Revista de poesía "Ulrika" 62

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LUIS MERINO ZAMORANO

ANTIPOESÍA, aquí AHORA

Las Cruces, el antipueblo de Nicanor Parra n POR LUIS MERINO ZAMORANO Quo o vadis Nicanor? Eres ya una mariposa resplandeciente te paseas por tu jardín de malezas y crees que es el paraíso.

A los 103 años el antipoeta Nicanor Parra se ha convertido en una dulce mariposa resplandeciente, dejando definitivamente su experiencia humana; descansa aquí en Las Cruces, plantado entre las flores silvestres que crecen en el jardín de su casa. Se le veía aún joven, viejoven sería su edad cronológica, el reloj biológico sin duda iba hacia atrás. Los medios de comunicación hablan de un ser huraño poco dado a las entrevistas y a mostrarse en público. Raro, muy raro, ya que don Nica vivía solamente con la Rosita, su nana, que lo cuidaba; «un hijo que me nació viejo», dice ella; no tiene secretaria ni guardias que lo custodien, a su casa se accede por una pequeña puerta de madera blanca, muy baja, siempre abierta; al golpear la puerta (en la cual se lee «Antipoesía» como un grafiti improvisado) abre la Rosita o el mismo poeta. En Las Cruces don Nica se movía como pez en el agua, en su caso, como gaviota en la playa, caminando, ma-

nejando el parramóvil, comprando o paseando solo, con familiares o alguno de los muchos invitados que recibe, nutriendo la antipoesía con el hablar de la calle; no son las musas las que lo inspiran, es el lenguaje común y corriente. En Las Cruces el gran antipoeta Nicanor Parra, es el vecino Parra, o don Nica a secas, un vecino más, uno importante, pero un vecino al fin y al cabo, a veces saluda, otras veces no, a veces conversa, otras no, a veces sonríe, otras veces también, no somos todos así. No se aleja de los vecinos, ya que no pretendemos ser: periodista, cineasta o fotógrafo. Conversando con don Nicanor en una calle de Las Cruces, sorprendido por mi aparente dominio del lenguaje antipoético, me preguntó: «¿Dónde aprendió usted antipoesía?», «En los barrios bajos de San Miguel», le contesté; a lo que don Nica replicó: «Yo en los barrios bajos de Chillán, chócale». Estaba claro, ninguno lo había aprendido en la academia. Parra había comenzado en 1954 con el poemario Poemas y antipoemas, no tan solo una revolución literaria, sino, a mi modo de ver, la mayor revolución de la historia al incorporar la cultura popular a los registros de la literatura académica,

Nicanor Parra frente a su casa, en el litoral central de Chile, acompañado del poeta Jaime Quezada. Las Cruces, invierno, 2013. Foto: archivo personal de Jaime Quezada.

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