DESDE LA PRIMERA FILA
Por Bernardo
Borkenztain
Luz negra
El jardín de los deseos que se bifurcan Vi tu cara de duende Brillando en la penumbra del mar Usé toda mi magia Y tú tampoco te quedaste atrás. David Santisteban
Introducción Resulta una tarea compleja analizar una obra en la que todo está bien. Resaltar un aspecto casi invariablemente parecería ignorar otro, y en este caso queda la impresión de una injusticia. Como la tarea del crítico no debe ser la adjetivación, dejaremos constancia de que se trata, pues, de un mecanismo de relojería muy afinado y analizaremos algunos aspectos que puedan servir al lector para mejorar la experiencia de ver esta puesta. Lo escrito Muy superior a su texto previo, El amigo fantasma, esta propuesta de Fernanda Muslera, inspirada en la trilogía de Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer), presenta una situación que en tanto anécdota desnuda no podría ser más vulgar: dos parejas juegan el juego de la seducción en un casamiento al que fueron invitadas pero que las enfrenta (como siempre hacen las bodas) a sus propias situaciones afectivas. Lo genial de este texto es que los personajes son delineados con coherencia y buen trazo, pues su interacción no cae en estereotipos ni caricaturas. Si a eso le sumamos que las historias presentan cómo evolucionan las relaciones a lo largo de la noche, al tiempo que las corbatas migran desde el cuello hasta la frente para terminar como vinchas, delineando un esbozo del viaje del héroe en el que el éxito o el fracaso se medirán por lo obvio: quién se irá a su casa solo y quién no. El relato se desarrolla de manera lineal, el tiempo de la historia coincide con el del relato, y a medida que la fiesta alcanza su apogeo y declina hacia el amanecer, la anécdota progresa y alcanza su desenlace junto con el final de la partida. Lo más importante para destacar en este punto es que ninguno de los personajes es plano. Por detrás de las apariencias de cada uno se esconde una realidad que, según el caso, será o no consistente con la fachada, y que no será independiente de los desenlaces. D
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Foto: Alejandro Persichetti.
Lo técnico La sala de La Cretina, con su encanto, presenta limitaciones, en especial de tamaño, que la dirección utiliza a su favor para crear un ambiente intimista evitando la sensación de encierro, y aprovecha la cercanía para fijar el registro de las actuaciones. La ambientación sonora y lumínica recrea la fiesta a la que fueron invitados los personajes y resalta los momentos con sobriedad, utilizando el recurso del oscurecimiento (casi un fade to black cinematográfico) para separar las escenas. El dispositivo escénico es icónico, no presenta elementos simbólicos, y por medio de los códigos escénicos es por momentos el interior y el jardín contiguo al salón de la fiesta. Y para resolver que la sala se presenta de manera bifrontal y tiene limitaciones espaciales para la entrada y salida de los actores, se mantiene – otro de los aciertos– muy simple y despojada, con una mesa y un par de bancos, estableciendo mediante códigos actorales el significado de los desplazamientos de los personajes. Lo actoral Sin duda, uno de los puntos más fuertes de la puesta es la solidez del elenco. Elena Delfino es Renata, una chica muy bonita que hace de esa característica su carta de presentación y se expone a que la gente piense que es solamente eso. Paula (Camila Sansón), su amiga, es una profesora de literatura cínica y agresiva que pone distancia rápidamente con las personas, estableciendo una resistencia que Martín (Christian Zagía) se obstina en superar. En cuanto a los hombres, Martín es un psicólogo sensible y analítico que asume sus debilidades y fortalezas con una actitud vital de luchador de aikido que utiliza el peso y el impulso de sus contendientes a su favor, en tanto que Leopoldo (Fernando Amaral) es un abogado pagado de sí mismo, escritor medianamente conocido pero que no tiene la solvencia de Martín para lidiar con sus flaquezas.
Como dijimos, estos cuatro personajes coinciden en una fiesta de casamiento, pero las relaciones entre ellos, lejos de ser unidimensionales, están marcadas por el deseo mimético, revelando mediante la rivalidad explícita la existencia implícita de un deseo de identificación con el otro. Un momento genial que ilustra esto es cuando Leopoldo instruye desde su pedestal de escritor “consagrado” a Martín en el arte de la seducción, y este, seguro como siempre, le contesta si tiene claro que “él levanta más”. Las agresiones y las formas de lidiar con ellas marcan el relacionamiento de estos dos hombres blancos heterosexuales metidos en un mundo en el que el machismo en retirada no ha dejado de pautar y modular conductas. Por otro lado, las mujeres representan la contracara: oprimidas por las normas sociales, van probando sus alas en la otra mitad del espectro, y sus relaciones, mucho más miméticas, no se rigen por el intercambio de agresiones (que lo hay), sino por la inmersión de cada una en la otra. Esto es fundamental, ya que solamente podemos amar lo que el otro tiene de nosotros y, por eso, solamente los que logren sembrar en la persona deseada una semilla de sí mismo, al tiempo que permite que esta haga lo propio, lograrán salir airosos de la guerrilla de seducción. No nos corresponde decir más ni tenemos obligación de hacerlo, pero sí es obligatorio ir a ver esta obra de atmósfera woodyallenesca que se desarrolla en uno de los espacios más originales de la ciudad. Vaya.
Luz negra Dramaturgia: Fernanda Muslera. Dirección: Christian Zagía. Elenco: Elena Delfino, Camila Sansón, Fernando Amaral, Christian Zagía. Iluminación: Rosina Daguerre. Fotografía y diseño: Alejandro Persichetti. Sala La Cretina.