EL LEGADO POÉTICO DE NICANOR PARRA EN IBEROAMÉRICA
Citología Nicanor Parra en su casa de Las Cruces posando junto a una de sus obras (ca. 1994). Foto: Colección Documentos Familia Parra.
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n POR NIALL BINNS
William Ospina: «Todos somos hijos de Gabriela Mistral y de Neruda, todos tenemos que discutir con Huidobro y con Nicanor Parra». A finales del siglo xix, la poesía chilena era un páramo. Marcelino Menéndez y Pelayo, al preparar su antología de poesía hispanoamericana para el cuarto centenario de la Conquista del Descubrimiento, ad maiorem gloriam del viejo tronco español de la raza, se sorprendió ante la ínfima calidad de la poesía que sus informadores le enviaban desde la rama más remota del antiguo imperio. Chile, concluyó, era un país de historiadores, pero sin poetas, y sería un error buscar en él «orgías de imaginación». ¿La razón? El carácter «positivo, práctico, sesudo, poco inclinado a idealidades» de sus progenitores, la mayoría de ellos vascos.
Un par de décadas después, con sus «Sonetos de la muerte», Gabriela Mistral, tan orgullosa de su sangre vasca, refutó para siempre al viejo académico de la lengua. Y Chile, el país de historiadores, se convirtió de un año a otro en el país de poetas por excelencia de la lengua. Mistral, Huidobro, Neruda, Parra... Los grandes poetas suben el listón. La gran poeta madre y el gran poeta padre exigen de sus hijos grandeza. Al poeta indiscutible hay que discutirle todo. Gabriela Mistral: «Parra será el futuro poeta de Chile». Así dijo Mistral, en uno de sus raros regresos al país natal, cuando pasó por la ciudad de Chillán en 1938 y oyó al joven Nicanor Parra recitar su «Canto a la escuela».