanto fervor, se trueca en un agitado y descompuesto Charles Chaplin de cine mudo». Ahí están: los dos grandes modelos de Parra: Kafka quizá de Poemas y antipoemas; Chaplin de Versos de salón y Obra gruesa.
«Si Parra se ríe es porque su confianza está puesta en otra parte, es porque ha colocado todo el capital de sus esperanzas en una empresa que justifica esa risa». Mario Benedetti
revolucionarios de la literatura más que los literatos de la revolución». Los jóvenes encontraban esa revolución de la literatura en la herencia de César Vallejo y en la obra viva de Parra. Guillermo Rodríguez Rivera: «Como Chaplin, Parra ha creado un personaje, una figura fantasmagórica y bufonesca, presa de deseos frustrados, asediado por las máquinas y “los vicios del mundo moderno”». Rodríguez Rivera, el gran crítico de poesía de la revolución cubana, al prologar una antología de Parra para Casa de las Américas lo comparó con Chaplin. La analogía se me antoja clave para comprender la antipoesía (habría que leer, por ejemplo, un poema tan maravillosamente chaplinesco como «Un hombre»). A comienzos de los años sesenta, al pronunciar el discurso de recepción cuando nombraron a Neruda doctor honoris causa de la Universidad de Chile, Parra leyó un poema que decía que «la verdadera seriedad es cómica», y ofreció como ejemplos, o más bien como modelos, a Kafka, Chaplin, Chéjov, El Quijote y Quevedo. Los dos primeros son, sin duda, los más determinantes: revolucionarios de la literatura y del arte, pero lejos de cualquier propaganda política. Francotiradores e indomables. Juan Gustavo Cobo Borda: «En la antipoesía, el personaje pasivo de Kafka, a
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Thomas Merton: «I like your irony very much and I cannot tell you how much in agreement I am with you about contemporary society. We are in a time of the worst barbarity, much worse than in the time of the fall of the Roman Empire. It is sufficient to look at what is happening in Vietnam and everywhere, most of all here. Sermons are worth nothing in this situation». Merton, uno de los traductores de los antipoemas al inglés –junto a Ginsberg, Ferlinghetti, William Carlos Williams y Denise Levertov–, era el poeta estadounidense más vinculado a Hispanoamérica de su época. Decisivo en la trayectoria de Ernesto Cardenal, admiraba profundamente a Parra también. Coincidía con él en su visión del mundo contemporáneo a borde del colapso, y en que la respuesta del poeta no podía ser el sermón. La ironía es necesaria para enfrentar con entereza el presente. Mario Benedetti: «Si Parra se ríe es porque su confianza está puesta en otra parte, es porque ha colocado todo el capital de sus esperanzas en una empresa que justifica esa risa». Benedetti, en una vibrante entrevista de 1969, contrastó la poesía revolucionaria de Parra con la visión acomodaticia de Neruda, y veía en su risa –en la seriedad cómica de su obra– no solo una crítica a la sociedad capitalista sino una aportación al proyecto revolucionario. Cuando un año más tarde, las circunstancias convirtieron a Parra en persona non grata en Cuba y un crítico feroz del dogmatismo
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castrista, el uruguayo cambiaría de criterio: «A partir de los controvertidos Artefactos su humor se hace excesivamente ríspido y pierde la mejor parte de su gracia». Es triste pero cierto que hace más gracia reírnos de los demás que de nosotros mismos. Pat Nixon: «Gusto de conocerlo. Es un honor para mí». La culpa fue de Pat Nixon. En abril de 1970, antes de viajar a Cuba como invitado de la Revolución, Parra participó en un festival poético en Washington D. C. A él y otros poetas –entre ellos Yves Bonnefoy y Jorge Carrera Andrade–, se les organizó una visita guiada de la Casa Blanca, durante la cual fueron sorprendidos por una taza de té ofrecida por la mujer del presidente. Al saludar a cada uno de los poetas, Pat Nixon les regaló un libro de Elizabeth Bishop. Y alguien sacó fotografías, que se divulgaron a partir del día siguiente por la prensa de toda Latinoamérica. Desde Cuba, se canceló la invitación a Parra. Cuando llegó de vuelta a Chile, encontró que se había montado un boicot a sus clases en la Universidad y se le reprendió públicamente en un pleno de la Sociedad de Escritores Chilenos. Después de disculparse en un primer momento, insistiendo en su lealtad a la revolución cubana y en que el encuentro con Pat Nixon era completamente inesperado, un simple happening, Parra se hartó. Fue un viraje político e ideológico impulsado desde las vísceras. De ahí los Artefactos.
Jaime Huenún: «Parra supo cómo reírse del régimen militar sin perder, literalmente, la cabeza». Profundamente distanciado de la Unidad Popular, Parra se quedó en Chile después del golpe militar de septiembre de 1973. Desde el exilio lo atacaron como cómplice del fascismo. Se convertiría, sin embargo, en uno de los opositores más renombrados a la dictadura dentro de Chile. Asumiendo la voz de Domingo Zárate Vega, el «Cristo de Elqui», un predicador callejero célebre en Chile en los años cuarenta y cincuenta, Parra podía criticar los abusos de Pinochet como si hablara del general Carlos Ibáñez del Campo, presidente dos décadas antes. Que haya publicado en 1977, en pleno apagón cultural, sus Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, es una prueba de lo dicho por el poeta mapuche Jaime Huenún. Véase, si no, el sermón xxiv: Cuando los españoles llegaron a Chile se encontraron con la sorpresa de que aquí no había oro ni plata nieve y trumao sí: trumao y nieve nada que valiera la pena los alimentos eran escasos y continúan siéndolo dirán ustedes es lo que yo quería subrayar el pueblo chileno tiene hambre sé que por pronunciar esta frase puedo ir a parar a Pisagua pero el incorruptible Cristo de Elqui no puede tener
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otra razón de ser que la verdad el general Ibáñez me perdone en Chile no se respetan los derechos humanos aquí no existe libertad de prensa aquí mandan los multimillonarios el gallinero está a cargo del zorro claro que yo les voy a pedir que me digan en qué país se respetan los derechos humanos.
Eduardo Moga: «En las bodegas del satírico hay siempre un moralista y, por consiguiente, causas que suscitan su adhesión: las de Parra son el lenguaje llano, el antidogmatismo y, desde mucho antes de que se convirtiera en un movimiento popular, el ecologismo». Hostigado por los intelectuales del exilio, desde comienzos de los años ochenta Parra encontró en el ecologismo una salida a las dicotomías de la Guerra Fría. «Los crímenes ecológicos del socialismo son tan graves o más que los propios crímenes del capitalismo», diría en una entrevista. Capitalismo y socialismo eran «gemelos siameses» dispuestos a sacrificar el planeta en busca de sus intereses. Así llegó la ecopoesía de Parra. En uno de los últimos poemas que escribió, poco antes de cumplir un siglo («¡Quién tuviera ochenta años!», me dijo en ese viaje), seguía tan viva como siempre su militancia ecológica: Luz natural o la revolución de las gallinas Hay que aprender de los que saben + Acostarse y levantarse temprano. ¡por una patagonia sin represas! ¡por una araucanía sin represas!
—Te has convertido —le dije— en un poeta comprometido. —Sí —me contestó—. Durante toda mi vida me atacaron por no serlo. ¡Ahora sí! Miguel Arteche: «La antipoesía es el sida de la poesía, porque es destructora, porque Parra no dejó ningún discípulo que tenga algún valor... Lo he dicho antes: bastante tengo con la poesía para preocuparme de la antipoesía». 12
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Con la vuelta a la democracia en Chile, en 1990, comenzaron los años gloriosos de Parra. Ganó el Premio Juan Rulfo en 1991, el Reina Sofía en 2001, el Cervantes en 2011 y el Pablo Neruda en 2012. Se convirtió en un poeta inmensamente popular en Chile. Y suscitó la envidia de algunos que se sentían eclipsados. José Hierro: «Eso de hacer poesía que no parezca poesía no lo entiendo». Con la excepción de poetas como Álvaro Salvador y Luis Alberto Cuenca, Parra fue considerado en España, hasta hace muy pocos años, como un autor gracioso, lleno de ocurrencias pero en el fondo menor. Sucede, sin duda, que a la poesía española le ha costado abandonar las temáticas y sobre todo los lenguajes poéticamente prestigiosos. Como si existieran cosas y palabras poéticas en sí. En la misma línea de Hierro, reaccionó José Manuel Caballero Bonald al enterarse del Cervantes de Parra: «No es un poeta de mi predilección, puedo decir poco, porque la antipoesía y este tipo de estética me pillan a trasmano». Son opiniones, evidentemente, que hablan más de ellos y de la poesía española que de Parra. Roberto Bolaño: «Todo se lo debo a Parra». La devoción que sentía Bolaño por Parra ha sido instrumental en potenciar su imagen a nivel mundial. Son muchos los lectores que han llegado a Parra gracias al boom de Bolaño y a novelas como Estrella distante y Los detectives salvajes. Había algo indómito, anarco y profundamente verdadero en la antipoesía y en la actitud vital de Parra que subyugaba a Bolaño. En palabras suyas: «Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado». Patricio Pron: «Contra otros proyectos de similar índole, en el de Parra no hay rastros de paternalismo: no se trata de “acercar la poesía” al habla cotidiana (sueño recurrente de poetas progresistas y pesadilla habitual de lectores) sino de extraer de ese habla cotidiana un lirismo que no excluye el sarcasmo, la ironía, el epigrama». Leyeron y admiraron a Parra compañeros de generación de Bolaño como el argentino Patricio Pron.
NIALL BINNS Roberto Bolaño visitando a don Nicanor en la casa de este, en Las Cruces; los acompaña el crítico español Ignacio Echeverría. Fotografía tomada en El Tabo, afuera del restaurante El Kaleuche. Poco después, Echeverría y Niall Binns comenzarían a trabajar en las obras completas de Parra. Foto: Exposición «Parra 100» (2014).
Rodolfo Fogwill: «Neruda es un poeta esterilizante. Si uno se queda pegado a Parra, te puedes transformar en un gran poeta. Pero si uno se queda pegado en Neruda, no queda nada». Asimismo, novelistas argentinos de otras generaciones, como Fogwill... Ricardo Piglia: «De toda esa gran tradición de poetas, el que para mí está por encima de todos es Nicanor Parra: me parece un poeta extraordinario, uno de los grandes acontecimientos de la poesía». ... y Piglia. Patti Smith: «Me gusta la poesía de Nicanor Parra porque es rebelde y humana». El culto de Bolaño traspasó las fronteras del idioma. Patti Smith, admiradora del novelista, descubrió a Parra a través de Bolaño y quedó tan fascinada que acudió en 2011 a la recepción del Premio Cervantes en Alcalá de Henares. Nicole Krauss: «I jumped to apologize, and swore up and down to read the abbreviated list of great Chilean poets he scribbled on the back of a paper bag (at the top
of which, in capital letters overshadowing the rest, was Nicanor Parra) and also to never again utter the name of Neruda, either in his presence or anyone else’s». En la exitosísima novela de Nicole Krauss The History of Love, de 2005, la madre de Alma es traductora de Nicanor Parra. En el primer capítulo de su novela siguiente, Great House (2010), es el personaje Daniel Varsky, un poeta chileno, quien instruye –de manera muy bolañiana– sobre la necesidad de olvidar a Neruda y leer, ante todo, a Parra. Carmen Balcells: «¿Tú te opones a que te haga multimillonario?». Tres años después de la publicación de las obras completas de Parra (que jamás se habrían editado en Galaxia Gutenberg sin la intervención de Bolaño), la agente literaria más prestigiosa de la lengua visitó al poeta en su casa de Las Cruces. Llegó en silla de ruedas y preguntó a Parra si quería que ella lo hiciera rico. Lo único que debía hacer, le dijo, era viajar a España. Nicanor respondió que nunca más iba a subirse a un avión. ULRIKA 62 |
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EL LEGADO POÉTICO DE NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA «A diferencia de sus hermanos, todos artistas populares, Parra toma sólo a veces la guitarra, pero sí aprende a tocar las “cuecas recortadas” que le enseña Roberto.». Foto: Exposición «Parra 100» (2014).
