Enseñar a la distancia como práctica emergente ante la pandemia Eduardo Nazario Ramos Gutiérrez Escuela Preparatoria Oficial Anexa a la Normal de Atizapán de Zaragoza, Estado de México
Desde el confinamiento en diferentes espacios públicos, a causa de la pandemia por covid-19, se ha marcado un antes y un después histórico en nuestro entorno, pues hemos sido testigos de innumerables acontecimientos sociales, políticos, económicos y educativos que se suscitan a partir de las expectativas contrastantes de la sociedad. Es justo el plano educativo lo que atañe a este artículo, específicamente la escuela que, como espacio indiscutible de formación, no fue indiferente ante la situación de salud, y sus actores —directivos, profesorado, alumnado y tutores— se ajustaron a una práctica emergente de trabajo que vinculó nuevas formas de enseñanza virtual y, por supuesto, a interesantes condiciones de aprendizaje. Se ofrece una mirada respecto a las prácticas de aquellos docentes que, de una u otra forma, tuvieron que adaptar su ejercicio ante una situación súbita de salud. Es justo esa emergencia la que llevó a maestras y maestros a utilizar herramientas
digitales para su quehacer profesional, un caprichoso evento que nos invita a pensar en alternativas que resuelvan problemáticas tan imprevistas como lo ha sido la contingencia. Pese a que la educación a distancia,1 como modalidad educativa, es una oferta establecida que se posiciona como una opción más de formación para los educandos, implica una práctica compleja para los sujetos que la conforman. En un intento por definirla, Peters (1973) señala que la educación a distancia es un método racionalizado para impartir conocimientos; Keegan (1986) menciona que es una actividad sistemática que acota la distancia física para un proceso de instrucción que usa un medio técnico. Por su parte, Bruder (1989) la describe como la aplicación de telecomunicaciones que permite al estudiante recibir la instrucción adecuada. Lo que estos autores aportan corresponde a una noción completamente plural y atractiva para esta forma de enseñanza que se aleja de lo ya estructurado de los espacios presenciales. Con lo anterior no señalo que educar a la distancia se vincule exclusivamente a prácticas virtuales; por el contrario, la distancia bien se justifica como un aliado o, en su momento, como un obstáculo para el proceso de formación del educando y el educador; implícitamente yace una serie de aspectos culturales, sociológicos y económicos. En el caso del confinamiento que la sociedad vive a raíz de la pandemia, la distancia ocupa un lugar de privilegio para la interacción humana. Con base en las líneas expuestas, no era de extrañarse que este tipo de prácticas significara para algunos maestros, que no estaban habituados a dicho queha1
Me refiero a la educación a distancia como un modelo educativo basado en las nuevas exigencias de formación, en el que se utilizan recursos con base en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
abril-junio 2020 | Magisterio
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