Diálogo pluripartidista

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1.Introducción El diálogo pluralista: Cuanto más difícil, más necesario. Durante la última década, las democracias del mundo se han visto asediadas por una serie de fenómenos que cuestionan su condición de modalidad unánimemente aceptada de relación entre los ciudadanos y el gobierno. Durante ese período hemos sido testigos de una diversidad de hechos que proyectan sombras sobre las certidumbres democráticas: Protestas que expresan un fuerte descontento social y que rebasan violentamente los canales institucionales de representación (como los “chalecos amarillos” en Francia); aparición de liderazgos carismáticos dentro de sistemas democráticos que tensionan y desafían sus limites en un proceso de erosión constante (Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, Orban en Hungría, entre otros) o autócratas que se desplazan de los sistemas democráticos hacia prácticas dictatoriales de represión y violación de derechos humanos (Putin en Rusia, Ortega en Nicaragua, Duterte en Filipinas). Tal como lo expresan Levitsky y Ziblatt, “los nuevos liderazgos demagógicos desafían, erosionan y, eventualmente, violan los principios del pluralismo democrático2 como modo de construcción de su identidad política y modo de gestión de las diferencias. Otros autores han indagado acerca de los efectos en la vida pública y en la vida cotidiana del deterioro del pluralismo, la armamentización (weaponization) de la conversación política y el ataque al espacio cívico3. En nuestra región, el apoyo social a la democracia como mejor sistema de gobierno ha decaído fuertemente en los últimos tres años, pues si bien en 2020 dicho apoyo se recuperó levemente, los resultados de 2019 y 2020 son los dos peores de la historia de las mediciones en cuanto a la preferencia por la democracia y la confianza en las elecciones4. En esa dirección, la opinión negativa sobre la democracia va acompañada de fuertes caídas en la opinión positiva respecto a las instituciones: gobiernos, congresos, tribunales y, muy en particular, partidos políticos. Según Levitsky y Ziblatt, la transformación del competidor en enemigo es el paso clave en la transformación del espacio de lo público en las democracias “The process often begins with words. Demagogues attack their critics in harsh and provocative terms—as enemies, as subversives, and even as terrorists…”. La preocupación por este punto de vista ha impactado tanto en literatura académica como de quienes son practitioners en el área de democracia y gobernanza (Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2019). How democracies die. Penguin Books)..

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Thomas Carothers ha señalado como este tipo de liderazgos impacta en el deterioro del espacio cívico, ese lugar desde el que el disenso, la diversidad y la crítica son posibles (Brechenmacher, Saskia y Carothers, Thomas: Defending Civic Space: Is the International Community Stuck?, Washington DC, 2020). Otros autores de la cooperación internacional también se acerca algunos tema desde una perspectiva similar Civic space is defined as ‘the set of conditions that allow civil society and individuals to organise, participate and communicate freely and without discrimination, and in doing so, influence the political and social structures around them’” ( Julia Keutgen y Susan Dodsworth, Addressing the global emergency of shrinking civic space and how to reclaim it: a program guide, London 2020).

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La pregunta acerca de si da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario tuvo respuesta afirmativa de 28% en 2019 y de 27% en 2020. Estos son los resultados más altos desde 1995. Ver aquí. La confianza en las elecciones y en la democracia durante los últimos cuatro años es la más baja desde que Vanderbilt University realiza el estudio Lapop (2006). Ver aquí.

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