Nona Fernández: «Aprendí de Parra que una pelela rota y una cuchara doblada podían ser poesía. Que la puteada del vecino o el dicho del casero de la esquina tenían dimensión poética. Después de eso, se habita otro territorio. Uno más sabroso y noble, sin duda». La novelista chilena apuntó a una de las enseñanzas de Parra para las generaciones más jóvenes: la posibilidad de abordar la realidad sin anteojeras, sin tabúes, sin dogmas.
Juan Carlos Mestre: «En términos de física cuántica, Nicanor Parra es un accidente congelado de la literatura en castellano. Esos son los accidentes que determinan el curso de la historia». El prestigio de Parra en España se ha transformado en años recientes. La crisis de 2007 creó una generación de jóvenes descreídos, enemigos de la autoridad, abiertos al juego y hartos del dogmatismo de la izquierda y la escritura comprometido de antaño. Mestre –una figura puente entre la poesía de España y Chile– ha tenido, qué duda cabe, un papel preponderante en este redescubrimiento de la antipoesía.
Eduardo Milán: «No hay nada seguro en Parra, de ahí la fascinación que ejerce desde hace sesenta años sobre el lector de poesía (solo equivalente al rechazo que causa en los poetas “de lo específico”): todo es tentativo porque trabaja con el habla, terreno de lo móvil». Si Bolaño ha convertido en devotos de Parra a una generación de lectores de novelas, el prestigioso poeta y crítico uruguayo Eduardo Milán, que salió de los círculos de Octavio Paz, ha transformado la imagen de Parra entre poetas atentos a la exploración vanguardista y la búsqueda permanente de la palabra poética.
Olvido García Valdés: «Parra dota a la poesía de una lengua absolutamente novedosa. No hay nadie, después de Rubén Darío, que haya puesto tanto peso en la lengua». A lo mejor la gran poesía de la modernidad en lengua castellana puede enmarcarse entre los dos: Darío y Parra, Rubén y Nicanor. Finales del xix y comienzos del xxi. Entre el modernismo de Azul... y Prosas profanas y las últimas grandes obras del antipoeta y autor de artefactos visuales: Discursos de sobremesa, Obras públicas y Lear, rey & mendigo.
—Es la forma más segura de viajar –le dijo. Nicanor respondió, señalando con la mano: —Más segura es una silla de ruedas.
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Nicanor Parra
y la trampa del teléfono n POR NIALL BINNS
Stop all the clocks, cut off the telephone. W. H. Auden
—Don Nicanor no está —me respondió la voz. Llevaba días preparándome mentalmente para la llamada, y más de media hora delante del teléfono dándome ánimos. Eran, y son, manías mías. Odio los teléfonos, siempre los he odiado, y aún formo parte de esa escueta minoría, una especie en peligro de extinción diría yo, de los que viven sin teléfono móvil. No hubo excusas que valieran. Era el invierno austral de 1991, llevaba seis meses viviendo en Santiago de Chile y acababa de experimentar lo más cercano a una epifanía de mi breve vida de lector al toparme en una antología de poesía chilena con dos poemas de Nicanor Parra: «Soliloquio del individuo» y «Los vicios del mundo moderno». Tuve la extraña sensación de que esos poemas habían sido escritos para que yo los leyera. Por las librerías de segunda mano de la calle San Diego, la galería de Tajamar y la calle Merced salí de inmediato en busca de todo lo que encontrase de
Parra. Incluso descubrí, en una librería de la Plaza Mulato Gil, un ejemplar casi intacto de los Artefactos (recuerdo que me costó sesenta mil pesos). Vi anunciado un recital de Parra para esa misma semana y asistí deslumbrado a su lectura de los sermones y prédicas del Cristo de Elqui. Alguien de la universidad, no recuerdo quién, me dio su teléfono, me dijo que lo llamara. Y así lo hice, tras largos titubeos. —¿Aló? Era la voz inconfundible de Nicanor Parra. Respondí como se responde. Como un imbécil: —¿Está Don Nicanor? Hubo un silencio. Y luego: —Don Nicanor no está —me respondió la voz. Un nuevo silencio, y luego: —¿De parte de quién? Empezó entonces un extraño diálogo en que evidentemente me estaba poniendo a prueba el Nicanor-que-no-lo-era al otro lado de la línea. ¿Valía la pena hablar con esa voz agringada con su ceceo español? Yo venía, eso sí, pertrechado
El teléfono de Hitler, uno de los «artefactos visuales» (trabajos prácticos) de don Nicanor. Tomado de: Artefactos visuales (Universidad de Concepción, 2002).
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para el caso. Tenía mis armas, dos armas. Había estudiado en la Universidad de Oxford, donde Parra pasó años fundacionales como becario de posgrado de matemáticas a comienzos de los cincuenta; y había hecho una traducción de Lisístrata, y con Aristófanes precisamente terminó Nicanor el primero de sus antipoemas, «Advertencia al lector». Funcionó mi estrategia. En algún momento, sin reconocimiento explícito del juego o prueba del inicio, cayó el disfraz, conversamos de Oxford, Aristófanes y Neruda, y Nicanor me invitó para el fin de semana siguiente a su casa en La Reina. Recuerdo esos comienzos de lo que terminaría siendo una larga amistad porque algo dicen, me parece, de quién era Parra y de cómo era su propuesta estética, hecha de juego, de enmascaramiento y de búsqueda. En una de las tarjetas postales de Artefactos, un hombre trajeado y sin cabeza habla por teléfono diciendo: —Aló Aló / Conste que yo / no soy el que habla.
En el colegio y en la universidad los profesores de literatura machacan –machacamos, mejor dicho– a nuestros alumnos diciendo que el que habla en el poema no es el autor: es un yo lírico, un hablante lírico, un sujeto poético u otra cosa de esa índole. Así logramos olvidarnos del autor y centrarnos en los textos, su estructura, su ritmo, su métrica y sus imágenes. Es útil hacerlo, porque evita hablar de la vida de los poetas, pero a la vez es casi siempre inútil, porque en la poesía moderna, hasta épocas muy recientes, es como si el yo del poema y del autor fuera uno solo; el hablante lírico, o llámese como se llame, era algo así como un portavoz del autor, contaba con una especie de beneplácito silencioso por parte de este, recibía un visto bueno a todas las búsquedas, ideas y emociones que expresaba. Con Parra, no. Con muchos poetas actuales, no. Se ha instalado en la poesía una grieta entre el sujeto y el autor. Una y otra vez el lector se percata de que esto no puede ser lo que piensa, lo que siente el autor... Así como en la narrativa, a partir de Henry James, sabemos que los narradores a menudo son falibles y no fiables, esa misma sospecha, esa misma desconfianza se ha hecho parte, hoy, del bagaje obligado del lector de poesía. Don Nicanor no está. Conste que yo no soy el que habla. * En esa pieza inaugural de los antipoemas, «Advertencia al lector», se advierte lo siguiente: Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse: La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte, Menos aún la palabra dolor, La palabra torcuato.
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Sillas y mesas sí que figuran a granel, ¡Ataúdes!, ¡útiles de escritorio! Lo que me llena de orgullo Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.
Es mucho lo que podría decirse de esta estrofa. Aquí tenemos, como tantas veces, en Parra, el diálogo con un discurso ajeno: el de las «advertencias al lector» que figuraban antes al inicio de los libros; está el verso libre de tono prosaico y conversacional; está el ataque a los dogmas de la poesía anterior y la necesaria provocación que esto acarrea para críticos y lectores defensores de la lírica dominante; está el cambio temático y lingüístico que propone la antipoesía; y queda registrada también la urgencia de ese cambio (el cielo se está cayendo a pedazos), como si la nueva poesía –la antipoesía– fuese capaz de hacer algo para frenar el apocalipsis, arreglar los problemas de nuestros tiempos. Quisiera, sin embargo, fijarme en otras cosas. En primer lugar, «Advertencia al lector» pretende ser un manifiesto para la antipoesía: tiene la beligerancia rupturista de los manifiestos de la vanguardia, la exigencia de un cambio abrupto de temas y lenguajes, la necesidad de partir otra vez de cero. Como Huidobro o Borges, Parra estaría argumentando aquí (y en el resto del poema) el porqué del cambio que propone. Basta de poemas del yo adolorido, basta de poemas decorativos, vayamos a lo cotidiano, nos estaría diciendo. Pero ojo, la argumentación se agrieta: «La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte, / Menos aún la palabra dolor, / La palabra torcuato». Dolor se entiende, arco iris se entiende, ¿pero torcuato? ¿Será, como se ha dicho, un insulto de otros tiempos del habla popular chilena: ese hombre es un torcuato, un tonto? En el contexto del
Portada de la primera edición de Poemas y antipoemas (1954).
poema, da lo mismo; lo que importa es que la ilusión de un argumento racional, coherente, se ha roto. Nicanor Parra, el autor, era por supuesto perfectamente capaz de hablar de los antipoemas con lucidez y sin contradecirse (por si hicieran falta pruebas, hay reflexiones en prosa fascinantes de la época); el que habla en su poema no lo era. No es Nicanor Parra el que habla ni en «Advertencia al lector» ni en los otros antipoemas. Puede ser, a veces, una versión distorsionada, esperpéntica del autor, como un doble mal hecho, que no funciona bien, pero Nicanor Parra no es. Don Nicanor no está. El sujeto de «Advertencia al lector» se enorgullece porque ha creado su «propio alfabeto», hecho de sillas y mesas, ataúdes y útiles de escritorio. Adiós, metafísica: se trata de una poesía de las cosas. No ideas but in things, diría William Carlos Williams. Metonímicamente, hablar de sillas y mesas es hablar de la vida cotidiana; los útiles de escritorio remiten al mundo de la burocracia, al mundo de la escritura; y los ataúdes, por supuesto, remiten a la muerte, y hay mucha muerte y mucho ataúd en la obra de Nicanor Parra. A través de las cosas, se llega a las ideas. ULRIKA 62 |
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¿Y a través del teléfono? ¿A qué remite el teléfono en Parra? Porque hay, también, muchos teléfonos en la antipoesía. «Mi peor enemigo fue el teléfono», asevera el sujeto muerto en «Lo que el difunto dijo de sí mismo». Y en «Hombre al agua», otro poema de Versos de salón (1962), un ser desquiciado, harto de hacer el ridículo «escribiendo poemas espantosos / y preparando clases espantosas», argumenta a trompicones su decisión de abandonar el trabajo y regresar a los «lugares sagrados» de su infancia. En cierto momento del poema –que es la escenificación de un momento dramático, en el que el sujeto instruye a un interlocutor anónimo para que explique y excuse su ausencia: «Digan que ando en el sur»; «Digan que estoy enfermo de viruela»–, suena el teléfono y el sujeto estalla: Atiendan el teléfono ¿Que no oyen el ruido del teléfono? ¡Ese ruido maldito del teléfono Va a terminar volviéndome loco!
El teléfono remite, metonímicamente, al mundo moderno que ha hecho de los sujetos de Parra seres histéricos, neuróticos, incapaces de relacionarse con el otro. Remite a un mundo en que la comunicación falla: de ahí ese Artefacto de antes: el que habla por teléfono (como el que habla en el antipoema) no está, o no está por lo menos del todo, le falta la cabeza, y el interlocutor tampoco está del todo, no se ve (como el que lee un poema) 18
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e intermitentemente se pierde («aló? aló?»). La obra de Parra nos dice: hablar por teléfono es participar en una comunicación fallida, mutilada, frustrada, pero así es nuestro mundo, y así somos. El máximo protagonismo del teléfono en Parra se encuentra en «La trampa», de la última sección de Poemas y antipoemas (1954), un antipoema en que un yo aspirante a escritor desgrana su soledad y sus fracasos. Más de la mitad del poema se centra en la «trampa», el refugio o catarsis fallido que constituía para el sujeto el teléfono: Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano inclinado, Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura, El instinto de conservación dejaba de funcionar Y privado de mis prejuicios más esenciales Caía fatalmente en la trampa del teléfono Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean Y con manos trémulas marcaba ese número maldito Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo. De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos En que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno Cubierta de una cretona amarilla, Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo, La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo. Esos ruidos entrecortados del teléfono Producían en mí el efecto de las máquinas
NIALL BINNS
perforadoras de los dentistas, Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto Hasta que, llegado el momento preciso, Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente. Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera Se interponía entre mi ser y mi interlocutora Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos. Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe Con mi voz anhelante, cargada de electricidad. Sentirme llamado por mi nombre de pila En ese tono de familiaridad forzada Me producía malestares difusos, Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar A través de un método rápido de preguntas y respuestas Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico Que a la postre venía a repercutir en mí mismo Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso. Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración mental. Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo
Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido, Aquellas contorsiones de postulante al cielo Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu Que no terminaban completamente con colgar el teléfono Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos A vernos al día siguiente en una fuente de soda O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.
«La trampa» figura en el lp Poemas y antipoemas que grabó Parra en 1965. Durante varios años tuve, en el contestador de mi teléfono de casa, la voz de Nicanor leyendo «Caía fatalmente en la trampa del teléfono / Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean / Y con manos trémulas marcaba ese número maldito / Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo». Fue todo un éxito. Tengo amigos que aún saben de memoria esos versos. A veces los mensajes que recibía no eran más que una carcajada. En una ocasión, a una telefonista de no sé qué compañía le gustó tanto que todos sus compañeros llamaron para escucharlo y celebrarlo en sus mensajes. En un par de ocasiones me dejó mensajes el propio Nicanor. No sé qué habrá pensado al oír su propia voz desde el otro extremo del mundo. En la primera me decía que me iban a invitar a un homenaje que se le hacía en la Universidad de Harvard. La invitación me llegó, por fax, a la facultad. Era una invitación a un almuerzo; el viaje, el alojamiento y las dietas corrían por mi Carátula y contracarátula del lp Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra (1965)..
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cuenta. Nicanor tampoco fue. El segundo mensaje llegó mientras preparaba la edición del primer tomo de sus Obras completas & algo +. Me decía en el mensaje que había salido en la prensa una noticia según la cual él no estaba contento con la introducción que había escrito. —No es cierto —me dijo. Estaba encantado con la introducción; lo que no le había gustado era el prefacio de Harold Bloom. Me apena enormemente haber perdido ese mensaje cuando cambié de casa. * En sus últimos años de vida, se hacía difícil hablar por teléfono con Nicanor. Oía cada vez peor y lo normal era que el aparato sonara y sonara sin que nadie contestase. Con un interlocutor cada vez más distante, más difuso, el teléfono se convertía de nuevo en el peor de los enemigos. Recuerdo nuestras últimas conservaciones por teléfono (entre tanto, seguíamos viéndonos en persona casi cada año en mis viajes a Chile). El día antes de la recepción del Premio Cervantes, pasamos la tarde en mi casa en Madrid con Cristóbal Ugarte Parra, el Tololo, que iba a recoger el premio en Alcalá de Henares en representación de su abuelo. Llamé esa noche a Nicanor para decirle que 20
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habíamos reunido algunos antipoemas y artefactos que hablaban de Cervantes para la lectura del día siguiente; por teléfono me dictó un nuevo poema, que a la mañana siguiente pasé subrepticiamente al Tololo mientras avanzaba, rodeado de los príncipes y sus guardaespaldas, camino de la ceremonia. En 2012, estuve en el jurado que otorgó a Nicanor el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y me pidieron que preparara una antología de su obra. Ya hechos la selección y el prólogo, quedaba pendiente el título del libro y llamé a Nicanor en varias ocasiones, proponiendo, entre otros, dos de los títulos que él había barajado en su momento como alternativas a Poemas y antipoemas: Material de lectura y Pan y agua. Me rechazó cada propuesta con un «Nooooo» alargado, asegurándome que había que plantearse el siguiente asunto: ¿qué nombre le pondría a nuestro libro la Enciclopedia Británica? Después de tres o cuatro llamadas infructuosas que desembocaban en este mismo planteamiento, y cuando ya me veía asediado por las prisas de la editorial, me llegó en un sueño el título: En resumidas cuentas. ¡Eso era, así lo diría la Enciclopedia Británica! Pero no. Nicanor me contestó que de ninguna manera, y menos mal que fue así, porque resulta que era un título ya utilizado para una antología de José Emilio Pacheco. Ese día, no obstante, conseguimos por fin llegar a una decisión. —¿Qué es este libro? —me preguntó. Silencio. Y se respondió a sí mismo—. Es una antología. ¿Cómo la vamos a llamar, entonces? Antología de Nicanor Parra. Durante las semanas siguientes, sin que yo lo supiera, Nicanor habló con los editores y les propuso el que sería el título definitivo: La antología de Nicanor Parra según Niall Binns. No he conocido un regalo más conmovedor. * Parad los relojes, desconectad el teléfono. —Aló? Aló? Murió el 23 de enero de 2018. Una tristeza enorme me provoca pensar que hoy y para siempre «Don Nicanor no está».
FERNANDO LINERO
En 1980, tras casi treinta años de amistad y de haber realizado juntos (con Jodorowski) el Quebrantahuesos, Parra y Enrique Lihn se encuentran en la presentación del libro Décimas de la Negra Ester, de Roberto Parra, en un restaurante de Providencia. Los acompaña el también poeta chileno Óscar Hahn, de cuyo archivo personal es esta foto.
nicanor parra
Un vecino desencantado que advierte la marea del tiempo n POR FERNANDO LINERO
Sólo creando mundos me consuelo. Nicanor Parra
De su poesía dijo Enrique Lihn: «obra de la mala fe y de la inocencia colectivas». Pablo de Rokha la describió como «un escupo de mosca tirado a un espejo, inexistente, pequeño ladrido de perro más o menos tiñoso y metafísico». Pablo Neruda a su vez expresó: «eso no es poesía, ni antipoesía, son anti Parras». Y Artur Lundkvist escribió: «Una poesía de dinamitero, desesperadamente anárquica, que irrumpe a través de todo lo que es rutinario reduciendo a polvo la
mentira piadosa y las fórmulas de consuelo desprovistas de significado, para desembocar en la nada o en el meollo de una sólida realidad». Traducido por poetas tan importantes como Ginsberg, Williams, Ferlinghetti, Thomas Merton, Denise Levertov, entre muchos otros, Nicanor Parra ha sido para muchos el más importante poeta chileno del siglo xx por encima de Neruda y de Vicente Huidobro, y reconocen en su obra toda una legítima rebelión literaria. Cocido en la sopa del humor negro –esa circunstancia aplicada que da vida a sus cuecas– desgarró los patrones de la lírica imperante, orgulloso de pertenecer a la tribu, orientado por una especie de ULRIKA 62 |
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Neruda y Parra, Parra y Neruda: dos caras de la gran poesía chilena.
misión de derrumbe y de acusación de nuestra sociedad. Los movimientos de vanguardia, exasperados por los resultados de la Primera Guerra Mundial y las dificultades económicas surgidas en 1929, habían rebajado a jirones la forma institucionalizada del universo y de la vida, instaurando una incomodidad ambiental que favoreció el surgimiento de manifestaciones de reacción contra el lenguaje indescifrable e intrínseco que de allí surgía. Gracias a esto es que aparece Nicanor e introduce una modificación relevante en la visión de la poesía. Su propuesta llena de materiales extraídos de la cantera de lo popular –su principal fuente de energía espiritual–, se aleja de las torres de marfil con locuciones y pedazos de la charla diaria; con décimas y cuecas donde la vida y la muerte se tantean; con las técnicas del razonamiento científico; con sintaxis de otros reinos, los del mensaje social; los de los vendedores ambulantes; los de la burocracia, los de la radio, etcétera, y así logra rele22
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var un diccionario poético roído y sorprendernos con su capacidad expresiva; fundar una palabra auténtica y límpida y por lo mismo opuesta a la oficial. Los primeros poemas de Nicanor Parra los publicó a los veintitrés años, en 1937, bajo el título de Canciones sin nombre, con una marcada influencia del Romancero gitano de García Lorca. Es la época en la que alterna brevemente con el grupo «Poetas de la claridad» (Luis Oyarzún, Jorge Millas, Omar Cerda, Victoriano Vicario, Hernán Cañas, Alberto Baeza Flores, Oscar Castro). Si digo que por las piedras circula una voz de seda, quiero decir que en el río me bebo la luna llena.
Su antilirismo nutrido de elementos dispares, en un convenio íntegro entre el idioma y el entorno, supo integrar los más diversos motivos en la búsqueda de su perfeccionamiento. Para dar un ejemplo del concepto de realidad de ese
FERNANDO LINERO
camino es pertinente recordar que publicó Poemas y antipoemas en 1954, el mismo año en que Pablo Neruda publica sus Odas elementales. Al contrario de Neruda que (no obstante le cante a cosas muy elementales) mantiene un tono elevado de acuerdo con su concepción de lo que debe ser el poeta, Nicanor Parra hace la denuncia de la apariencia engañosa de la realidad (véase la «Oda a las palomas», del citado libro). Más ridículas son que una escopeta o que una rosa llena de piojos
Paradójicamente soportado por la tradición literaria y cultural de su país, su obra se constituye en una crítica a la sublimación de la poética establecida. La claridad de Nicanor Parra se opone a ese tipo poesía que surge alrededor de los años treinta, y que por las razones ya expuestas fue llamada por los críticos hermética. Allí bien cabe recordar a Vicente Huidobro, Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle, entre otros. El antipoeta lo que quiere es más contacto directo con lo corriente, sólo es un vecino desencantado, que advierte la marea del tiempo y escribe con desparpajo frente a la poesía facilista, a la poesía de feria, a la poesía de corbata, a la poesía cortesana. Su estética corriente, familiar, con gusto por lo ligero e inmediato, que desecha toda grandilocuencia, tiene el deseo de unirse a la generalidad: A diferencia de nuestros mayores –y esto lo digo con todo respeto– Nosotros sostenemos Que el poeta no es un alquimista El poeta es un hombre como todos, Un albañil que construye su muro: Un constructor de puertas y ventanas.
Pero ¿Cómo salirse del camino de las vacas sagradas? ¿Cómo acallar el eco ensordecedor de la feria? En esa dirección van estas palabras suyas cuando intenta darnos algunas luces acerca del fenómeno de su llamada antipoesía:
EL ANTIPOETA LO QUE QUIERE ES MÁS CONTACTO DIRECTO CON LO CORRIENTE, SÓLO ES UN VECINO DESENCANTADO, QUE ADVIERTE LA MAREA DEL TIEMPO Y ESCRIBE CON DESPARPAJO FRENTE A LA POESÍA FACILISTA, A LA POESÍA DE FERIA, A LA POESÍA DE CORBATA, A LA POESÍA CORTESANA. […] es una lucha libre contra los elementos, el antipoeta se concede a sí mismo el derecho de decirlo todo, sin cuidarse para nada de las posibles consecuencias prácticas que pueden acarrearle sus formulaciones teóricas. Hablando de peras el antipoeta puede salir perfectamente con manzanas, sin que por eso el mundo se vaya a venir abajo. Y si se viene abajo tanto mejor, esa es precisamente la finalidad última del antipoeta, hacer saltar a papirotazos los cimientos apolillados de las instituciones caducas y anquilosadas. Resultado, el antipoeta es declarado persona non grata.
La ironía, detrás de la cual el poeta – con la certitud de las limitaciones humanas–, encubre la soledad, la desolación, el desengaño, el recelo y la pena, se constituye en un escenario vencido en el que se pertrecha y desde el cual lanza su voz sin ninguna consideración con el lector fustigándolo con su tono: Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa. Suban, si les parece. Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por boca y narices. ULRIKA 62 |
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Yo no permito que nadie me diga Que no comprende los antipoemas Todos deben reír a carcajadas. Para eso me rompo la cabeza Para llegar al alma del lector. Déjense de preguntas. En el lecho de muerte Cada uno se rasca con sus uñas. Además una cosa: Yo no tengo ningún inconveniente En meterme en camisa de once varas.
Nicanor Parra junto a sus hijos menores, Colombina y Juan de Dios, en su casa de La Reina. Foto: Exposición «Parra 100» (2014).
Sin embargo, esa irreverencia no logra liberarle del desamparo fundamental que todo poeta sufre: […] soy un niño que llama a su madre detrás de las rocas, soy un peregrino que hace saltar las piedras a la altura de la nariz, un árbol que pide a gritos se le cubra de hojas.
Sabe que lo que el poeta promete –su médula, su propia persona afligida– no atrae especialmente el interés de la gente, por eso no hace votos por nada y nada explica: Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte.
Personalmente en su obra descubro más que una ruptura violenta con la tradición –como algunos lo ven–, un proceso de desarrollo y de enriquecimiento. 24
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En la última etapa de su producción profesó una poesía eco-mprometida, como él mismo la llamaba; es decir, una poesía comprometida con la supervivencia, con la no confrontación, con la autorregulación del espíritu y de la sociedad, a sabiendas de que no se ha entendido bien la relación que existe entre el hombre y la naturaleza y el hombre con los otros hombres. En una entrevista, refiriéndose a la muerte, expresó que tenía planes con respecto de ella; que proyectaba resucitar; que lo suyo era un asunto de ida y vuelta, y es así que uno de sus epitafios personales dice: voy y vuelvo. Nicanor Parra creía en Dios, pero también creía en el Diablo. Sólo quiso colorear al universo tal cual es y no como debiera ser, estableciendo un debate con hondura al perfil, de toda una tradición lírica y aún más a todo un modo de concebir la poesía. Bastaron escasamente seis libros para que dejara bien afirmada su impronta poética en la historia de la literatura latinoamericana. En resumidas cuentas Sólo nos va quedando el mañana: Yo levanto mi copa Por ese día que no llega nunca Pero que es lo único De lo que realmente disponemos.
ROCÍO ÁGREDA PIÉROLA
El espectro Parra
en la poesía boliviana n POR ROCÍO ÁGREDA PIÉROLA
Si bien hablar de una influencia directa de Nicanor Parra en la poesía boliviana y leer desde ese lugar sesgado ciertas actitudes de enfrentar la escritura poética pudiera parecer un exceso, no lo es en absoluto indagar por los derroteros por los que nos lleva esta influencia, buscar los momentos de ese contagio saludable para la literatura latinoamericana. De ese modo, nos hemos propuesto más bien una lectura boliviana de lo que pudo haber significado el fenómeno Parra para la poesía boliviana, si bien introvertida y dispersa no exenta de los vientos poéticos que circularon y siguen soplando por los Andes latinoamericanos. Para comenzar, puede decirse que el fenómeno poético boliviano es una antitradición; pareciera que su configuración poética de país abigarrado funcionase también en el ámbito de la poesía; se-
gún un importante pensador boliviano, como lo es Zavaleta Mercado, la condición de «abigarramiento» boliviano tiene que ver con la yuxtaposición de tiempos, espacios, lenguajes, que conviven en una experiencia de mundo que andinamente llamaríamos pacha1. Lugar donde todos los flujos de historias pasadas, presentes y futuras confluyen en un ahora trenzado, arduamente tejido donde se superponen estructuras socioeconomicapoliticoculturales y conviven en un espacio multiplicadamente diverso y complejo. Así la influencia, hablemos pues de este contagio parriano, de ese aire antipoético en la atmósfera de algunos poetas, que no siguen ya los caminos transitados
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En lengua quechua, pacha significa, a la vez, tiempo y espacio. ULRIKA 62 |
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Fotografía extraída de la portada de la Obra selecta de Nicanor Parra publicada por Lumen.
por un Sáenz que pudo hacer del pensamiento algo tan creativo que casi no se diferenció de lo poético y viceversa. Que líricamente no renunció a la triple configuración cosmológica del mundo andino, aunque hondamente atravesada por la metafísica alemana, su poesía tuvo tanto sus ascensos a las altas esferas esotéricas, sus experiencias mundanas, como sus descensos terribles a los abismos de la noche y el alcohol. Otros son los rumbos del tarijeño Julio Barriga o el paceño Humberto Quino, en quienes pudo darse ya desde un modo de afrontar el hablante lírico, un desencumbramiento y/o descenso del hablante que se juega en el teatro de la historia humana cotidiana. Ya no como un privilegiado de lo alto, “olímpicamente” como diría Parra, sino ejerciendo el lenguaje en el plano del aquí-ahora, kay pacha2,
En la configuración cosmológica quechua a kay pacha se
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le definía como el mundo terrenal, Parra baja a la poesía de la órbita celeste (hanaj pacha) a este ámbito del quehacer humano, de algún modo instaurando una cosmología inmanente, donde antipoesía es la poesía de lo que transcurre temporosamente, hay un juego ontológico que es interesante ya que la antipoesía que iba contra ese proceder celeste y minuciosamente estilado de la poesía anterior, para igualar el decir rebajado de lo popular, el teatro de la existencia. 26
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y cómo no, también en su descenso a los abismos, ukhu pacha. Así, Cachín Antezana, uno de los críticos literarios más prolíficos y fervientes de la poesía boliviana, ha recogido una pequeña antología del averno, donde participa una generación de poetas que lejos de las exploraciones de modernistas y vanguardistas comenzarían a indagar en el individuo y sus motivaciones frente a una experiencia de la ciudad y sus frecuentaciones del mundo de la muerte, de lo abismal. Escribe Julio Barriga: «De esa noche de donde había surgido / Y así el misterio regresó al misterio / Diciendo chau desde la proa de una nave / ...Un hombre de sí mismo prisionero / Siempre desconocido sin conocer a nadie / Dispersa su ceniza mezclando con el sueño / Nuestro ebrio embajador en ultratumba / Saluda al loco Borda si lo encuentras / Si hubiera un más allá para la pena...». El misterio se embarca en una nave y dice chau, se descree de un más allá incluso para la pena. Asimismo, en Humberto Quino veremos un gesto ordenador, una estricta ética que libra al poeta del sentimentalismo para de paso instalar un gesto cínico: «Retrato de poeta I / No cedas viejo poeta / A la quejumbrosa visita de una lágrima / Cuida tu maniquí de las moscas ebrias / Cronista de desgracias y de sueños / No cedas perro viejo». Ambos gestos escriturales están atravesados ya por el habla llana, situados en una enunciación cercada por la
ROCÍO ÁGREDA PIÉROLA
experiencia, estrictamente del aquí y el ahora, no sin una conciencia nostálgica de esa pérdida de altura: «Nosotros enlazados / sumergidos / en las ruinas de esta ciudad / Y nada hay / Que pueda consolarnos / De andar sin alas / Criaturas de la huida». Por otro lado, Marcia Mogro escribe: «quizás qué habrá pasado ahí / qué siempre habrá pasado / que estaban viviendo en comunidad / que fueron todos asesinados lee / que han quedado dispersos lee / que eran de sonrisa fácil / que pintan su cuerpo con símbolos / de cada uno / de sus cielos / y de sus tierras / lee / testimonio / evidencia / confirmación». Esta escritura horada incluso la idea de hablante, se diluye tanto el hablante lírico que es apenas un lector que da cuenta precisa de un testimonio: «el lugar donde estaban yo no lo conozco / solamente he escuchado que ellos estaban ahí / he leído / (un modo de instalarse en el mundo / como si fueran a despedirse para siempre / sabiendo / que va a ser cada vez más / y más difícil)». Así las cosas, el espectro de Parra tendrá que ver pues con una nueva mirada, o mejor dicho, una renuncia, un posicionamiento poético en la densidad del aquí y el ahora, frente a nuestra paradojizada tradición poética que, en una lectura muy lúcida de la crítica y poeta boliviana Mónica Velásquez, se nos muestra signada por una angustia de la interlocución. Nuestros predecesores conversaron con Grecia, con las mitologías nórdicas, con la metafísica alemana, con el devenir moderno de la ciudad, con La Odisea, hablaron tardíamente en el lenguaje de la vanguardia; pero de pronto esa angustia, por una interlocución con otras tradiciones escritas, pareciera cesar de repente para dar cuenta de la vida llana, vivida o leída pero ya de una vez instalada en la experiencia de un(a) ha-
blante que finalmente puede hablar de sí y por sí mismo(a).
ACTUALIDAD DEL DECIR: HABLAR POR SÍ MISMA La poesía escrita en Bolivia, si bien se caracterizó en sus momentos fundantes, como dice la crítica reciente, por su dispersión antes que por dramas parricidas de tipo angustia de la influencia, el panorama de la reciente poesía en Bolivia nos dice que estamos establecidos de entrada dentro de una antitradición poética, que se hace legible más por sus nombres a manera de raíces y raicillas que por el establecimiento de poéticas a manera de árbol genealógico. Es en ese escenario que comienza a proliferar una literatura actual cuyo signo fundamental parece ser la introversión y la conquista literaria de lo cotidiano como generador creativo. Intensamente vertidos hacia el interior, los nuevos poetas bolivianos, ya desentendidos de la tradición, si es que algu-
EL ESPECTRO DE PARRA TENDRÁ QUE VER CON UNA NUEVA MIRADA, CON UNA RENUNCIA, UN POSICIONAMIENTO POÉTICO [...] FRENTE A NUESTRA PARADOJIZADA TRADICIÓN POÉTICA QUE, EN UNA LECTURA DE LA CRÍTICA Y POETA BOLIVIANA MÓNICA VELÁSQUEZ, SE NOS MUESTRA SIGNADA POR UNA ‘ANGUSTIA DE LA INTERLOCUCIÓN’. na vez hubo tal peso sobre sus hombros, exploran su intimidad en el ampliado presente hiperconectado de la era del internet. Siguiendo esa línea parriana en la que de entrada nos habíamos asumido, hablaremos de los poetas recientes cuyas voces a momentos se instalarían en ese modo de locución; escribe Pamela Romano: «si se ha hundido / es porque se ha hundido / y no hay nada que hacerle / por eso no tienes que estar aquí / porque aquí / inundado está / y cuando se inunda / hay cosas que se salen de curso / el lodo aparece y entonces quizás después / no pueda nombrarme no ULRIKA 62 |
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Nicanor Parra en Santiago de Chile, en 2011. Foto: Mario Ruiz/ European Pressphoto Agency.
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pueda / nombrarte el nombre / no haya». Escritura ampliamente liberada de lo explicativo y de «las formas» de abordar la escritura de un poema. Giovanni Bello, por otro lado, escribe: «Solo después de leer la conferencia de Juarroz / Termino de comprender / A qué te referías cuando decías / Que teníamos que tronar el mundo para alterarlo, / Aunque de todas formas soy de la opinión / De que el lenguaje no por ser atronador / Está fuera de nosotros y de nuestros cuerpos”. Hay en Bello una hiperconciencia del lenguaje y un acercamiento a la corporalidad llana, ya no mediatizada quizás, como en Edmundo Camargo, por una erótica trascendental, si acaso material,
y absolutamente lejos de una «temporalidad de la muerte». Si bien nos encontramos con ese nuevo gesto escritural a primera vista despolitizado de los poetas más jóvenes, creemos que lo que sucede es más bien una ampliación de las formas políticas que atraviesan la calle, la casa, el cuarto y los cuerpos, una nueva forma radical de habitar el cercado. Escribe Lucía Rothe: «Estoy en el campo Julio, / Acá no hay más que tierra fallida / Estoy desenterrando con las manos incluso / Te juro, mira / No hay nada más que esta tierra / Está seca desde hace ocho años / Pero hay que escarbar me dices / Hay que saber dónde los han escondido». Se da en Lucía Rothe un esfuerzo por situarse en lo histórico, escarbar los cuerpos para trascender de algún modo la «tierra fallida» que es el presente y todavía enlazando el significante a un referente histórico. Sergio Gareca, por otro lado, se estable de pleno en la ironía: “Niños cantando el himno nacional i / Ama tu país / Ama tu cocaína / Una noche dulce y azul / las ubres nevadas de un sueño / vieron el mar babaeante / la líquida fuente se rompió / y toda oscuridad nos mojó las manos / los rostros y los pasos». Otra vez el despertar a la realidad, al tiempo de los vivos diríamos invirtiendo el gesto de Camargo, tiene que ver con una intensificación de las subjetividades escribientes, hipercontemporáneas de la coyunturas. Finalmente, es así que en una antitradición como la boliviana es posible leer desde Parra un énfasis en la mediación terrestre del decir, sin embargo extendemos la defensa de esta nueva proliferación de las letras bolivianas en todas las esferas, porque «lo último que necesitamos es el silencio / porque algún ruido deben hacer nuestros pasos / en lo inundado algún ruido deben hacer nuestros pasos / al salir de él».
RODOLFO RAMÍREZ SOTO
«Nada es más antipoético que los poetas mismos».
Reflexiones
en torno al poema de
«Manifiesto»
Nicanor Parra
n POR RODOLFO RAMÍREZ SOTO La primera vez que escuché la frase que da título a estas líneas fue en una película del 2009 –Bright Star de Jane Campion–, cuando la pronunció el actor Ben Whishaw, quien interpreta en el film al poeta británico John Keats. Keats, el de verdad, no el de la película, nunca pronunció tal cual la frase aquella, pero sí la escribió, por lo menos una versión muy parecida, en una carta dirigida a su amigo Richard Woodhouse que tiene fecha del 27 de octubre de 1818. Como ven la idea que voy a trabajar aquí no es nada nueva, es más bien un viejo reclamo que no pierde vigencia. Un poeta es la cosa más antipoética que existe, porque no tiene identidad, se
hace a sí mismo continuamente con distintos cuerpos.
Para comprender por qué para el romántico inglés el poeta resulta ser lo más antipoético que hay debemos considerar la anterior afirmación a la luz de esa doble acepción con la que podemos entender el término Poesía. La encontramos explicada en la famosa conferencia de Paul Valéry titulada «Palabras sobre la poesía». Atendiendo a esta doble acepción, la poesía se puede pensar en principio como una emoción intensa percibida eventualmente por todos los seres humanos, muy diferente de las emociones ordinarias, que puede ser suscitada por cualquier elemento de nuestro entorno y
Nicanor Parra en un evento conmemorativo de Vicente Huidobro en 2001, en Cartagena, Chile. Foto: Álvaro Hoppe/ Associated Press.
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que nos hace sentir en resonancia con el universo entero. Ahora bien, en otras ocasiones resulta ser que con la palabra poesía estamos queriendo hacer alusión a algo más pequeño, artificial, ya no a una emoción sino más bien a una extraña industria que justamente pretende replicar, a través del lenguaje, tal emoción intensa. Un oficio laborioso que es realizado por un ser humano común y corriente. Este sería el segundo sentido con el que la palabra poesía puede ser entendida. Teniendo claro lo anterior notamos entonces que la queja de Keats se funda en la primera acepción del término, la que define a la poesía como una emoción que despierta en nosotros la sensación de universo, de completitud. Ante esta Poesía de la naturaleza el poeta resulta ser completamente antipoético pues nada hay en él que sea capaz de suscitar una emoción tan determinante y avasalladora que afecte completamente el entorno que lo rodea. Por el contrario, el poeta está condenado a ser apenas un receptor de esta poesía, un ser afectado de manera continua por todo lo que lo hiere de su realidad. Está condenado a ser capaz de percibir la poesía que puede emanar de todos los elementos, menos de él mismo. Su actividad es pasiva, él no genera poesía, apenas se esfuerza por traducir la que ve y siente, la que tiene su hogar en todo lo que le rodea. En esta actividad de interpretación, siguiendo la idea de Keats, el poeta se disuelve irremediablemente en distintos cuerpos para asumirlos y comprenderlos, se vuelve constantemente otro. Y así, contrario a la poesía, cuya identidad es eterna, el poeta se deshace y se pierde en el constante devenir, no tiene permanencia, es pasajero. Antipoético. No nos vamos a meter aquí en las honduras en las que acostumbraba meterse Keats, todo lo contrario, vamos a fijar nuestra mirada más bien en los pequeños detalles de la superficie, en la forma, en el oficio, en esa extraña industria que pretende 30
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replicar una emoción. Nos afincaremos pues en la segunda acepción del término. Vista así la poesía puede considerarse como una técnica, como un conjunto de procedimientos y recursos que son susceptibles de ser aprendidos y ejecutados por una persona. El resultado final de tales procedimientos es el poema y la persona que los ejecuta será entonces el poeta. Tanto del uno, el poema, como del otro, el poeta, se han establecido unas características mínimas que los describen de manera general. Confío en que estarán de acuerdo conmigo en que tales características básicas pueden ser las siguientes: Características mínimas del poema: es un conjunto de palabras cuyo ordenamiento atiende a lineamientos eufónicos y estéticos con el fin de despertar una emoción. Características mínimas del poeta: es una persona dotada de una alta sensibilidad que le permite sentir en cualquier elemento de su cotidianidad los puntos de contacto con lo universal. Es hábil además en el manejo de las palabras. Son estos conjuntos de características los que nos determinan los atributos particulares de la idea que cada uno de nosotros tenemos al respecto del poeta y del poema. Si resultase aparecer un poema, o un poeta, que se aleje de estos patrones, en esa medida lo consideraremos antipoético. Por ejemplo: un poeta que no sea sensible o un poema que no pretenda despertar una emoción. Ahora bien, hay que cuidarse de no tomar estos patrones como modelos absolutos e inalterables, pues de tomarlos así se genera un doble peligro: de un lado se puede llegar a creer que para dedicarse a la poesía tan solo basta replicar las formas que estos modelos nos presentan, convirtiendo así al poeta y al poema en meros clichés, en fórmulas vacías y actitudes impostadas carentes de un contenido honesto, en caricaturas antipoéticas de ellos mismos. Del otro, se puede caer en la tentación de querer
RODOLFO RAMÍREZ SOTO
NO CREEMOS EN NINFAS NI TRITONES. LA POESÍA TIENE QUE SER ESTO: UNA MUCHACHA RODEADA DE ESPIGAS O NO SER ABSOLUTAMENTE NADA.
mantener estos modelos inmutables, de petrificarlos y condenar así a la poesía al ostrasismo y el anquilosamiento, lo que la convertiría en una poesía empolvada y divorciada del movimiento natural de su respectiva época, divorciada de la vida. Una poesía oficiada en el vacío y tristemente antipoética. Quizá sea el poeta polaco Witold Gombrowicz quien haya realizado uno de los ataques más contundentes a estas figuras caricaturizadas de la poesía y del poeta que suelen institucionalizarse de tanto en tanto entre nosotros. En sus dos conferencias: «Contra la poesía» –1947– y «Contra los poetas» –1951– aboga por una poesía que deje de ser ficticia y falsificada y que mejor se exprese de forma natural, una poesía que retome el habla humana. Una que no parezca estar escrita exclusivamente para poetas sino que esté vinculada con todas y cada una de las personas que convivimos en este planeta. Para que ella sea posible es necesario entonces el advenimiento de un nuevo tipo de poeta, uno que en este sentido podríamos considerar antipoeta. Este antipoeta tendría claro, por ejemplo, que de la poesía no se puede hablar en tono poético pues así es como se cae en los estériles malabarismos verbales. Se mantendría alejado de toda esa parafernalia esnob en la que terminan cayendo la mayoría de poetas embebidos en su gran ego y propondría el que llamaré, giro antipoético, que curiosamente no resultaría ser más que un retorno a la vocación fundamental de la poesía, entendida en cualquiera de sus dos acepciones, la de establecer la comunión del ser humano con el ser humano y con el entorno que este habita. Así las cosas, resulta evidente que tal antipoeta, o por lo menos una de las figuras más importantes que se inscribe en esta línea, vendrá a ser don Nica-
nor Parra, quien dejará constancia de aquello en su poema titulado «Manifiesto». El poema hace parte de esa especie de antología que fue Obra gruesa –publicada en 1969–, en donde aparece inscrito en el aparte «Otros poemas». Sin embargo, la Editorial Nascimento ya había realizado una edición alternativa del mismo en el año 1963, cuando lo publicó, no exageraré mucho si digo que a manera de fanzine, como una única hoja doblada en dos partes que venía dentro de una carpeta de cartón. Gombrowicz hace notar en sus conferencias que los poetas se han ensimismado tanto en sus refinados procedimientos estéticos que parece que se han creado una auténtica pirámide cuya cima alcanza los cielos. Cima que los demás no podemos sino admirar desde abajo. El poema de Parra empieza justamente anunciando un retorno a la tierra, un descenso muy parecido al de Zaratustra, del que nos enteramos en el último verso de la primera estrofa del poema: Los poetas bajaron del Olimpo
Al igual que el ermitaño, este nuevo poeta desciende sin dioses y con el ojo puro y la boca limpia. Retorna a nosotros convertido en un hombre despierto que nos trae un regalo: la transformación del antipoeta. En adelante la relación del poeta con la poesía debe ser otra. Ya no la verá más como una mercancía refinada y de lujo sino que descubrirá en ella su carácter de bien de primera necesidad –como los de la Canasta Familiar–. El poeta ya no se mantendrá más del lado de las maneras afectadas sino que se reconocerá como un ser humano común y corriente, como cualquier otro, como Un albañil ULRIKA 62 |
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Nicanor Parra. Foto: JF Somalo/ ismorbo.com.
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que construye su muro: / Un constructor de puertas y ventanas. Conversará con el lenguaje cotidiano que todos podemos entender y se alejará para siempre de los enrevesados circunloquios oscuros y cabalísticos, de esta manera sus poemas ya no serán Para media docena de elegidos. Adiós dirá de manera definitiva a los artificios lingüísticos y más que en la construcción de la forma se concentrará en velar por el origen sincero y honesto del contenido de sus poemas, el cual Nace en el corazón del corazón. En lo que de más humanos tenemos. Un poeta, podríamos decir, que se aleja del poeta y en cambio se acerca al ser humano del
que no debió partir nunca, por eso el antipoeta condena a: La poesía del pequeño dios La poesía de vaca sagrada La poesía de toro furioso.
Condena la poesía que no tiene asidero en lo humano sino que se genera en los meros artificios literarios, poesía a la que llamará la poesía de las nubes y frente a la que opondrá la poesía de la tierra firme. Una poesía cuyos resplandores Deben llegar a todos por igual pues La poesía alcanza para todos. Qué falta nos hace aquí en Colombia, hoy en día, volver la mirada sobre el regalo de Nicanor Parra. Su antipoesía es enérgica y refrescante mientras que la poesía colombiana resulta totalmente soporífera. Tenemos excepciones a la regla, por supuesto, pero son muy pocas. La mayoría de nuestra producción, incluidas las nuevas voces, no se salva. Estamos en el otro extremo del antipoeta, en la caricatura acartonada y empolvada que anda más preocupada por los artificios y por aparecer en listados supuestamente críticos –unas nóminas de nombres que parecen inventarios de muertos– que en escribir poesía honesta y atenta a nuestra época. Tal es el maremágnum de nuestro ego que si no aparecemos en los tales listados entonces realizamos uno propio para incluirnos. Así de desesperados estamos porque los otros hablen de nosotros; pocos se ven preocupados en escribir bien. La mayoría descalifica a la mayoría, tal como yo lo acabo de hacer, y aún estamos esperando todos que aparezca ese genio antipoeta que nos enseñe la senda que nos permita bajar de nuestro pretensioso y exiguo Olimpo nacional. ¡Que los poetas bajen del Olimpo!
LUIS MERINO ZAMORANO
ANTIPOESÍA, aquí AHORA
Las Cruces, el antipueblo de Nicanor Parra n POR LUIS MERINO ZAMORANO Quo o vadis Nicanor? Eres ya una mariposa resplandeciente te paseas por tu jardín de malezas y crees que es el paraíso.
A los 103 años el antipoeta Nicanor Parra se ha convertido en una dulce mariposa resplandeciente, dejando definitivamente su experiencia humana; descansa aquí en Las Cruces, plantado entre las flores silvestres que crecen en el jardín de su casa. Se le veía aún joven, viejoven sería su edad cronológica, el reloj biológico sin duda iba hacia atrás. Los medios de comunicación hablan de un ser huraño poco dado a las entrevistas y a mostrarse en público. Raro, muy raro, ya que don Nica vivía solamente con la Rosita, su nana, que lo cuidaba; «un hijo que me nació viejo», dice ella; no tiene secretaria ni guardias que lo custodien, a su casa se accede por una pequeña puerta de madera blanca, muy baja, siempre abierta; al golpear la puerta (en la cual se lee «Antipoesía» como un grafiti improvisado) abre la Rosita o el mismo poeta. En Las Cruces don Nica se movía como pez en el agua, en su caso, como gaviota en la playa, caminando, ma-
nejando el parramóvil, comprando o paseando solo, con familiares o alguno de los muchos invitados que recibe, nutriendo la antipoesía con el hablar de la calle; no son las musas las que lo inspiran, es el lenguaje común y corriente. En Las Cruces el gran antipoeta Nicanor Parra, es el vecino Parra, o don Nica a secas, un vecino más, uno importante, pero un vecino al fin y al cabo, a veces saluda, otras veces no, a veces conversa, otras no, a veces sonríe, otras veces también, no somos todos así. No se aleja de los vecinos, ya que no pretendemos ser: periodista, cineasta o fotógrafo. Conversando con don Nicanor en una calle de Las Cruces, sorprendido por mi aparente dominio del lenguaje antipoético, me preguntó: «¿Dónde aprendió usted antipoesía?», «En los barrios bajos de San Miguel», le contesté; a lo que don Nica replicó: «Yo en los barrios bajos de Chillán, chócale». Estaba claro, ninguno lo había aprendido en la academia. Parra había comenzado en 1954 con el poemario Poemas y antipoemas, no tan solo una revolución literaria, sino, a mi modo de ver, la mayor revolución de la historia al incorporar la cultura popular a los registros de la literatura académica,
Nicanor Parra frente a su casa, en el litoral central de Chile, acompañado del poeta Jaime Quezada. Las Cruces, invierno, 2013. Foto: archivo personal de Jaime Quezada.
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reticente hasta ese momento a todo lo que oliera a pobreza. Don Nica tiene a todo Chile recitando antipoesía. Hasta los cuicos de la udp, del The Clinic, del Mercurio, del Red Set, de rodilla alabando con los ojos blancos la Antipoesía; río. Hoy la antipoesía se ha tomado las calles de Las Cruces, de Santiago, de Chile, del mundo, como antes de ayer, cuando los trabajadores se tomaban las calles de la patria; con frases tan antipoéticas como «el pueblo, unido, jamás será vencido», a lo que él agregó: «la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas». El hombre común por fin se ve reflejado en cientos de frases que llenan los grandes escenarios culturales de Chile y el mundo. ¡Valió la pena, vecino Parra, apostar a la antipoesía! Don Nicanor Parra, el 5 de septiembre de 2017, había cumplido 103 años; un adulto de 50, dos jóvenes de 20 y un niño de 13, conviven en un cuerpo feliz de 103: Nicanor Parra jugando con sus artefactos.
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Antipoesía qué es? / Una manera de pasarlo bien
Vital, imaginativo y soñador, preocupado por la supervivencia del planeta, con la incertidumbre del futuro: Apocalipsis ahora / Aquí / Peligro 0 kilómetros
Adelantando los recuerdos del porvenir: Ni socialista ni capitalista / Sino todo lo contrario: / Ecologista muerto de susto
La solución a tanto estrés: Antipoesía / Máscara contra gases asfixiantes
Hablar de Nicanor Parra es dejar en evidencia al mundo. Cae el telón
LUIS MERINO ZAMORANO
del siglo xx y se abre el siglo xxi. Los parlamentos poéticos que acosaban la belleza se transforman en parlamentos dramáticos que acusan realidades. Es el gran cuestionador de la sociedad actual, cuya herramienta es el chiste, la ironía, el sarcasmo en un caparazón de contradicción, desacato y desenfado. En la Antipoesía no hallamos la tierra prometida. Tampoco el desprecio al sueño americano. No hay seguridad de esto ni de lo otro. El viernes está en Nueva York, el sábado en Moscú y el domingo en Las Cruces. No hay claves, menos simbolismos. No endiosa las palabras. No promueve la parafernalia del poeta tradicional, se integra al paisaje del hombre común. Su obra compuesta por: poemas, antipoemas, ecopoemas, artefactos, trabajos prácticos, bandejitas, discursos de sobremesa; una forma de expresión artística: Antipoesía. Leyendo antipoesía nos colocamos al otro lado de las cosas, desciframos códigos que desmitifican, mensajes que provocan, formas que sorprenden. De lo que se trata es de incorporar la realidad a como dé lugar. Nicanor Parra asume el don de la palabra. Ejercita el oficio de un francotirador. Donde pone el ojo pone su orden correcto de las cosas. Debajo de cada piedra existe un antipoema:
Adelantando los recuerdos del porvenir, los recuerdos de la tribu, de la tribu más despreciable, la humana. y tú me lo preguntas, antipoesía eres tú
Raúl Zurita, Rafael Gumucio y Nicanor Parra, cosechando (2008). Foto: Rodrigo Rojas/ bombmagazine.org
¡Parra empezar leamos a Parra!
En la República Independiente de Las Cruces, el antipueblo de Parra. Entre la Isla Negra & Cartagena. Primavera de 2018.
Orden del día: Aprender a vivir sin ilusiones Poco se gana con escupir para arriba Cuándo van a entender Estos son parlamentos dramáticos Estos no son pronunciamientos políticos
En el futuro desde mi pequeño pueblo costero surgirán los antipoemas del pasado. ULRIKA 62 |
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Poemas de Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914-La Reina, Santiago, Chile, 2018)
Resurrección Una vez en un parque de Nueva York una paloma vino a morir a mis pies agonizó durante algunos segundos y murió pero lo que nadie me va a creer es que resucitó de inmediato sin darme tiempo para reaccionar y emprendió el vuelo como si nunca hubiera estado muerta y yo me quedé mirándola zigzaguear entre los edificios de departamentos y me quedé pensando tantas cosas
El vino tiene un poder Que admira y que desconcierta Transmuta la nieve en fuego Y al fuego lo vuelve piedra. El vino es todo, es el mar Las botas de veinte leguas La alfombra mágica, el sol El loro de siete lenguas. Algunos toman por sed Otros por olvidar deudas Y yo por ver lagartijas Y sapos en las estrellas. (De La cueca larga, 1958)
era un día de otoño pero que parecía primavera (Poema no incluido en libro)
Coplas del vino Nervioso, pero sin duelo A toda la concurrencia Por la mala voz suplico Perdón y condescendencia. Con mi cara de ataúd Y mis mariposas viejas Yo también me hago presente En esta solemne fiesta. ¿Hay algo, pregunto yo Más noble que una botella De vino bien conversado Entre dos almas gemelas? 36
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Ojo con el evangelio de hoy Ojo con el evangelio de hoy el que habla no sabe el sabio chino se mantiene en silencio más de 3 sacudidas es página 2 paralelas que se cortan siempre constituyen matrimonio perfecto río que fluye contra su propia corriente no llegará jamás a feliz término todo está permitido libertad absoluta de movimiento claro que sin salirse de la jaula 2 + 2 no son 4: .................... fueron 4: hoy no se sabe nada al respecto (De Hojas de Parra, 1985)
POEMAS DE NICANOR PARRA
Defensa de Violeta Parra Dulce vecina de la verde selva Huésped eterno del abril florido Grande enemiga de la zarzamora Violeta Parra. Jardinera locera costurera Bailarina del agua transparente Árbol lleno de pájaros cantores Violeta Parra. Has recorrido toda la comarca Desenterrando cántaros de greda Y liberando pájaros cautivos Entre las ramas. Preocupada siempre de los otros Cuando no del sobrino de la tía Cuándo vas a acordarte de ti misma Viola piadosa. Tu dolor es un círculo infinito Que no comienza ni termina nunca Pero tú te sobrepones a todo Viola admirable. [...] (De Obra gruesa, 1969)
Último brindis Lo queramos o no Sólo tenemos tres alternativas: El ayer, el presente y el mañana. Y ni siquiera tres Porque como dice el filósofo El ayer es ayer Nos pertenece sólo en el recuerdo: A la rosa que ya se deshojó No se le puede sacar otro pétalo.
Las cartas por jugar Son solamente dos: El presente y el día de mañana. Y ni siquiera dos Porque es un hecho bien establecido Que el presente no existe Sino en la medida en que se hace pasado Y ya pasó…, como la juventud. En resumidas cuentas Sólo nos va quedando el mañana: Yo levanto mi copa Por ese día que no llega nunca Pero que es lo único De lo que realmente disponemos. (De Obra gruesa, 1969)
Artefactos ecológicos Francamente no sé qué decirles estamos al borde de la III Guerra Mundial y nadie parece darse cuenta de nada si destruyen el mundo ¿creen que yo voy a volver a crearlo? Recuerdos de infancia: los árboles aún no tenían forma de muebles y los pollos circulaban crudos x el paisaje Buenas Noticias: la tierra se recupera en un millón de años Somos nosotros los que desaparecemos (De Ecopoemas, 1982)
Notas de viaje Yo me mantuve alejado de mi puesto durante años Me dediqué a viajar, a cambiar impresiones con mis interlocutores Me dediqué a dormir; ULRIKA 62 |
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Pero las escenas vividas en épocas anteriores se hacían presentes en mi memoria. Durante el baile yo pensaba en cosas absurdas: Pensaba en unas lechugas vistas el día anterior Al pasar delante de la cocina, Pensaba un sinnúmero de cosas fantásticas relacionadas con mi familia; Entretanto el barco ya había entrado al río Se abría paso a través de un banco de medusas. Aquellas escenas fotográficas afectaban mi espíritu, Me obligaban a encerrarme en mi camarote; Comía a la fuerza, me rebelaba contra mí mismo, Constituía un peligro permanente a bordo Puesto que en cualquier momento podía salir con un contrasentido. (De Poemas y antipoemas, 1954)
Que todavía reluce en la copa Acomodo las sábanas Y doy una última mirada a1 reloj Pero oigo sollozos de mujer Abandonada por delitos de amor En el momento de cerrar los ojos. Esta vez no me voy a levantar Estoy exhausto de tanto sollozo. Ahora cesan todos los ruidos Sólo se oyen las olas del mar Como si fueran 1os pasos de alguien Que se acerca a nuestra choza desmantelada Y no termina nunca de llegar.
Nadie (De Canciones rusas, 1967)
No se puede dormir Alguien anda moviendo las cortinas. Me levanto. No hay nadie. Probablemente rayos de la luna. Mañana hay que levantarse temprano Y no se puede conciliar el sueño: Parece que alguien golpeara a la puerta. Me levanto de nuevo Abro de par en par: El aire me da de lleno en la cara Pero la calle está completamente vacía. Só1o se ven las hileras de álamos Que se mueven al ritmo del viento. Ahora sí que hay que dormir. Sorbo la última gota de vino 38
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Consultorio sentimental Caballero de buena voluntad Apto para trabajos personales Ofrécese para cuidar señorita de noche Gratis sin compromiso de ninguna especie A condición de que sea realmente de noche. Seriedad absoluta. Disposición a contraer matrimonio Siempre que la señorita sepa mover las caderas. (De Obra gruesa, 1969)
Antes me parecía todo bien ahora todo me parece mal un teléfono viejo de campanilla bastaba para hacerme el sujeto más feliz de la creación un sillón de madera - cualquier cosa
POEMAS DE NICANOR PARRA
los domingos por la mañana me iba al mercado persa y regresaba con un reloj de pared –es decir con la caja del reloj– y las correspondientes telarañas o con una victrola desvencijada a mi cabañisima de La Reina donde me esperaba el Chamaco y su señora madre de aquel entonces eran días felices o por lo menos noches sin dolor (De Hojas de Parra, 1985)
Es olvido Juro que no recuerdo ni su nombre, mas moriré llamándola María, no por simple capricho de poeta: por su aspecto de plaza de provincia. ¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros, ella una joven pálida y sombría. Al volver una tarde del Liceo supe de la su muerte inmerecida, nueva que me causó tal desengaño que derramé una lágrima al oírla. Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!, y eso que soy persona de energía. Si he de conceder crédito a lo dicho por la gente que trajo la noticia debo creer, sin vacilar un punto, que murió con mi nombre en las pupilas, hecho que me sorprende, porque nunca fue para mí otra cosa que una amiga. Nunca tuve con ella más que simples relaciones de estricta cortesía, nada más que palabras y palabras y una que otra mención de golondrinas. La conocí en mi pueblo (de mi pueblo sólo queda un puñado de cenizas), pero jamás vi en ella otro destino que el de una joven triste y pensativa. Tanto fue así que hasta llegué a tratarla con el celeste nombre de María, circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina. Puede ser que una vez la haya besado, ¡quién es el que no besa a sus amigas!, pero tened presente que lo hice sin darme cuenta bien de lo que hacía. No negaré, eso sí, que me gustaba su inmaterial y vaga compañía que era como el espíritu sereno que a las flores domésticas anima. Yo no puedo ocultar de ningún modo la importancia que tuvo su sonrisa ni desvirtuar el favorable influjo que hasta en las mismas piedras ejercía. Agreguemos, aún, que de la noche fueron sus ojos fuente fidedigna. Mas, a pesar de todo, es necesario que comprendan que yo no la quería sino con ese vago sentimiento con que a un pariente enfermo se designa. Sin embargo sucede, sin embargo, lo que a esta fecha aún me maravilla, ese inaudito y singular ejemplo de morir con mi nombre en las pupilas, ella, múltiple rosa inmaculada, ella que era una lámpara legítima. Tiene razón, mucha razón, la gente que se pasa quejando noche y día de que el mundo traidor en que vivimos vale menos que rueda detenida: mucho más honorable es una tumba, vale más una hoja enmohecida, nada es verdad, aquí nada perdura, ni el color del cristal con que se mira. Hoy es un día azul de primavera, creo que moriré de poesía, de esa famosa joven melancólica no recuerdo ni el nombre que tenía. Sólo sé que pasó por este mundo como una paloma fugitiva: la olvidé sin quererlo, lentamente, como todas las cosas de la vida. (De Poemas y antipoemas, 1954)
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X JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA «CIUDAD DE BOGOTÁ»
Antología
X Jornadas Universitarias
de
Poesía«Ciudad
de
Bogotá»
PRESENTAMOS UNA BREVE MUESTRA DE POEMAS DE LOS INVITADOS AL EVENTO; PUEDE LEERSE A TODOS LOS AUTORES EN NUESTRA PÁGINA WEB WWW. POESIABOGOTA.ORG, Y, A LOS INVITADOS QUE YA HAN SIDO PUBLICADOS, EN EDICIONES ANTERIORES DE ULRIKA.
Niall Binns
[Londres, Inglaterra, 1965] Los buitres ibéricos: Aegypius Monachus
Pez Acuérdate del pez Gonzalo Rojas
Brillan las escamas del pez recién pescado –«Arráncale el anzuelo Se le ensanchará la sonrisa hasta la oreja»– El pez boquea, como si quisiera hablar El pez se deslizaba entre plantas acuáticas El pez se sentía libre, enclaustrado en el río El anzuelo le arranca la cara El pez boquea, sin boca ya Da saltos en la cesta, como salta un payaso El pez es un payaso con escamas que brillan Este pez es un animal absurdo El pez boquea, se asfixia, ya no puede Se le deshojan, una por una, las escamas Se me pegan al pie, al pantalón, al rostro El pez está desnudo. Se retuerce de dolor Se muere por la boca, bocazas, este pez Helo aquí: moribundo en la cesta Pescado escarmentado, en paz retuércete Contemplándote, se me hace agua la boca Trincho tu carne seca, la masco, me atraganto Pedazos de pescado se me adhieren a los dientes Se me corta el aliento. Boqueo como un imbécil Hay una espina clavándoseme en la garganta
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So closely does the parent black vulture incubate, that she allows herself to be completely buried on her nest beneath the drifting snow. On these hanging steeps the eyries are overlooked from above, yet not a vestige of the sitting vulture can be seen until she is disturbed by a blow from an axe on the trunk, or by a shot fired – then off she goes, dislodging a cloud of snow from her three-yard wings as she launches into space. Abel Chapman y Walter J.Buck, Unexplored Spain, 1910
Arrecia la ventisca, el mundo se arropa de blanco En vano se asomó la primavera Febrero se despide en coletazos de nieve Encima de un alcornoque el buitre –imperturbable– protege en su nido un único huevo El eje del universo es la vida que empolla Fraile de la carroña, monarca de los buitres madre hasta la muerte, la nieve la sepulta No se inmuta: el deber de la sangre se impone Hasta que el golpe de un hacha en el tronco el seco estampido de un rifle la arroje del nido Y como ave fénix de las tierras frías se levanta el buitre en un tumulto de aletazos una explosión de nieve El huevo blanco salpicado de manchas pardas y rojizas permanece en el nido, se congela
ANTOLOGÍA DE POETAS INTERNACIONALES INVITADOS
Ricardo Castillo
[Guadalajara, México, 1954] El poeta del jardín Hace tiempo se me ocurrió que tenía la obligación como poeta consciente de lo que su trabajo debe ser, poner un escritorio público cobrando sólo el papel. La idea no me dejaba dormir, así que me instalé en el jardín del Santuario. Sólo he tenido un cliente, fue un hombre al que ojalá haya auxiliado a encontrar una solución mejor que el suicidio. Tímido me dijo de golpe: «señor poeta, haga un poema de un triste pendejo». Su amargura me hizo hacer gestos. Escribí: «no hay tristes que sean pendejos» y nos fuimos a emborrachar.
Las nalgas El hombre también tiene el trasero dividido en dos pero es indudable que las nalgas de una mujer son incomparablemente mejores que las de un hombre, tienen más vida, más alegría, son pura imaginación; son más importantes que el sol y Dios juntos, son un artículo de primera necesidad que no afecta la inflación, un pastel de cumpleaños en tu cumpleaños, una bendición de la naturaleza, el origen de la poesía y del escándalo.
Oda a las ganas Orinar es la mayor obra de ingeniería por lo que a drenajes toca. Además orinar es un placer, qué decir cuando uno hace «chis, chis», en salud del amor y los amigos, cuando uno se derrama largamente en la garganta del mundo para recordarle que somos calientitos, para no desafinar. Todo esto es importante ahora que el mundo anda echando reparos, hipos de intoxicado. Porque es necesario orinarse, por puro amor a la vida, en las vajillas de plata, en los asientos de los coches deportivos, en las piscinas con luz artificial que valen, por cierto, 15 o 16 veces más que sus dueños. Orinar hasta que nos duela la garganta, hasta las últimas gotitas de sangre. Orinarse en los que creen que la vida es un vals, gritarles que viva la Cumbia, señores, todos a menear la cola hasta sacudirnos lo misterioso y lo pendejo. y que viva también el Jarabe Zapateado porque la realidad está al fondo a la derecha donde no se puede llegar de frac. (La tuberculosis nunca se ha quitado con golpes de pecho) Yo orino desde el pesebre de la vida, yo sólo quiero ser el meón más grande de la existencia, ay mamá por dios, el meón más grande de la existencia.
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X JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA «CIUDAD DE BOGOTÁ»
Tamym Maulén
[Santiago de Chile, 1985] Si te hablo ahora…
Shhhhhh
Si te hablo ahora es porque no estoy solo. Porque vivir es orinar en un árbol de noche, después de una fiesta imperfecta donde la chica te dijo que no pero tu amigo «vamos a casa que algo de vino hay por ahí» Dice meando a tu lado, partiendo en 2 la soledad. Quedarse nuevo en una calle antigua. Si te hablo ahora es porque puedo verte. Las letras O son mis ojos conversándote. Estoy solo y sin embargo aquí estás tú que haces de este libro más que cartón más que palabras drogadas arriba del papel que das muerte a la palabra vida que mojas completa la palabra desierto. Somos 2 y sin embargo algo ocurre Ahora, en este instante, cuando somos 1: –Porque acá no hay palabras Acá no hay 3 líneas Acá estamos juntos
IV
El gran aprendizaje… El gran aprendizaje de la vida Consiste en saber que no eres distinto No vales menos que un abrazo Ni más que un plato frío de lentejas no eres diferente
Todos somos la misma mierda Ergo, no hay que creerse cuentos El niño es el padre del hombre Ver la vida como lo que es: Un par de trastos sucios arriba del mantel floreado y plástico que tú decides si limpias o no.
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Me mata tener que limpiar siempre la mesa para sentarme a comer. Hay tanta sangre ajena sobre el ajeno mantel. En las noticias, en el televisor muchas personas mueren de otras formas: ¡Pum! un balazo, tu atropello, la guerra de siempre, las hambres de siempre. Sin embargo ahora yo me muero así (La muerte es un día perfecto que de pronto se nubla). A veces pienso tanto en Cristo que no me persigno. ¿Qué nos mata entonces? Me pregunto cenándome Preferiría entonces tener nada que comer. Tal vez así comprendería lo que es vomitar de verdad. Mientras tanto agarro el tenedor: —Comienzo a escribir en la sopa aquello que se desvanece. V Porque los ángeles no existen, ni el amor, ni el fin del mundo. Cuando niños nos dijeron que el mundo terminaría en el año dos mil. Pero, ¿cuándo terminan las cosas que nunca comienzan? Después que nos pegaba papá mi hermano y yo subíamos a nuestra pieza chica no decíamos nada: como Michael K conocimos el silencio. Bolaño dice que el silencio no existe que es estúpido pensar en él. Pero mi memoria sí que conoce el silencio: Yo___________ mi hermano. Una línea así de fea nos unía. Mejor, una pena así de tiesa nos ligaba. Mi hermano y yo nos quedábamos quietos, cada uno en su cama dos muertos en la sala de autopsias. Nuestra casa era el silencio. Nuestra casa grande y llena de ventanas. Nuestra casa llena de muebles. Y en el patio una piscina seca, porque es invierno.
ANTOLOGÍA DE POETAS INTERNACIONALES INVITADOS
Rocío Ágreda Piérola [Cochabamba, Bolivia, 1981] R.A.
s/t
(Había un desierto en mí que llamaba dios era imposible entrar el acceso me estaba vedado solo a mí)
Yo crío una palabra descontrolada colérica que ha nacido del centelleo de un descuido en una habitación oscura la riego con el agua salvaje de la noche y la cobijo en la grieta de una viga de esta habitación anegada yo crío una palabra pequeñita apenas de tres patas que se aferra a cualquier silencio como si supiera que está destinada desde siempre al turbio acatamiento de una cobardía yo crío una palabra que se esconde de la luz y trabaja incansable el plancton de esta habitación hasta convertirlo en una Clorofila negra que es su modo primitivo de maldecir el mundo yo crío dulcemente una palabra sabiendo que crecerá alta como verdura de insensatez crecerá así desde una provincia dioscúrica y engendrará una llaga enorme una lepra infatigable en la lengua de mi padre
calle abajo no aguanto tomo el aire tal como viene me interesa lo que demora me invade un acceso de alegría transparente tropiezo en cada piedra de la ciudad me siento democrática gris desde que he vuelto notoriamente gris desde ayer pregunto a mis amigos acerca de la exacta simetría entre materia y anti materia mi miedo no necesita motivos a veces lo desconstruyo a partir de un hilo muy fácil de jalar camino por las plazas callejera con el rumor de los loros adherido a mi sombra su ruido es mi pasaje al umbral de otras realidades concomitantes no me atrevo a dudar hace 555 días que no vuelvo a casa lo imposible me acosa me siento a gusto en medio del pánico miento tres veces al día mi escritura hace crac me concentro en un no decir fluido regreso de algún sitio sin memoria el escenario cambia a cada hora ahora las obreras están segando el maíz me silencio me adhiero a una corriente de opiniones fluidas río abajo avionetas llegan cada trece minutos anotaba en su diario transportan el maná de los dioses nihilistas me adhiero a un río de opiniones fluidas y callo antes de que algo de esto tenga sentido
Vengo de desordenar una apariencia Vengo de desordenar una apariencia a mover un alfil vengo de ser el alcohol en una cacería de insectos acaso importa la forma si el insecto que quiero apresar se escapará de nuevo en un único instante de verdad he pedido no traicionar su silencio
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X JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA «CIUDAD DE BOGOTÁ»
Gabriela Vargas Aguirre [Guayaquil, Ecuador, 1984] No he vuelto a escribir No he vuelto a escribir. De todas formas traigo esta gran bestia que son oraciones que aparecen a lo que camino y que se guardan que parece que tuvieran que decirse con urgencia, pero no, no son dichas, solo soy yo y el silencio Solo estoy yo y el frio y el silencio Solo estoy yo con mis recuerdos y el pasado que al crecer se volvieron algo muy malo Algo para no decirse, algo para ocultarle a mis mayores Por eso traigo esta noche esta gran bestia Que camina tranquila, arrastrándome a dormir durante el día Doblándome la espalda, hincándome los talones Y aunque salen de mí las palabras como con la luz la voz de los ríos Me callo Me callo porque esto no ha de decirse Me callo porque de decirse heriría al infante que fui, a la adolescente que fui, a la madre que no fui A la sangre que olvidé y que hoy me espera A la sangre que dejé encerrada y que hoy me espera, que me llama constantemente, que me busca como si fuera su último recuerdo. Por eso solo soy yo y el frio el silencio y el teléfono apagado La puerta cerrada. La boca cerrada. Una larga excusa de cristal para los conocidos De todas formas traigo esta gran bestia Que apenas puede sostenerse conmigo por los pasillos de la casa Que no se atreve a irse, que sostiene en sus manos unos gramos más de tiempo Que apenas puede ir al baño a mirarse al espejo y arrepentirse. No he vuelto a escribir desde entonces Porque traigo está gran bestia que me dice que esperemos hasta mañana: 44
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Y mañana se desdobla. Y bien podríamos dormir para siempre y bien podríamos morir esperando La gran bestia y yo en el frio y en el silencio.
10 mg. Alguna vez el movimiento circular del cielo marcó la medida del tiempo y sobre cada minuto se alzaron cientos de alas como un gran cruce de cometas redentoras Quien mejor para circundar el aire que los pájaros de cartón que dejamos cultivar debajo de nuestras lenguas esas noches de intenso calor de mayo y ciertamente era mayo y era tarde y ciertamente los pájaros en llamas se llevaban nuestras partes que aún quedaban con vida y tejían una luna borrosa sobre el río, que era la única entrada al paraíso que nos quedaba. La dormidera avanza como un tropel de aves sin memoria hacia ese nido estelar de glifos desenfocados que es el sueño se desinflan los cuerpos como un balbuceo Con toda la bandada que se deja morir bajo las sábanas Dejamos los ruidos alejarse para apagar la luna con un leve movimiento de muñeca.
ANTOLOGÍA DE POETAS INTERNACIONALES INVITADOS
Gina Saraceni
[Caracas, Venezuela, 1966] De las batallas del amor se regresa con el vientre abierto, sin paredes, dando tumbos por el arduo combate de la noche.
Sólo así se hace una guerra. Solo así se conoce cómo tocan las manos cuando pierden los dedos. Solo así vale la pena morir: mirando de frente cómo se disuelve el rostro cuando pierde el control y el alfabeto cómo se tuerce en un puñado de ruidos que se hunden adentro de los ojos donde solo hay lugar para perderse.
Se regresa sin armas con el pulso latiendo debajo de los párpados y con los pies arrastrando la demora del cuerpo antes del adiós. Cuerpo a cuerpo es la batalla.
Lo llaman amor este combate de brazos y lenguas,
esta cercanía sin intervalos donde la orilla y la ola se desangran por el tormento de volverse a separar; este tiempo de guerra que echó raíces en las venas de junio, en el estertor de una arteria, en el corazón herido de muerte. De las batallas del amor se regresa con un ejército de fantasmas en el costado, con las heridas hundidas en los dedos poseídos por esa guerra que sigue ardiendo en la línea de combate
Sandy Juhasz
[Caracas, Venezuela, 1962] Ángelus Cae la tarde sobre la copa del árbol como cae tu cuerpo en el mío repitiéndonos como un mantra en la frescura de tu boca se abren todas las flores de esta selva prohibida ya no estamos en la cama ni en este cuarto de hotel que nos esconde otro calor enciende soles en tu mirada de mi aliento emigran mariposas susurrando el beso de amores amargos la luna nos cruza de punta a punta echándose en la orilla de mi cuerpo te sigo aguas arriba nadándote con todas las ganas y todas las garras y todos los dientes la noche se nos va quedando en el pelaje como si también quisiera escaparse
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Reseñas LA LLAMA INCLINADA: LA POESÍA DE CARLOS SATIZÁBAL1 TRADUCIÓN DE JENNIFER RATHBUN ARTEPOETICA PRESS, NUEVA YORK
No dice: «cayó la nieve», dice: «al amanecer el cielo descendió a nuestras manos». No dice: «Somos pesados y humanos», dice: «El cielo es de los pájaros». En esta poesía atareada, luminosa, numinosa, pensativa, estamos en el día octavo de la creación, donde todo ha quedado por un tiempo en las manos del hombre, en las lenguas del hombre, y nada es meramente materia y nada es meramente espíritu. Los metales obedecen a la voluntad, el agua se niega a lavar las culpas, la vida es fragilidad, todo nos estremece por su dimensión cósmica, por su pertenencia a un orden amenazado, y todo tiene una raíz mitológica. Ya al ser humano no lo asombra ni lo conmueve que le ocurran las cosas, lo asombra y lo conmueve que ocurran: que la luz se refugie en el agua, que la llama se refugie en las ramas, que el amarillo se refugie en la llama. En La llama inclinada, Carlos Satizábal nos revela de pronto casi con rudeza que vivir es algo más que dejarse llevar
1 Traducida por la poeta Jennifer Rathbun, La llama inclinada será publicada este octubre en Nueva York en edición bilingüe inglés-español por Artepoetica Press. Ulrika comparte una bella reseña de William Ospina so-
por los vientos del día y por las olas de la historia, que seremos menos dóciles si sabemos ver en el mar azul de Cádiz «la oscura sangre de esclavos y galeotes que rumian sus miserias al olvido de las olas», que seremos más firmes y más poderosos si sabemos ver «el costillar de peces de viejos galeones sepultados en oro, / las voces milenarias del vino y del salitre, / las canciones del sol que vuelve pensativo del mar de África». Somos humanos, nunca vemos cosas: todo mirar es a la vez pensamiento y fantasía, memoria y deseo, investigación y revelación. Por eso oír cantar en un café de Cádiz al viejo marinero es vivir en unas horas cosas infinitas: «la cara de hacha del viejo marinero recuerda el olvidado remo celta,/ y la fuente romana y el acero visigodo y la memoria de Grecia». Cada poema una aventura poderosa y profunda. Sólo la poesía sabe contrariar la pobreza de nuestra mirada cuadrada por las pantallas, deformada por el hábito, empobrecida por el culto de la riqueza, cegada por «la luz de los noticieros». En su canto «Lluvia del indio levantado», el poeta sugiere que un silencio anterior al idioma le dio a Benito Juárez la sabiduría necesaria para entender a su país, para saber que a estos pueblos diversos no se los puede gobernar desde un centro sino viajando y abriendo los cántaros de la memoria. «Descifró la lengua de Castilla a los quince años/ y ahora en sus cincuenta gobierna de pueblo en pueblo:/ su silla trashumante galopa los valles y las milpas y libera tierras y esclavos».
bre La llama inclinada publicada en el diario El Espectador: http://www.elespectador.com/opinion/columna-412192llama-inclinada-poesia-de-carlos-satizabal. 46
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William Ospina Cali, marzo 19 de 2013.
Índice de autores ROCÍO ÁGREDA PIÉROLA
TAMYM MAULÉN
(Cochabamba, Bolivia, 1981) Estudió Filosofía y Letras. Publicó Detritus (2017). Participó en los proyectos editoriales independientes Género aburrido (2011) y Lenguanegra (2013). Es parte de las antologías de poesía Tea Party (Chile), Ulupica. Trece poetas bolivianos actuales (Chile), Enero en la Palabra (Cuzco, Perú). Se han publicado muestras poéticas de su trabajo en revistas digitales.
(Santiago de Chile, 1985)
Licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile. Cursó estudios de Letras en Argentina. Ha publicado los libros de poesía paf (2011); shhhh (2010); Chiqui chiqui chá (2018). Fundador del sello editorial PorNos, es creador y director del lea: Laboratorio de Escritura de las Américas, proyecto internacional de escritura colectiva.
NIALL BINNS
NICANOR PARRA
(Londres, Inglaterra, 1965) Poeta residente en España, se licenció en Filología Clásica en la Universidad de Oxford. Es magíster en Letras Hispánicas (Chile, 1993) y Doctor en Filología Hispánica (1997) por la Universidad Complutense de Madrid, donde hoy es profesor. Libros de poesía (entre otros): 5 love songs (1999), Tratado sobre los buitres (2002-2011), Canciones bajo el muérdago (2003), Oficio de carroñero (2007) y Salido de madre. Antología poética (2010). Realizó la edición de Páginas en blanco, antología de Nicanor Parra (Salamanca, 2001); fue coeditor de los dos tomos de Obras completas & algo + (2006, 2011) y editor de La antología de Nicanor Parra según Niall Binns.
(Chile, 1914-1918)
RICARDO CASTILLO
RODOLFO RAMÍREZ SOTO
(Guadalajara, México, 1954)
Fue un hombre polifacético que se dedicó a la poesía, las matemáticas y la física con similar éxito y reconocimiento. Hombre de números y letras, triunfó simultáneamente en dos mundos que se creen opuestos. Fue candidato al Premio Nobel de Literatura y entre los principales reconocimientos recibió, además de muchos otros, el Premio Cervantes en 2011, además de recibir el doctorano honoris causa de las universidades de Brown, de Concepción y de Bío-Bío. Entre sus libros más conocidos se cuentan Poemas y antipoemas, Versos de salón, Obra Gruesa y Ecopoemas.
(Bogotá, Colombia, 1973)
Su primer libro fue publicado en 1976, y más tarde sería publicado por el fce en la colección Letras mexicanas. Trabaja en el Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado los libros de poesía Concierto en vivo en Morelia (1981); Como agua al regresar (1982); Ciempiés tan ciego y Nicolás el camaleón (1989).
Autor del poemario Tintasangre (2003). Director del Taller de Poesía Ciudad de Bogotá Los Impresentables, adscrito a la Red Nacional de Escritura Creativa, Relata, del Ministerio de Cultura de Colombia. Textos, reseñas y artículos suyos han sido publicados en revistas como Golpe de Dados, Ulrika, Revista Casa de Poesía Silva y Puesto de Combate.
SANDY JUHASZ
GINA SARACENI
(Caracas, Venezuela 1962)
Actriz, modelo, poeta, guionista, productora de radio y televisión. Estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello y adelantó estudios de Marketing en École Marcel Proust y de Internet Publishing and Multimedia Program. Ha publicado: Venezuela desde un azul intenso (1994), 102 Poetas Jamming (2014) y La corteza no basta (2016).
FERNANDO LINERO MONTES (Santa Marta, 1957)
Poeta y músico. Estudió Filosofía y Letras y Dirección Músical. Ha publicado los libros de poesía: Sonata del sonámbulo (1980), La risa del saxo (1985), Guijarros (1990), Aparte de amor (1993), Palabras para el hombre (1998), Lecciones de fagot (2004), Experto en tachaduras (2010) y Cuaderno de insectos y otros poemas (2011).
(Caracas, Venezuela, 1966)
Licenciada en Letras Modernas por la Universidad de Bologna-Italia, Magíster en Literatura Latinoamericana y doctora en Letras por la Universidad Simón Bolívar. En poesía ha publicado Entre objetos respirando (1998); Salobre (1998) y Deriva (2000). Es investigadora, crítica literaria, traductora y poeta.
GABRIELA VARGAS AGUIRRE (Guayaquil, Ecuador, 1984)
Fue ganadora de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio 2016-2017 con los que publicó su poemario La Ruta de la Ceniza. Ha sido publicada en las Memorias del Festival Internacional Desembarco Poético (2012, 2013, 2014); Bandada: actualidad de la poesía ecuatoriana (2014); Mujeres que hablan (2015); Antología del Tea Party (2016).
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Y el grande, oscuro piano, llenaba de ángeles de música toda la vieja casa. AURELIO ARTURO
Casa de Citas, la casa de la poesía 25 AÑOS
M Ú S ICA
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P OES ÍA
1992 - 6 de agosto - 2017
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C AFÉ
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A RTE
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R ESTAURANTE
Carrera 3ra #12B-35, La Candelaria, Bogotá – 286 6944 – 315 212 5733 casadecitasrestaurante@gmail.com – www.casadecitas.co
Disponibles a la venta las mรกs recientes producciones musicales de Casa Linero
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